No hay tiempo que perder, los acontecimientos se precipitan. La Palabra del Señor nos dice cómo convertir la muerte en vida, los llantos en cantares, la tristeza en gozo. Es la paradoja del Evangelio: "Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna" (Jn 12,24-25).
A esta semana se la llama "de Pasión" por la proximidad de la Semana Santa. Debemos disponernos a celebrar la Pascua, fiesta del nuevo nacimiento, de novedad de vida, de reiniciar con gozo el seguimiento de Cristo, quien nos presenta el paradigma cristiano: "Cristo, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna" (Hbr 7, 9).
Dispongámonos a renovar el pacto sagrado, el de nuestro bautismo, porque "mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva (Jr 31, 31).
La forma que todos tenemos a nuestro alcance es la reconciliación, la súplica del perdón. Si por lo que sea no hemos caminado por senda llana en los días cuaresmales, siempre se nos ofrece la misericordia, y es posible celebrarla, si la pedimos con humildad: "Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme" (Sal 50).
La enseñanza de Santa Teresa
Tenemos la llamada a la renovación de las promesas bautismales, aunque con dolor debamos reconocer, como hace Santa Teresa, nuestras incoherencias. "¿Qué remedio, Señor, para poder después vivir, que no sea muriendo con la memoria de haber perdido tanto bien como tuviera estando en la inocencia que quedó del bautismo?" (Las Exclamaciones del Amor de Dios 3, 2).
Son días de concentrar la mirada en Cristo. Antiguamente, durante esta semana permanecían cubiertas todas las imágenes, y sólo se mostraba a Cristo Crucificado en la celebración del "Miserere", canto del salmo 50. Aunque actualmente, en general, no se cubren los altares, sin embargo tenemos la recomendación de centrar nuestros ojos en el Señor, según nos enseña la maestra espiritual.
"Miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y volváis la cabeza a mirarle" (Camino de Perfección 25, 5).
Considero yo muchas veces, Cristo mío, cuán sabrosos y cuán deleitosos se muestran vuestros ojos a quien os ama y Vos, bien mío, queréis mirar con amor. Paréceme que sola una vez de este mirar tan suave a las almas que tenéis por vuestras, basta por premio de muchos años de servicio (Las Exclamaciones del Amor de Dios 14, 1).
escrito por Don Ángel Moreno de Buenafuente
(fuente: la-oracion.com)
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