Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
6contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.
Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
9Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, oh Dios,
Dios, Salvador mío,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Un salmo nos recuerda que somos pecadores, necesitados de la misericordia del PadreCreo que si querés trabajar en esta cuaresma para tener una buena confesión, la mejor manera es a través del Salmo 50, un salmo nos recuerda que somos pecadores, necesitados de la misericordia del Padre.
Antes de introducirnos en un buen examen de conciencia, creo que tenemos que detenernos en el pecado. Siempre me gusta explicar que todos tenemos un pecado dominante, a vos y a mi nos domina un pecado, y uno puede decir: ¿cómo puedo reconocer que tengo un pecado si tengo millones?.
Te puede ayudar la figura del árbol: un árbol tiene hojas, ramas, tronco, raíz.
Cuando me refiero a las hojas me refiero a esos pecados externos, a todos los pecados que te prendes a vos mismo, si no tenes una confesión frecuente o hace mucho que no te acercas a tu interior te creerás que tenes millones de pecados, hasta pones el nombre de pecado a cosas que no son. Los llamo hojas porque crees que son varias pero en el fondo es producto de todo un proceso y toda hoja tarde o temprano cae, se renueva, cambia y también se seca, si recurrís a una confesión frecuente y a un acompañamiento te aseguro que esos pecados son los primeros que caerán.
Por otra parte tenemos las ramas, son menos que las hojas, son esos pecados que no cometes cotidianamente pero tienen más firmeza en tu vida. Los pecados de las hojas aparecen según circunstancias y varían, en cambio aqui son pecados que aparecen en el transcurso de tu vida y basta en hacer una mirada a tu historia para darte cuenta que ese pecado está.
A ello se los debe ir trabajando de a poco, pues no es tan sencillo para dejarlo pero si se inicia un camino a través de la oración y de los sacramentos, pueden ser quebrados y cuando una rama es quebrada no produce, lo mismo pasa aquí, si podés controlar ese pecado que aparece en toda la historia de tu vida te llevará a evitar caer en otros pecados.
Luego viene el tronco, donde trabajando tu interior lográs comprender que hay un sólo pecado fuerte que te domina, ese pecado que te domina es uno de los siete pecados capitales, los repasemos:
1) La Gula: Muchas veces se cree que es solo se refiere al comer mucho, pero va más allá. Es el producto de la ansiedad, esa que nos lleva a querer tener las cosas ya. El comer mucho o el comer poco es un acto de escapismo a esa ansiedad que no podemos controlar. Es por ello que para darnos cuenta si es la gula el pecado que nos domina, no es la panza lo que debemos mirar sino si te desesperan las cosas que tenés que hacer.
2) La avaricia: va más allá del tener, Es cuando observamos quee stamos aferrados a las cosas que pueden ser materials o no, como por eje recuerdos del pasado; incluso cuando buscamos retener a las personas.
3) La Lujuria: Es de lo que se prenden nuestros deseos sexuales y sensuales. Es la búsqueda del placer en sí mismo, que nos llevan a caer en ciertos vicios, cosas que solo nos hacen sentir bien por el momento. Incluso la imaginación junto al desorden afectivo nos hace personas inestables.
4) La envidia: Producto del egoísmo; es donde figura solo el yo. Todo lo centramos en nosotros mismos, incluso a las personas que nos rodean. Buscás que los demás dependan de vos; es tu consuelo y nos llega a sumar con gotas de orgullo. También es muy típico que busquemos aportar cosas en el diálogo para quedar "bien parados" o ser "admirados".
5) La Ira: Es los que de nuestro caráter no podemos controlar. La incapacidad para frenar los enojos y gritos llevandome a cometer una imprudencia en el hablar o en el actuar. Esto es producto de la ira que hay en el corazón, es por ello que debemos lucharlo con la búsqueda de la humildad y aprendiendo a controlar los límites que uno tiene. Para ello necesitamos conocernos y aceptarnos como somos.
6) La pereza: Es la falta de visión natural a la vida, es como que todo queda allí, la mentalidad chata, es hacer lo que nos piden y nada más. Es poner una excusa a todo y esperar siempre de otro, nunca desear ser protagonista de nada, ni siquiera de nuestra propia vida. Buscamos tirar la culpa siempre a otro y no asumimos la responsabilidad. Esperamos que otro siempre controle la vida y no tomamos determinaciones. Perdemos la visión a futuro sin tener proyectos ni prever nada.
7) La soberbia: Es el pecado que todo lo quiere controlar y ser igual a Dios. En este último tronco me quedo porque todo tronco depende de la raíz y la soberbia es la raiz de todos los pecados. Acordate que de Luzbel se pasó a diabolós (diablo) a través de la soberbia; él quería ser igual a Dios. En nuestra vida puede pasarnos lo mismo, al querer controlarlo todo pasamos a dejar de lado lo más bello que tenemos, como nuestros dones, a tener el vicio de la soberbia en donde ni siquiera Dios nos interesa.
La soberbia te puede llevar a creerte que siempre podés mirar por encima a otros y hasta burlarte de ellos creyendo que podés decir quien sirve y quien no. Te convertís vos mismo en aduanero y decis quien seguro va al cielo y quien no.
En fin, ésta, la soberbia también es raiz de todos los males, todos tenemos un poco de soberbia, la cual nos lleva a uno de los pecados capitales. Fijate si ya sabes qué tronco tenés y a no desanimarse que el golpe de gracia que viene de Dios es el mejor fumigador para que saque de nosotros toda maleza, pero eso si, es un camino. Ánimo que como bien nos dice el sacerdote cuando nos confesamos: "te conceda el perdón y la paz" cuando uno se arrepiente de corazón lo primero sobreviene es la paz. Como nos dice la escritura: Busca la paz y corre tras ella"
escrito por el Padre Luis Zazano
(fuente: oleadajoven.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario