VATICANO, 07 Mar. 15 / 01:12 pm (ACI/EWTN Noticias).- Se cumplen 50 años de la celebración de la primera Misa en italiano según la renovación de las normas litúrgicas del Concilio Vaticano II. El Papa Francisco quiso recordar esta fecha con una misa en la Parroquia de Ognissanti, en Roma, el sábado por la tarde, en el mismo templo en el que tuvo lugar esa primera Eucaristía que celebró Pablo VI el 7 de marzo de 1965.
Para explicar mejor por qué se dejó el latín en la liturgia, Francisco aludió al episodio del Evangelio en el que Jesús se enfrenta a los mercaderes del templo en Jerusalén, donde dijo “¡No hagáis de la casa de mi Padre un mercado!”.
“Esta expresión no se refiere solamente al mercadeo que se practicaba en el patio del templo. Se refiere también a un cierto tipo de religiosidad. El gesto de Jesús es un gesto de 'limpieza', de purificación, y la actitud que Él desautoriza se puede obtener de los textos proféticos, según los cuales a Dios no le gusta un culto exterior hecho de sacrificios materiales y basados en los propios intereses. Es el reclamo al culto auténtico, a la correspondencia entre liturgia y vida; un reclamo que vale para cada época y también hoy para nosotros”.
El Pontífice explicó que “la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium define la liturgia como 'la primera e indispensable fuente a la que los fieles pueden dibujar el verdadero espíritu santo'. Esto significa reafirmar el lazo esencial que une la vida de discípulo de Jesús y el culto litúrgico”.
“Esto no es ante todo una doctrina que comprender, o un rito que cumplir -naturalmente también es esto- pero, es esencialmente una fuente de vida y de luz para nuestro camino de fe”.
En este sentido, “la Iglesia nos llama a tener y promover una vida litúrgica auténtica, para que exista sintonía entre aquello que la liturgia celebra y aquello que nosotros vivimos en nuestra existencia”.
“El discípulo de Jesús no va a la iglesia solo para observar un precepto, para sentirse bien con un Dios que después no debe ‘molestar’ demasiado; a la iglesia para encontrarse al Señor y encontrar en su gracia, que obra en los Sacramentos, la fuerza de pensar y actuar según el Evangelio”.
El Papa cree que no se puede entrar en la casa del Señor y ‘redescubrir’, “con oración y prácticas de devoción, comportamientos contrarios a la exigencia de la justicia, de la honestidad y de la caridad hacia el prójimo”.
“No podemos sustituir con ‘homenajes religiosos’ aquello que es debido al prójimo, posponiendo una verdadera conversión. El culto, las celebraciones litúrgicas, son el ámbito privilegiado para escuchar la voz del Señor, que guía sobre el camino de la rectitud y de la perfección cristiana”.
En su lugar, “se trata más bien de hacer un camino de conversión y de penitencia, de eliminar de nuestras vidas las escorias del pecado, como hizo Jesús, limpiando el templo de intereses mezquinos”.
A propósito del tiempo de Cuaresma en el que está la Iglesia, el Pontífice comentó que “es el tiempo favorable para todo esto, es el tiempo de la renovación interior, de la remisión de los pecados, el tiempo en el que somos llamados a redescubrir el Sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación, que nos hace pasar de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia y de la amistad con Jesús”.
“No hay que olv la gran fuerza que tiene este sacramento para la vida cristiana: él nos hace crecer en la unión con Dios, nos hace recuperar la alegría perdida y experimentar el consuelo de sentirnos personalmente acogidos por el abrazo misericordioso del Padre.
El Papa finalizó su homilía con un recuerdo especial a Pablo VI que inauguró en el mismo templo “la reforma litúrgica con la celebración de la misa en la lengua hablada por la gente”.
Sus últimas palabras fueron para los sacerdotes de la Orden Orionista, encargados de la parroquia. A ellos les dijo que “se encuentran entre estos muros no como extranjeros, sino como hermanos, capaces de daros voluntariamente la mano”.
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