También el oratorio tiene sus mártires: son Eduardo Klinik (23 años), Francisco Kesy (22 años), Jarogniew Wojciechowski (20 años), Czesław Józwiak (22 años), Eduardo Kaźmierski (23 años), oratorianos de Poznań, en Polonia.
Eran oratorianos, empeñados a sabiendas los cinco en su proprio crecimiento humano y cristiano, implicados a sabiendas los cinco en la animación de los compañeros, unidos por intereses y proyectos personales y sociales. Tomados presos casi juntos y encerrados en cárceles diversas por un brevísimo período de tiempo, tuvieron un recorrido judicial común y sufrieron el martirio el mismo día y en la misma forma. Así se expresó Don Vecchi cuando fueron beatificados. Cada uno de ellos tiene una biografía personal, que se entrelaza con la de los otros por su pertenencia a un ambiente salesiano que lo capacitó humana y espiritualmente para abrazar el martirio.
Eduardo Klinik, tímido y tranquilo,

Francisco, sensible y frágil, se enfermaba con frecuencia; pero era alegre y simpático, amaba los animales, y estaba siempre dispuesto a ayudar a los demás. Tenía el propósito de hacerse salesiano. Cuando el ejército alemán ocupó Polonia, al no poder continuar los estudio buscó trabajo en una fábrica industrial. El tiempo libre lo pasaba en el oratorio donde, en grande amistad con los otros cuatro, animaba asociaciones y actividades juveniles.
Jarogniew sobresalía sobre los demás: era uno que meditaba, tendía a ahondar la visión de las cosas, trataba de comprender los acontecimientos. Era un animador en el sentido mejor de la palabra. Descollaba por el buen humor, el empeño y el testimonio.
Ceslao era de carácter algo colérico pero espontáneo, repleto de energía, dueño de sí, pronto al sacrificio, coherente.

Eduardo Kasmierski se caracterizaba por la sobriedad, la prudencia, la bondad de ánimo. En el oratorio pudo desarrollar cualidades musicales no ordinarias. La vida religiosa absorbida en las fuentes familiares lo llevó pronto, bajo la guía de los salesianos, a la madurez cristiana. Durante la prisión demostró un grande amor hacia los compañeros. Ayudaba con gusto a los más ancianos y quedó libre de cualquier sentimiento de odio hacia sus perseguidores.
■ Estos jóvenes demuestran con qué fuerza sabe moldear la experiencia oratoriana, cuando ella puede contar con la corresponsabilidad, con la personalización de las propuestas educacionales y con salesianos capaces de acompañar a los jóvenes en el camino de la fe y de la gracia.

■ Antes de morir lograron escribir a sus padres. Al leer esos renglones uno queda asombrado, como delante de los grandes. Valga como ejemplo lo que escribió Francisco: “Mis queridísimos papás, hermanos y hermanas, ha llegado el momento del adiós de ustedes y cabalmente el 24 de agosto, día de María Auxiliadora... El Buen Dios me lleva consigo. No

(fuente: http://www.comunicadorsalesiano.org.pe/)
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