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viernes, 6 de junio de 2008

Introducción al Antiguo Testamento (II parte)

VOCABULARIO BÍBLICO-TEOLÓGICO

* Vocación (o llamada): Dios llama a algunos hombres para una misión determinada en favor de su pueblo (anunciar la salvación, un castigo; denunciar los pecados y los crímenes; liberar al pueblo...) y le da poder para cumplirla. Los elementos constitutivos de la llamada son: 1)un encuentro con Dios, 2)una llamada directa y personal de Dios, 3)el encargo de una misión concreta y 4) el poder para llevarla a cabo. Entre las vocaciones del AT destacan: Abrahán (Gen 12), Moisés (Ex 3), Isaías (Is 6), Jeremías (Jer 1,4-19), Ezequiel (Ez 2,1-10ss), Amós (Am 7,15).

Hoy, cuando en el lenguaje vulgar hablamos de vocación, pensamos más bien en aquello que nos apetece hacer. Habría que recuperar, por parte de los cristianos esta idea de llamada. Descubrir nuestra vocación no sería entonces buscar qué quiero hacer yo con mi vida, sino ponerse a la escucha de qué es lo que Dios quiere que haga: este es el camino más seguro para alcanzar la plenitud de la propia vida en favor de los demás.

* Alianza: Es una de las categorías más importantes del AT. El concepto “alianza” sirve para interpretar las relaciones de los hombres con Dios. El AT nos ofrece dos tipos de alianza:

PRIMER TIPO: La alianza como promesa solemne de Dios. Tres pactos de este tipo destacan en el Antiguo Testamento: 1) la alianza con Noé: de alcance universal y cuyo signo es el arco iris (Gen 9,12-25); 2) la alianza con Abrahán: limitada a la elección de un pueblo concreto y cuyo signo es la circuncisión (Gen 17,9-14); 3) la alianza con Moisés y el pueblo: su signo es el descanso del sábado (Ex 31,12-16).

SEGUNDO TIPO: La alianza como pacto entre rey y vasallo, con una serie de cláusulas, subrayando a la vez la iniciativa libre de Dios y la responsabilidad del hombre: “Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios”. La alianza se sella en el Sinaí (Ex 19 y 24), se renueva en Moab (Dt 29-30) y en Siquén (Jos 24). A estas se añade la alianza con David que es más bien una promesa a la dinastía (2 Sam 7; Sal 89).

La nueva alianza (NT), establecida por Jesucristo es defini¬tiva e invalida a la antigua. Las características de la nueva alianza son: el Espíritu de Dios concedido a todo hombre, la ley del amor (ley interna, no externa), la experiencia de Dios, el perdón de los pecados, la fraterni¬dad universal.

* Sacrificio: El hombre se posee a sí mismo y posee otros bienes suyos, que ama y aprecia con relación personal, pero por encima de sí mismo y de sus bienes aprecia a Dios como Bien Supremo, que le dio la vida y todos sus bienes y le seguirá ayudan¬do... Entonces el hombre se entrega a sí mismo o entrega con la finalidad de reconocer el poder de Dios, agradecerle sus beneficios, pedirle algún favor, expresar su arrepentimiento, reconci¬liarse y hacer las paces con Él etc..

El sacrificio adquiere su valor supremo en Cristo, que se ofrece totalmente a sí mismo en acto de fidelidad al Padre y de amor a los hombres.

El libro del Levítico se encarga de reglamentar cada tipo de sacrificio:

a) Holocausto: Se sacrificaba a Dios el animal entero, excepto la piel, que pasaba a ser de los sacerdotes. Se realizaba en acción de gracias o para obtener un favor (Lv 1)

b) Ofrenda vegetal: Era una ofrenda de flor de harina, roscas ázimas o grano sin fermentar, con aceite e incienso. Era una ofrenda espontánea a Dios. Parte de ella, se quemaba en el altar, como "memorial", es decir, para que Dios "se acordara" del devoto y lo bendijera. La otra parte servía al sustento de los sacerdotes (Lv 2)

c) Sacrificio de comunión: El ritual era similar al de los holocaustos, excepto que aquí se quemaba en el altar sólo la grasa (la parte mejor) y la carne la comían el fiel y su familia. Se consideraba como un banquete de comunión con Dios (Lv 3).

d) Sacrificio de expiación: Este sacrificio se ofrecía cuando una persona había pecado contra alguien o contra Dios. Este pecado "contaminaba" el lugar santo del Templo, por lo cual tenía que ser purificado. Se esparcía la sangre del sacrificio como signo de que la profanación había sido eliminada por medio de la muerte del animal. Parte del sacrificio se reservaba como alimento para el sacerdote. Cuando el fiel veía que el sacerdote comía la carne sin que le hiciera mal sabías que Dios había aceptado su arrepentimiento. (Lv 4-5).

El ritual del Día de la Expiación (Lv 16) era algo diferente. Se empleaban dos machos cabríos: a uno se le sacrificaba; al otro, en cambio, el Sumo Sacerdote le traspasaba todos los pecados del pueblo y era arrojado al desierto.
(Enciclopedia de la Biblia, 140-41)


PARA LEER EN LA FE

Abrahán y las promesas

Al comienzo de las tradiciones de Abrahán hay un relato de aparición divina, con llamada y promesa, clave para entender toda la historia (Gén 12,1-5):

"El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y servirá de bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.

Abrán marchó como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abrán tenía 75 años cuando salió de Jarán... Salieron en dirección de Canaán y llegarón a la tierra de Canaán"

Es un relato de vocación, en el que Dios aparece dirigiendo al palabra y el hombre respondiendo inmediatamente a su iniciativa. La llamada tiene algo de dureza: "Sal de tu tierra, de tu parentela, de la casa de tus padres...". Pero la promesa de tierra y de familia numerosa hace que la salida no sea al vacío. El relato señala obstáculos que lo hacen humanamente inviable. La tierra prometida está ocupada por los cananeos, y Abrahán será allí un extranjero residente. La ancianidad y la esterilidad le cierran el paso hacia la numerosa descendencia. Y los conflictos con los vecinos no dejan ver la bendición propia ni la ajena. Pero estos impedimentos parecen prestar nuevo vigor a la esperanza del patriarca. No es posible para él, pero sí lo es para el Dios de la promesa.

La promesa de tierra, de descendencia y bendición es corroborada por una alianza de Dios con Abrahán (Gén 15: Dios jura cumplir su palabra; Gén 17: Dios establece una alianza con Abrán, cambia su nombre por Abrahán e instituye la circuncisión como signo de esa alianza eterna).

[Para ampliar sobre la obediencia y la fe de Abrahán, alabada por la Carta a los Hebreos, se puede leer Catecismo, 144-149]

a) La promesa de la tierra: "A tu descendencia le daré esta tierra" (Gn 12,7)

La Biblia nos presenta a Abrahán como un emigrante y un pastor seminómada. Sale de Mesopotamia y llega a Canaán por la conocida puerta de Siquén. Recorre Canaán hasta Betel donde funda un santuario que visitarán sus descendientes. Continúa hacia el sur se instala en Mambré, un encinar cerca de Hebrón (Gn 12,4-8).

Después de un corto viaje a Egipto, se separa de su sobrino Lot, que elige el rico valle del Jordán, en la región de Sodoma, mientras que él se queda en las montañas de Betel, desde donde contempla toda la tierra prometida (Gn 13,14-17).

Después de muchos caminos, Abrahán se ve dueño efectivo de un pedazo de tierra en Hebrón. Es la finca y la gruta de Macpela, que Abrahán compra con su dinero a los hititas, con el pretexto de enterrar allí a su mujer (Gn 23).

b) La promesa de descendencia: "Haré de ti un gran pueblo" (Gn 12,2)

El más acariciado objetivo de Abrahán es la formación de la familia. Para empezar, lo que Abrahán tiene a la vista es la esterilidad de su mujer y los muchos años de los dos. Las leyes del país ofrecen a Abrahán la posibilidad de tener hijos de la esclava Agar; servían como los de Sara. Abrahán acepta y se conforma con Ismael, el hijo que le da Agar. Pero esta no es la solución. El hijo de la promesa será entero don de Dios.

c) La promesa de bendición: "Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo" (Gn 12,3)

El relato anterior a la vocación de Abrahán nos narra la historia de Babel y la dispersión de todos los pueblos (Gn 11,1-9). Esta maldición será contrarrestada por la bendición de Abrahán, que será principio y signo de armonía y de paz entre los hombres. Bendición es, en efecto, armonía y bienestar, bienes y fraternidad, cuando en todo ello se descubre el don gratuito de Dios.

Por esta razón, en los relatos de Abrahán se insiste cuidadosamente en las relaciones del patriarca con allegados y lejanos. Así el Génesis vincula a Abrahán con los ismaelitas (descendientes de Agar), con los moabitas y amonitas (descendientes de Lot) y con otros pueblos como los cananeos, los egipcios, etc.

*[Para ampliar leer Catecismo de la Iglesia Católica, 59-60)]

Abrahán y Jesucristo

"Contra toda esperanza humana, Dios promete a Abrahán una descendencia, como fruto de la fe y del poder del Espíritu Santo (Cf. Gn 18,1-15; Lc 1,26-38. 54-55; Jn 1,12-13; Rm 4,16-21). En ella serán beneficiadas todas las naciones de la tierra (Cf. Gn 12,3). Esta descendencia será Cristo (Cf. Ga 3, 16) en quien la efusión del Espíritu Santo formará "la unidad de los hijos de Dios dispersos" (Cf. Jn 11,52). Comprometiéndose con juramento (Cf. Lc 1,73), Dios se obliga ya al don de su Hijo Amado (Cf. Gn 22,17-19; Rm 8,32; Jn 3,16) y al don del "Espíritu Santo de la promesa, que es prenda... para redención del pueblo de su posesión" (Ef 1,13-14; Cf. Ga 3,14)."
(Catecismo de la Iglesia Católica, 706)

*Los cantos del Evangelio de Lucas, en la historia de la infancia, saludan el nacimiento de Jesús como cumplimiento de la promesa hecha a los padres y realización de las esperanzas suscitadas por ella: En el Magnificat, María proclama: "Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como la había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia para siempre" (Lc 1,54-55)

En el Benedictus, Zacarías, padre del Bautista, profetizó: "Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo... Realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán" (Lc 1,68.72-73).

* El Evangelio de san Juan nos relata un diálogo importantísimo de Jesús con los judíos acerca de Abrahán. Al final del mismo Jesús exclama: "Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día: Lo vio, y se llenó de alegría. Los judíos le dijeron: No tienes todavía 50 años, ¿y has visto a Abrahán?. Jesús les dijo: Os aseguro que antes que naciera Abrahán, YO SOY. Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo." (Jn 8,56-59)

* También san Mateo nos recoge unas palabras que Jesús dirigió a un centurión, admirado de su fe: "Os digo que vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos" (Mt 8,11).

* Será Pablo, no obstante, el que haga la interpretación más radical de las promesas hechas a Abrahán: "Pues bien, las promesas se hicieron a Abrahán y a su descendencia (no se dice 'y a los descendientes', en plural, sino en singular 'y a tu descendencia' que es Cristo)" (Gál 3,16)

Así pues, el Nuevo Testamento ve a Abrahán como el iniciador del Reino que ahora proclama Jesús. En esa cima del Reino culminará el largo camino de Abrahán, y entonces se reunirán con él todos los pueblos, formando una comunidad justa y armónica, réplica a la masa de Babel. Para empezar a realizar ese proyecyo fue llamado Abrahán, y para continuarlo y concluirlo vino el Mesías esperado, Cristo Jesús..

Los hijos de Abrahán

Los descendientes de Abrahán comparten con él un título de gloria. No obstante, la filiación de Abrahán fue más de una vez manipulada. Ya el profeta Ezequiel exigía a sus contemporáneos que imitaran las actitudes y comportamientos de Abrahán para participar de su promesa.

El Nuevo Testamento hará también sus matizaciones. San Pablo, el fariseo orgulloso de ser hijo de Abrahán, insitirá en que la filiación de Abrahán hay que ganarla. San Pablo distingue dos tipos de hijos de Abrahán: Ismael, el hijo de la esclava, e Isaac, el hijo de Sara, la señora. El verdareo hijo de Abrahán y su heredero es sólo Isaac (Gál 4,21-31). Pablo tiene claro que Dios no faltará a su promesa. Pero los que se glorían vanamente de ser hijos de Abrahán por razón de la raza, esos nos son sus hijos. Sólo los que poseen su confianza y su esperanza son realmente sus hijos y herederos. También añade Pablo que cuando Dios promete "En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra" estaba preveyendo la salvación de los gentiles (Gál 3,7ss), es decir, los que independientemente de raza y condición, creen y esperan en Dios.

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