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martes, 5 de agosto de 2008

04 de agosto, Día del Párroco

En el día de ayer, Nuestra Madre Iglesia, la Iglesia Católica Apostólica Romana, ha festejado el Día del Párroco en honor a San Juan María Vianney, quien fuer conocido simplemente como "El Cura de Ars" y es el patrono de los párrocos.

Ser párroco es todo un apostolado que debe ser muy gratificante espiritualmente en el sentido de que su labor es útil para que muchas almas lleguen a Dios. Es una responsabilidad que requiere de una gran preparación y, más que nada, tener la gran humildad de abandonarse en las manos del Señor para que se haga Su Voluntad y no la voluntad humana.

La Iglesia Católica está atravesando una crisis vocacional producto de la falta de jóvenes que se entreguen a Dios y a los demás desde el Sacramento del Orden Sagrado. Y los pocos que hay, están siendo permanentemente sometidos a presiones y tentaciones de todo tipo; está visto que al Maligno le molesta demasiado que hayan hombres y mujeres de Dios que trabajen arduamente por el Reino de los Cielos.

Particularmente, en la Iglesia de San Juan, hay varios párrocos que están atravesando momentos muy especiales y delicados. Son varios los sacerdotes que nos están pidiendo oraciones a todos para que pidamos al Altísimo que los proteja, los recubra de su Gracia para alejarlos de los peligros de este mundo.


¿Qué es ser párroco?

Antes que nada, hay que recordar que una parroquia es “una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (canon 515).

Según el Derecho Canónico (519), "El párroco es el pastor propio de la parroquia que se le confía, y ejerce la cura pastoral de la comunidad que le está encomendada bajo la autoridad del Obispo diocesano en cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho."

La designación de un párroco para una determinada comunidad es potestad exclusiva del Obispo de la diócesis que comprenda la parroquia en cuestión. Para ser párroco, son requisitos esenciales:

■ Ser persona física (cfr. canon 520 § 1)
■ Ha de ser presbítero (canon 521 § 1)
■ Debe destacar además por su sana doctrina y probidad moral, estar dotado de celo por las almas y de otras virtudes (canon 521 § 2)

Algunas de las funciones que se encomiendan especialmente al párroco las siguientes:

a. Anunciar la Palabra de Dios en su integridad a todos los fieles;
b. Poner a la Sagrada Eucaristía como centro de toda la vida parroquial;
c. la Administración de ciertos Sacramentos.
c. Procurar conocer a los fieles que se le encomiendan;
d. Residir en la parroquia, salvo motivos excepcionales;
e. Cooperar con el Obispo Diocesano;
f. Ha de llevar los libros parroquiales;
g. Debe presentar su renuncia a los 75 años de edad y dejar que el Obispo decida sobre su destino pastoral.


Mensaje del Padre Jorge Lona, Obispo de San Luis

El Santo Patrono de los sacerdotes que tienen a su cargo una Parroquia, es el modelo en que toda la Iglesia enaltece la figura del sacerdote Pastor de la grey a él confiada. Es Cristo Buen Pastor que así quiere llegar a nosotros, en la imagen sacerdotal del que fue su fiel discípulo e imitador.

Nos enseña que más allá de las limitaciones humanas, la acción divina, el Don de Dios, quiere suplir las carencias y hacer posible lo que el mundo de hoy declara imposible: la entrega total de la vida para el bien de los demás. La vida del sacerdote Párroco es una prueba en que el mismo Señor lo consuela y da fuerzas. Se le exige tanto, que se hace muy fácil criticarlo y señalar sus posibles falencias. Pero a través de los siglos, el Cristo que consagra en la Eucaristía permite el milagro de la Parroquia y del Párroco. También en esta semana próxima, el viernes 6, celebraremos la Fiesta de la Transfiguración del Señor. Allí el Señor reconforta a sus apóstoles con la imagen de su glorificación venidera, que El quiere que también alcancemos nosotros, en su Iglesia. Nuestra vida debe ser un camino hacia la Transfiguración. Y ello sucede en cada Parroquia, junto al Párroco, en la comunión donde el Señor no falta nunca, porque su amor y su misericordia son infinitas.

Oremos para que cada sacerdote Párroco pueda encontrar -en esa fiel imagen de Cristo que fue San Juan Maria Vianney- el modelo e intercesor que necesita. También lo necesita el Obispo, a quién le está encomendado ser Pastor de los párrocos Pastores. Son tareas que exceden la medida de las fuerzas humanas. Pero nuestra fe y nuestra esperanza nos hacen capaces de seguir el camino, repitiendo las palabras de San Pablo: "Todo lo puedo en aquel que me conforta".

(fuente: www.aciprensa.com)

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