I. INTRODUCCIÓN
La Biblia no es un libro como cualquier otro. No se puede leer así, de corrido, como una novela, o un periódico. La Biblia, siendo Palabra misma de Dios, deberá ser leída y meditada como un encuentro vivo con Dios. Nos dice el documento del Concilio Vaticano II: “Los cristianos deben recibir los libros sagrados con devoción, porque expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el misterio de nuestra salvación” (Dei Verbum, n. 15).
Por lo mismo debemos leer la Biblia con el mismo espíritu con que fue escrito. Ya pasaron aquellos tiempos del jansenismo bíblico, en los que la Biblia era considerada por algunos sectores católicos de opinión como un libro poco menos que prohibido, sospechoso, peligroso.
Gracias al uso del misal, a la participación activa de los fieles en la liturgia, a la propaganda de los sacerdotes y a los comentarios que sobre pasajes bíblicos se hacen en las reuniones y círculos bíblicos, innumerables fieles van tomando contacto directo con los textos sagrados. Siguiendo los deseos de la Iglesia, el movimiento bíblico se va extendiendo cada vez más entre el mundo cristiano. Numerosos cristianos tienen su Biblia, su Nuevo Testamento o sus Evangelios.
Pero no se puede uno adentrar en la Biblia sin un guía, pues se pierde. La Biblia no puede leerse ni entenderse provechosamente si no es explicada. Es esto lo que haremos a lo largo de estas explicaciones.
II. OBJETIVO DOCTRINAL: Ver cuáles son las disposiciones o actitudes para la lectura y comprensión de la Biblia.
III. OBJETIVO VIVENCIAL: Tratar de hacer vida las enseñanzas de la Biblia.
IV. TESIS: A la Biblia hay que acercarse con los pies descalzos, con el corazón abierto y con la voluntad disponible para escuchar a Dios y encontrarnos con Él. Su Palabra es luz para nuestros pasos, Alimento para nuestra alma y Camino de salvación.
V. EXPLICACIÓN DE LA TESIS:
1. Diversas actitudes para la lectura de la Biblia
a) Actitud literaria
La Biblia es un monumento literario de gran belleza; sobre todo, algunos libros son de un encanto particular, p.e. Génesis, Éxodo, Rut, Job, Salmos, Cantar de los Cantares, Evangelios. Por tanto, podemos leer la Biblia como obra literaria. Baste recordar cómo los temas bíblicos se han inmortalizado en literatura, escultura, pintura, mosaicos, vidriería, orfebrería, arquitectura, música, teatro. Pero no basta esta lectura literaria de la Biblia, pues así no sacaremos todo el fruto espiritual que Dios quiere para nosotros “aquí y ahora”. Esta actitud literaria nos llevaría sólo a ser diletantes y literatos de la Biblia.
b) Actitud crítica
Dado que la Biblia es colección de libros antiguos, muchos especialistas la leen con espíritu crítico, en el sentido científico de la palabra, es decir, ven la Biblia desde el punto de vista de las ciencias: Filología, etnografía, historiografía, arqueología, etc. Es buena esta actitud, pero tampoco basta, pues saldríamos eruditos de la Biblia, pero no tocaría todavía el centro de nuestra persona.
c) Actitud histórica
En la Biblia se narran episodios del Pueblo de Dios y de sus personajes, sus relaciones con otros pueblos y culturas del Oriente Medio. Esto hace que podamos acercarnos a la Biblia con ojo de historiador. No obstante, tampoco esta actitud sola es la correcta. Seríamos unos historiógrafos, nada más.
d) Actitud religiosa
Capta en la Biblia el mensaje de Dios para llevarlo a la vida. Esta debería ser la actitud más importante a la hora de acercarnos a la Biblia. No debemos olvidar que es un libro religioso. “Todo lo que en ellas se contiene ha sido escrito para nuestra enseñanza” (Rm 15,4). Y esta actitud requiere de profunda fe, de humildad sincera y de apertura total. Es Dios mismo quien nos habla, porque quiere entrar en comunión con nosotros y hacernos partícipes de su amor.
2. Verdaderas disposiciones para la lectura de la Biblia
a) Con fe y con amor
Como si estuvieras oyendo a Dios mismo, o leyendo una carta que Él te ha mandado. El Concilio Vaticano II dice estas bellas palabras:
“En la Biblia el Padre sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye el sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se aplican a la Biblia de modo especial aquellas palabras: la Palabra de Dios es viva y enérgica (Hb 4, 12); puede edificar y dar la herencia a todos los consagrados” (Hech 20, 32) (Concilio Vaticano II, Dei Verbum 21).
Ten la seguridad de que la Palabra de Dios bien recibida, te irá limpiando por dentro y te podrá salvar. Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes están limpios por la Palabra que han oído” (Jn 15,3). Y el apóstol Santiago: “Reciban la Palabra de Dios plantada en ustedes. Ella es poderosa para salvar sus almas” (1, 21).
b) Con respeto y veneración
Los personajes del Antiguo Testamento oían la divina Palabra descalzos y rostro en tierra (cf. Éxodo 3, 5-6). Si el valor de un cuadro o de un libro se aprecia por la firma de su autor, ¿qué estimación no ha de tener el cristiano de la Biblia, sabiendo que su autor es el mismo Dios?
Los primeros cristianos tenían una gran veneración a la Biblia. Por eso, copiaban capítulos enteros de su puño y letra, y los llevaban consigo, y, al morir, los familiares los depositaban sobre su pecho.
En el Concilio Vaticano II se entronizaba la Biblia solemnemente todos los días, antes de dar comienzo a las sesiones.
En muchas parroquias y en hogares cristianos la Biblia está entronizada en un lugar importante y destacado. Y antes de salir de casa, la besan. Y al volver a casa, vuelven a besarla.
c) Con espíritu de humildad
Hay que acercarse a la Palabra de Dios con humildad y sumisión a la Iglesia, pues fue ella la que recibió este sagrado depósito. “Yo te glorifico, Padre, porque has ocultado estas cosas a sabios y grandes y se las has revelado a los sencillos” (Mt 11, 25). Y es la Iglesia la que nos interpreta la Biblia, con la iluminación del Espíritu Santo, que guía a la Iglesia.
d) Con espíritu de oración
La Biblia hay que leerla de rodillas. ¡Cuántos libros de la Biblia se prestan para orar y meditar, por ejemplo, el libro de los Salmos2 ! El Concilio Vaticano II nos dice: “Recuerden que a la lectura de la Biblia deben acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus Palabras” (Dei Verbum, 25).
Y en otro lugar dice: “La necesidad de que los cristianos tengan pleno acceso a las Sagradas Escrituras” (Dei Verbum 22). E insiste en la necesidad de que los cristianos encuentren en la Biblia la fuente principal de su oración y de su vida religiosa (cf. Dei Verbum n. 25).
3. Antes de comenzar la lectura de la Biblia: Recógete con los ojos cerrados, por algunos momentos
Dios va a hablarte personalmente. Dile sencillamente: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”. O también: “Señor, creo que en las Sagradas Escrituras que voy a leer se contiene tu santa Palabra. Haz que la escuche con todo respeto y amor. Ilumina mi mente para que por medio de ella yo conozca tu santa voluntad, y mueve mi corazón para que yo cumpla con fidelidad lo que Tú quieres de mí”.
Pídele al Espíritu Santo que te ayude a entender y aceptar la Palabra del Señor: “Espíritu Santo, ilumina con tu luz mi cabeza y enciende mi corazón para que la Palabra de Dios pueda entrar y quedarse siempre en mí”.
4. Durante la Lectura de la Sagrada Escritura:
No debes leerla de corrido, sino despacio, procurando entender lo que Dios quiere decirte, meditando lo que lees; si no entiendes a la primera lectura, vuelve a leer el párrafo. Procura un ambiente de silencio, para que deje su fruto.
No debes leer muchas páginas de la Biblia, todas de un “trago”.
Te propongo estos pasos para la lectura y comprensión de la Biblia:
a) Lee un pequeño texto.
b) Haz una síntesis de las ideas principales. Para esto es útil subrayar con un lápiz las frases que te parecen más significativas y que te hayan impactado.
c) Saca una enseñanza: ¿Qué enseñanza quiere dar el Señor al hombre de hoy con esto que he leído? ¿Qué dice Dios a la sociedad de hoy con estas palabras? ¿Cómo responde a esta enseñanza la realidad que me rodea y el mundo?
d) Saca una aplicación personal: ¿qué mensaje me da a mí el Señor con estas palabras? ¿Qué me quiere decir con esto el Señor a mí, hoy, en esta situación personal, familiar, espiritual en que me encuentro?
e) Formula un compromiso o propósito: piensa delante del Señor cómo podrás cumplir hoy lo que Él te enseña en lo que has leído.
f) Conversa con Dios y pídele la fuerza de ser fiel a lo que has prometido. Termina tu lectura agradeciendo al Señor, con una oración.
5. ¿En qué orden conviene leer la Biblia?
a) San Jerónimo: escribiendo a una madre llamada Lea para que aconseje a su nieta le dice: “Cerciórate de que cada día estudie algún pasaje de la Escritura...Deberás primero aprender el libro de los Salmos, que son fáciles para orar y reflexionar con Dios. Luego puede buscar una regla de vida en los Proverbios. El Eclesiastés le enseñará a despreciar los bienes de este mundo. Job le dará un modelo de fuerza y paciencia. Pasará enseguida a los Evangelios, que deberá tener siempre entre sus manos. Luego leerá los Hechos y las Epístolas de Pablo y de los otros apóstoles. Después aprenderá los Profetas, el Pentateuco, y los libros históricos, acabando con el Apocalipsis y el Cantar de los Cantares”.
b) Otros autores proponen este orden: Evangelios, por ser el centro y el corazón de la Biblia; los Hechos, que nos narran los primeros años de la Iglesia; algunas cartas de san Pablo, las más cortas y fáciles (primera y segunda corintios, efesios, filipenses, colosenses...); los libros históricos; los libros poéticos, especialmente los salmos, para intensificar nuestro espíritu de oración y gratitud; las otras cartas de san Pablo, como Romanos y Hebreos; los libros proféticos; y, por último, el apocalipsis.
VI. CONCLUSIÓN
La Iglesia nos va educando para que entendamos mejor la Biblia. Y lo hace a través de la liturgia o acciones sagradas donde se celebran los misterios de nuestra fe. Por eso, la liturgia nos llevará a la Biblia. Prácticamente todos los símbolos que emplea la Iglesia los toma de la Biblia: el fuego, el agua, el pan. Conozcamos la Biblia para vivir mejor la Liturgia.
VII. ORACIÓN
Señor, aquí tienes mi corazón abierto, dispuesto a escuchar tu palabra con corazón sencillo y con la voluntad decidida para obedecerte. En Ti está la luz y la salvación. Amén.
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En los salmos encontramos materia para la oración:
a) Oración de adoración: 8, 33, 68, 92, 100, 104, 145, 147, 148, 150
b) Oración de acción de gracias: 9,30, 65, 103, 107, 118
c) Oración de arrepentimiento: 6, 32, 51, 143
d) Oración de petición y confianza: 3, 4, 5, 7, 42, 54, 70, 102
Encontramos además varias plegarias: La de Salomón (1 Re 8, 22-53; la de Ezequías (Is 38, 10-20); la de Jeremías (Lam 5, 1-22; la de los tres jóvenes hebreos (Dan 3, 52-90)
escrito por P Antonio Rivero LC
(fuente: catholic.net)
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