Un niño pequeño yace boca abajo sobre la arena de la playa. Es una foto impactante, que ha dado la vuelta al mundo y que remueve la conciencia de toda Europa. Miles de migrantes han muerto este año intentando llegar al “paraíso europeo” huyendo de la guerra, del hambre y de la barbarie.
Los migrantes partieron de la península turca de Bodrum rumbo a la isla de Kos, las embarcaciones se hundieron y el mar fue devolviendo a la playa los cuerpos inertes de quienes no tenían más remedio que huir de su tierra. La imagen de este niño, vistiendo una camiseta roja y acostado boca abajo en la península turca de Bodrum nos muestra una vez más que es lo que ocurre cuando los ricos cierran las puertas al pobre y necesitado.
“Había un hombre rico, Epulón, que vestía de púrpura y lino finísimo, y cada día celebraba espléndidos banquetes. Un pobre, en cambio, llamado Lázaro, yacía sentado a su puerta, cubierto de llagas, deseando saciarse de lo que caía de la mesa del rico. Y hasta los perros acercándose le lamían sus llagas”.
Hoy Epulón somos todos los europeos. Los que nos conmocionamos con esta fotografía, gritamos al cielo por este drama, lloramos por un par de días estas tragedias y poco a poco volvemos a vivir en nuestra cotidiana vida llena de banquetes y vestidos de púrpura y lino finísimo.
Hoy Epulón son los gobiernos europeos. Aquellos que rechazan a los refugiados, los que el pasado julio no pudieron ponerse de acuerdo para acoger a las 40.000 personas que llegaban procedes de Siria e Irak y que hoy en día siguen discutiendo sobre cómo solucionar las oleadas de pobres y necesitados a las puertas de sus palacios.
Hoy Epulón pone fosos a las puertas de su casa. Se construyen vallas alambradas, como la que las autoridades húngaras han puesto en la frontera con Serbia; se fortalecen las fronteras, con las ya “famosas” concertinas colocadas por España en su frontera con Marruecos; se intenta que los inmigrantes no lleguen a las puertas de Epulón: se impide que los trenes, llenos de inmigrantes, salgan de Hungría camino a Berlín y se les intenta dejar a las puertas, en centros de asistencia con los que puedan saciarse de lo que caiga de la mesa de la rica Europa.
Lázaro, sin embargo sigue intentando llegar a casa del rico y le pide ayuda. Lucha porque su familia, sus niños, sus mujeres, sus mayores puedan sobrevivir. Hoy Lázaro son los más de 23.000 inmigrantes que han llegado a las costas griegas en la última semana.
Hoy Lázaro son los refugiados de las guerras de Siria e Iraq, que se ven desvalidos y necesitados. Que ven como son expulsados de sus tierras mientras nadie mueve un solo dedo, que tienen que salir porque sino serán asesinados, que son capaces de jugarse la vida (en su tierra la tienen perdida) por llegar a una tierra donde puedan prosperar.
Lázaro está en todas partes del mundo, pero nadie lo quiere ver y escuchar, nadie le quiere ayudar. Está en la frontera entre España y Marruecos (Ceuta y Melilla), esta en la frontera entre México y EEUU (donde sólo las Patronas parecen acogerles y quererles); está en el Canal de La Mancha donde quieren llegar al Reino Unido, que día a día le pone más trabas burocráticas y está en aquellos países de donde sacamos el petróleo y las riquezas pero no queremos acoger a quienes nos han abierto las puertas de su naturaleza.
Lázaro tiene que sufrir la ignominia de quienes quieren hace negocio de su sufrimiento, quienes se aprovechan de las dificultades que pone Epulón para traficar con sus vidas. Aquellos que los trasladan hacinados en pateras o que les encierran en camiones y furgonetas soldadas, que les roban el poco dinero que tienen y les tratan como animales presas de la desesperación.
Gracias a Dios la sociedad europea está empezando a despertar y no todos los europeos son Epulón, ni todos los “ricos” dan la espalda al necesitado. Miles de islandeses piden al gobierno que actue, griegos e italianos se desviven por rescatar a los náufragos que llegan a sus costas y españoles se organizan, a través de las Caritas y ONGs para que no falte comida y abrigo a quienes han conseguido cruzar el estrecho.
Mucho hay que reflexionar para conseguir solucionar el gran drama de las migraciones forzosas, de los que no se agolpan a las puertas de la riqueza y llaman a la solidaridad y a la acogida. Recordad cómo termina la parábola de Epulón y Lázaro al morir y cómo les dio Abrahán respuesta: “Hijo, acuérdate de que tú recibiste bienes durante tu vida y Lázaro, en cambio, males; ahora, pues, aquí él es consolado y tú atormentado”.
(fuente: aleteia.org)
No hay comentarios:
Publicar un comentario