Dios, entonces, tomó la iniciativa y por eso creó un Plan de Salvación para restaurar la naturaleza humana. Fue preparando a lo largo de varios siglos la encarnación de su propio Hijo para que Él tuviera la delicada misión de redimirnos a todos.
Jesús nació en el seno de una familia sencilla de Israel. Previamente, el Señor fue preparando a la mujer que había elegido como Madre de su hijo: María, quien fue y es bendita entre todas las mujeres.
Como Jesús se iba a hacer uno de nosotros y compartiría todo con la humanidad menos el pecado, es que Dios decidió preservar a María de la mancha original del pecado en momento en que fuera concebida en el seno de su madre, Santa Inés. Pero Ella no fue eximida de las penas temporales como el dolor y las enfermedades corporales.
El dogma de fe
El 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus, el Papa Pío IX proclamó este dogma:
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
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