Vinicio protagonizó una de las imágenes más impactantes de este pontificado. Su enfermedad le ha generado una serie de deformaciones en la cabeza y el rostro, ahora afirma que su inesperado encuentro con el Pontífice le ayudó a aliviar el dolor.
En una entrevista concedida a la revista italiana Panorama, este oriundo de la localidad de Vicenza cuenta que al encontrarse con el Papa "primero le besé la mano, mientras él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Luego me acercó y me abrazó fuerte, me dio un beso en el rostro. Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me acogían. Me abrazó fuerte, fuerte".
"Intenté hablar, de decir cualquier cosa, pero no pude: la emoción era muy fuerte. Ha sido poco más de un minuto, pero a mí me ha parecido una eternidad. Luego he girado para ver a mi tía y le he dicho: aquí dejo las penas, aquí se quedan las penas", añadió.
"Sus manos eran suaves, suaves y bellísimas. Su sonrisa era limpia y abierta. Pero lo que más me ha impresionado es que no se puso a pensar si abrazarme o no. Yo no contagio pero él no lo sabía. Lo ha hecho y ya: me ha acariciado todo el rostro y mientras lo hacía solo sentía amor", agregó.
Con una voz casi de susurro a causa de una operación que le hicieron en la garganta, Vinicio recuerda con emoción ese día y asegura que el gesto de amor del Papa le ayuda a afrontar mejor el dolor que le provocan las heridas que tiene en todo el cuerpo, causadas por la enfermedad de Recklinghausen, un extraño mal conocido como neurofibromatosis de tipo 1.
La piel de Vinicio ha perdido toda elasticidad y las heridas le cubren los ojos pero puede ver. Los pies se le han deformado y están "devastados" por las llagas, dice Panorama. Tiene mucha comezón y cada mañana amanece con la malla de algodón empapada de sangre. "Los primeros signos se manifestaron cuando tenía 15 años. Me dijeron que iba a morir a los 30, pero aquí me tienen", explica.
La tía que lo acompañó en la Plaza de San Pedro recuerda que desde el comienzo de su enfermedad veía cómo la gente se alejaba de él con temor.
La idea de llevar a Vinicio a San Pedro fue de Blanca, la voluntaria de la asociación católica Unitalsi que cada año lo acompaña al Santuario Mariano de Lourdes en Francia para pedir su curación. "Vamos siempre una semana, me relaja mucho", cuenta y afirma que ya iba cuando era muchacho, con su mamá, que murió hace dos años de la misma enfermedad que ahora lo afecta a él.
Vinicio recuerda también que "una vez, en el hospital, entró un médico africano. Me miró y se puso rígido, alterado. Después de un rato se me acercó y me pidió perdón. Dijo que en África tuvo que lidiar con enfermedades terribles, pero nunca había visto algo tan devastador. Sus palabras me tocaron mucho".
(fuente: www.aciprensa.com)
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