Entrevista con monseñor Patrón, nuevo secretario para los seminarios de la Congregación para el Clero.
Ciudad del Vaticano, 05 de diciembre de 2013 (Zenit.org)
El monseñor mexicano, Jorge Carlos Patrón Wong, es el nuevo secretario para los seminarios. Llegó hace apenas una semana a Roma desde la diócesis de Papantla, pero desde el primer día está trabajando en su nuevo cometido, "la relación con los rectores, formadores, seminaristas y los obispos, que son directamente responsables de sus seminarios". Un trabajo muy constructivo como todo lo que es a favor de las nuevas generaciones, tal y cómo el propio monseñor Patrón define en la entrevista realizada por ZENIT. Para esta labor, se creará un equipo nuevo, con sacerdotes de distintos idiomas y países. La Congregación para el Clero está formada por dos secretarías -una para los seminarios y otra para el clero- ambas coordinadas por el prefecto, el recién nombrado monseñor Beniamino Stella. Esto es así desde el pasado 25 de enero, tras la reforma que Benedicto XVI realizó a través de un motu proprio, que pasó la competencia de los seminarios de la Congregación para la Educación Católica a la Congregación para el Clero.
Monseñor Patrón, el pasado mes de septiembre, recibió una llamada a las cinco de la mañana del nuncio apostólico de México, que se encontraba en Francia. Al otro lado del teléfono escuchó: "monseñor Jorge Carlos, te hablo desde Francia. Me acaba de hablar el cardenal Bertone, secretario de Estado y me dijo que el santo padre va a nombrar al primer secretario de los seminarios, quiere que sea un mexicano y quiere que seas tú". Recibió la noticia con mucha sorpresa pero su respuesta no pudo ser otra que sí, algo que reconoce aprendió en el seminario "que a todo lo que me pida la Iglesia a través de mis superiores dijera que sí". Aunque afirma que para él, vivir en el Vaticano estaba completamente fuera de sus expectativas.
¿Cómo han sido sus primeros días de trabajo en el Vaticano?
-- Mons Patrón Wong. Hasta el último minuto en la diócesis de Papantla lo dediqué al trabajo de allí. Cuando tomé el avión comencé a pensar en mi nuevo pueblo y mi nueva misión, los seminarios del mundo. Llegando aquí en la mañana, dejé las maletas en Santa Marta y me vine para la congregación inmediatamente. Ya estoy acá, comenzamos. Ese primer día hubo dos momentos significativos. Al terminar de comer me encontré en el pasillo con el papa. Él me sorprendió porque se acercó a mi y me dijo 'bienvenido, te conozco desde el Celam' y después una frase que me dejó mudo: 'estoy aquí para servirte'. Tras unos segundos de sorpresa le respondí, 'yo estoy aquí para servirle a usted y a la Iglesia'. Y como se tenía que marchar me dijo: 'Después hablamos'. El segundo momento, fue en la noche, cuando fui a la capilla a rezar. Sentí que alguien entró y se colocó detrás de mí, era el papa. Todo ese tiempo de oración en silencio, el saber que uno está orando con el papa, da una fortaleza y una experiencia espiritual extraordinaria.
Hablar del trabajo en los seminarios nos lleva directamente a hablar de las vocaciones y en consecuencia, la crisis vocacional. ¿Cómo enfrenta la Iglesia ésto?
-- Mons Patrón Wong. Cualquier elemento de una crisis, es vivida en la Iglesia desde la fe y la esperanza. Son momentos de gracia y para renovar a la Iglesia y para vivir con mayor autenticidad los planes de Dios. En pleno siglo XXI nos encontramos con un cambio de época, cambios muy rápidos, muy retadores y situaciones muy diversificadas en los continentes y los países. Pero al mismo tiempo con una fortaleza humana, espiritual y de experiencia formativa de siglos. Ante esta riqueza del pasado, ante la nueva situación que vivimos, es un momento de gracia para renovarnos, modificar, cambiar, adaptar muchas realidades de la formación sacerdotal de acuerdo a la realidad de las nuevas generaciones y lo que Dios nos está pidiendo para el mundo de hoy. Sin olvidar la riqueza de la experiencia pedagógica del pasado y sus frutos que es la santidad de muchos sacerdotes.
Latinoamérica se ha distinguido por una vitalidad vocacional y formativa, en los últimas décadas, es necesario contribuir con nuestra experiencia y al mismo tiempo enriquecernos con la experiencia de la Iglesia universal.
La crisis vocacional no es otra cosa que una expresión de una crisis más amplia de identidad del ser humano, de la familia, de ser cristiano, del propio mundo y de la propia sociedad. Pero hay que verlo con serenidad porque donde hay vida hay cambios.
La pastoral vocacional debe estar en todas las dimensiones de la Iglesia y todos debemos colaborar: familias, escuelas, parroquias... a vocacionalizar la vida humana. El elemento crítico es que a las nuevas generaciones se les enseña a ver la vida como una profesión y no como una vocación. Estamos en un momento precioso donde la Iglesia puede aportar al mundo y a las nuevas generaciones la experiencia de vivir la vida como vocación, llamada personal de Dios.
La formación en los seminarios ¿qué es necesario adaptar y qué debe permanecer?
-- Mons Patrón Wong. Desde el punto de vista vocacional lo que debe permanecer es la presencia y el encuentro personal con Cristo. Segundo, la vivencia comunitaria de la fe, somos Iglesia, familia. Tercero, la misión; tenemos un por qué, un para quién. Cuarto, es un camino de discernimiento; no tenemos todas las respuestas, las vamos descubriendo en el camino. Quinto, la vivencia de la fe, la esperanza y el amor que caracteriza la vida de un creyente. Sexto, la presencia de la Virgen María en nuestra vida.
Lo que sí tenemos que estar muy atentos es ¿dónde Dios vive? Hay que hacer presencia como Iglesia y cuál es el lenguaje, el modo y las formas como las nuevas generaciones viven esos valores. Porque la sociedad de hoy es muy diferente a la del pasado. Antes estábamos más protegidos por un ambiente cultural cristiano, hoy es un ambiente más plural, en muchos sentidos muy agresivo con los jóvenes y esto implica que la experiencia del joven es muy diferente a la que nosotros vivimos. Por eso hay que descubrir dónde están los jóvenes, y estar presentes para acompañar. Es interesante ver los cambios que hay que hacer y unirlos a la originalidad, de cómo Jesús estuvo presente en el desarrollo vocacional de los discípulos.
¿Qué dificultades se encuentran los jóvenes para poder vivir esta experiencia vocacional?
--El joven de hoy vive en un mundo lleno de agresividad, por la inseguridad, la desconfianza, la violencia, la competencia. También donde lo más delicado del ser humano es muy atacado, a través de vicios y corrupciones. Un niño o un joven encuentra a su alcance pornografía, alcohol, drogadicción, narcotráfico... y no lo pide pero llegan a él. Cuando uno comprende esta realidad, empieza a querer y amar más a los jóvenes. La experiencia vocacional se desarrolla en un ambiente y circunstancias difíciles. Y este es el reto. Para acompañar al joven, tenemos que entender esta realidad. Este mundo de hoy con tantas expectativas triunfalistas, materialistas, llenas de placer, de goces inmediatos, se topan con la realidad de la frustración porque no hay espacios donde trabajar y realizar sus sueños, es un mundo contradictorio.
El papa en la exhortación apostólica dice "no se pueden llenar los seminarios con cualquier tipo de motivaciones, y menos si estas se relacionan con inseguridades afectivas, búsquedas de formas de poder, glorias humanas o bienestar económico". ¿Cómo remediar esto?
Hay un camino que debemos hacer antes del seminario y es que los candidatos al seminario sean cristianos, seguidores de Jesús. Niños y jóvenes que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos. La tarea previa al seminario es esa. Si al seminario llegan buenos cristianos, lo que viene va a caminar muy bien. Es por esto que necesitamos la labor de toda la Iglesia y la sociedad. El seminario ayudará al joven que tiene alguna inquietud sacerdotal a descubrir si Dios le llama a vivir su vocación a la santidad como ministro al servicio del pueblo de Dios, con el corazón de Cristo Buen Pastor. Hay que verificar muy bien, durante todo el proceso, que la vida cristiana esté a la base. Y desde ahí responder al llamado especifico de la vocación sacerdotal.
¿Cuáles son los indicadores para descubrir si existe o no vocación sacerdotal?
-- A partir de su vocación cristiana un joven coloca a Jesucristo en el centro y, en su desarrollo espiritual, humano, intelectual y pastoral; todo es tocado, ensamblado por la presencia de Cristo en su vida. En la lucha de todos los días de un joven, trata de integrar en esa unidad toda su vida. Un joven que entra en el seminario debe tener esa dinámica, donde Cristo da sentido a todo. No se puede ser cristiano y vivir una vida moral de una parte, una vida de estudios de otra, una vida de diversión de otra... Este es un signo muy claro. Nadie es perfecto, pero puedes descubrir signos sobre quién está al centro como unificador de la vida de una persona. Además, la relación personal con Jesús va purificando, y hace madurar todos los demás aspectos. Pero también está la parte misteriosa, del llamado de Jesús. El muchacho tiene una inquietud de que Cristo le está llamando a la vida ministerial.
¿Cuál es la visión del papa para los seminarios?
-- El santo padre dice que este elemento formativo, constructivo y positivo a favor de las nuevas generaciones se realice. Es el aporte concreto y específico, que todo aquello que podamos hacer con la Iglesia para ayudar a que los jóvenes descubran, valoren, crezcan en la vocación que Dios les da. Los seminarios tienen un trabajo importante, no únicamente para tener mejores, más santos, más auténticos y felices sacerdotes. Si no también con aquellos que por cualquier razón entran en el seminario y Dios no les llama a eso, para que encuentren en la vida laical comprometida la felicidad de ser cristianos. Es un doble trabajo. Y un trabajo en conjunto con las parroquias, los movimientos, las familias y la sociedad.
El papa dice en la exhortación apostólica: "sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo". ¿Qué sueño tiene usted para los seminarios?
-- Sueño que los seminaristas y los sacerdotes estén siempre muy cerca de Dios y muy cerca de la gente. Porque esas dos cercanías son lo que hace feliz no únicamente a ellos, sino que hace que ese seminarista o sacerdote feliz, amando y sirviendo, produzca felicidad.
Que sean propositivos y felices. El sueño no es sacerdotes católicos para los católicos, sino para el mundo. El bien que el sacerdote debe realizar no es solo para la Iglesia católica sino para todos.
(05 de diciembre de 2013) © Innovative Media Inc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario