El obispo de San Isidro realiza un visita pastoral a una villa |
El obispo de San Isidro, monseñor Oscar Ojea, explicó que “en este Adviento el lema que tenemos para preparar la Navidad es ‘Cuidemos a Jesús que nace en el pobre’, en cada pobre. El Señor quiso nacer pobre, vivir pobre y morir pobre. No se hizo pobre sino por elección fue pobre, eligiendo la pobreza como modo de vida”.
En su mensaje para este tiempo litúrgico, el prelado preguntó “qué es la pobreza, qué son los pobres” y señaló que “cuando pensamos esto, de modo inmediato pensamos en aquellos hermanos nuestros a quienes les falta lo indispensable para vivir. Pensamos en aquellos que les falta alimento, que les falta ropa, que tienen una vivienda que nos es digna de la persona humana y en este sentido vemos la pobreza como una carencia”.
“Jesús va a inaugurar un nuevo sentido de pobreza que es la pobreza evangélica, que es la pobreza significada en el que lo da todo, en el que entrega todo. Por eso ‘felices los pobres porque de ellos es el Reino de los Cielos’. Volvamos a la pobreza como carencia, ‘Cuidemos a Jesús que nace en el pobre’. Esta pobreza como carencia tiene este aspecto más tradicional en su modo de considerarlo. El que no tiene qué comer, el que no tiene cómo vestir, el que no tiene lugar y espacio para vivir”.
Monseñor Ojea advirtió que “hoy han surgido en el mundo, en las grandes ciudades, especialmente alrededor de este Gran Buenos Aires, nuevas pobrezas. Una nueva pobreza que nos ha golpeado hondamente en los últimos años y que atraviesa de un modo transversal todas las situaciones sociales, es la droga”.
“Las adicciones se inscriben dentro de un contexto de una sociedad adicta, es decir de una sociedad que mira para otro lado. El adicto es el que no habla, podemos decir el que niega, el que no ve o no quiere ver. Entonces tenemos también evasiones en este sentido que tienen que ver con la adicción a la velocidad, a las maquinitas de juego, a todo lo que tiene que ver con la imagen, al mundo virtual, a la computación, a veces al trabajo, la adicción al alcohol. Y en este contexto la adicción a la droga”, agregó.
El obispo sanisidrense sostuvo que “el tema de la droga, el consumo de la droga, nosotros juzgamos que es una nueva pobreza porque está deshaciendo el espíritu y el sentido de la vida de nuestros jóvenes. La droga no solamente destruye las neuronas del cerebro, la droga destruye ‘hacia dónde va mi vida’. Por eso nosotros creemos que en nuestro mundo del Gran Buenos Aires, las adicciones son una nueva pobreza que generan otras pobrezas que llamamos nuevas pero que de alguna manera son de siempre pero que están generadas por este consumo, por eso muchísimas veces la violencia tremenda en la que estamos sumidos”.
“La lucha entre las bandas. La lucha entre las bandas de jóvenes y la policía. La delincuencia. La necesidad de armar para robar para seguir consumiendo. Nuestras cárceles están pobladas de muchachos y chicas adictos que al quedar presos hacen, necesariamente, el síndrome de abstinencia. Todo esto significa una gran pobreza, una gran falta del sentido de la vida. La falta de afecto, la falta de referencia familiar. Muchos chicos nuestros que están sumidos en la droga no tienen referentes familiares”, puntualizó.
“Al vivir la falta de afecto no tienen modo de salir sino a través de grupos de trabajo que puedan de un modo humano, cristiano, cercano, a través de la cultura del encuentro diría nuestro papa Francisco, evitando toda evasión, evitando todo modo de negar el problema y refugiarse autorreferencialmente en uno mismo, el mundo cercano de la cultura del encuentro que les puede hacer sentir que son queridos, que valen, que son valiosos, entonces poder recomenzar un camino nuevo. Poder encontrar en ellos mismos aquellas cosas valiosas que hacen que su vida tenga sentido. Poder volver a encontrar la posibilidad de un trabajo, que es dignidad, y que les devuelve el sentido de la vida y poder reinsertarse de un modo inclusivo en el campo social”, añadió.
El prelado indicó que “para poder enfrentar las nuevas pobrezas que son carencias, que no tienen que ver con la pobreza evangélica, sino que son carencias que rebajan hondamente la dignidad de la persona humana, para poder enfrentar las nuevas pobrezas es necesario nuevas estrategias, nuevas miradas, poder articular los trabajos, darnos cuenta de que estamos enfrentando un fenómeno de alcances enormes, que no podemos hacerlo solos, que son fenómenos que no tienen solo un aspecto, que no se pueden ver solo desde la seguridad entendida como represión al delito, que hay que atenderlos también considerando todo el problema enorme de la educación, de la familia, de la inclusión social, de la salud”.
Monseñor Ojea expresó su deseo de que “en esta Navidad podamos tener un gesto de cercanía en la oración, en el pensamiento, en la preocupación por tantos hermanitos nuestros que están castigados por este flagelo. Que podamos encontrar el modo de acercarnos y de aportar aquello que es lo mejor de nosotros para poder, junto a estos nuevos pobres, construir un mundo más humano y más cristiano”.
“Que Dios los bendiga y que podamos ir llegando a la Navidad creciendo nuestra esperanza a través de los actos de caridad que vienen como a limpiarnos la mirada, como un parabrisas nuevo y, a través de este cambio de mirada, hacernos mirar el mundo de otro modo porque el Señor está cerca de nosotros y vamos escuchando sus pasos que ya vienen, que ya llegan, para que la vida humana nunca esté sola sino que siempre esté acompañada por Él”, concluyó.+
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