Lectura del Santo Evangelio según San Mateo
(Mt 3, 1-12)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, comenzó Juan el Bautista a predicar en el desierto de Judea, diciendo: “Arrepiéntanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Juan es aquel de quien el profeta Isaías hablaba, cuando dijo: Una voz clama en el desierto: Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos. Juan usaba una túnica de pelo de camello, ceñida con un cinturón de cuero, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre. Acudían a oírlo los habitantes de Jerusalén, de toda Judea y de toda la región cercana al Jordán: confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río. Al ver que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver son sus obras su arrepentimiento y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé fruto, será cortado y arrojado al fuego. Yo los bautizo con agua, en señal de que ustedes se han arrepentido; pero el que viene después de mí, es más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. El los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego. El tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja. Guardará el trigo en su granero y quemará la paja en un fuego que no extingue” .
Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.
“Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a si mismo” (Alexei Tolstoi).
1.- Sin duda alguna que en el ánimo del mundo entero se respira un deseo de cambio:
- Estamos viendo cómo se están corrompiendo el país y sus instituciones.
- Estamos presenciando la caída de los valores fundamentales que son la base del buen funcionamiento de nuestras estructuras sociales, políticas, familiares y religiosas.
- Estamos experimentando cómo crece la pobreza, la falta de trabajo y el alto costo de la vida.
- Estamos viendo cómo cada día se nos hace más difícil la vida y la convivencia.
2.- Juan el Bautista vivió en situaciones muy semejantes a las nuestras. Su voz valiente, clara y sincera nunca la silenció, aunque llegó hasta costarle la muerte (Mat.14,6-12). Juan, desde el desierto, decía a todos: “Convertíos… Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas… Dad, pues, fruto digno de conversión” (Mt.2-3.8).
- Todos creemos, como Juan, que es necesario cambiar muchas cosas en nuestro mundo, en nuestro país, en nuestras familias, en las actitudes a tomar ante la vida, en nuestra misma manera de vivir la fe. El problema está en saber quiénes tenemos que cambiar. Porque, como dice el escritor soviético Alexei Tolstoy: “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”
Da la impresión de que hoy, como ayer, seguimos creyendo, que quien debe de cambiar esto, es un mesías con su varita mágica, mientras nosotros estamos mirando el cambio sentados en nuestra butaca. Siempre pensamos que
- Son los demás quienes deben ser los agentes del cambio.
- Son los demás quienes deben de cambiar; nosotros no, porque somos los perfectos, los únicos buenos.
- Los malos, los que no marchan bien, los que deben cambiar son los otros; como se suele decir: “Nosotros no tenemos vela en ese entierro”.
- Y como este es el pensamiento de todos, ninguno cambiamos y todo sigue igual. Por eso, como dice el proverbio chino, “antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, da tres vueltas por tu propia casa.”
3.- La verdad es que, aunque todos esperamos un cambio, todos esperamos que sean los demás quienes lo hagan. Pero el cambio es tarea de todos, como dice Gonzalo Gallo en su libro “Oasis”: “El mundo cambia, cuando cambiamos nosotros, cuando maduramos con nuevas metas para ser mejores y avanzar.”
- Nadie va a cambiar por nosotros.
- Nadie nos puede sustituir en el cambio que cada uno debe hacer.
- Nadie es tan perfecto que nada tenga que cambiar en su vida.
- Juan el bautista pedía un cambio y él, con su manera de vivir, fue el primero que dio testimonio de ese cambio al que llamaba (Mt.3,4).
- Pretender que el cambio lo hagan los otros, es seguir en lo mismo de lo mismo. Nos puede pasar lo que nos dice la parábola del gato y los ratones:
“En un determinado lugar había un gato que era el terror de los ratones. No los dejaba vivir en paz ni un instante; los perseguía de día y de noche. Como el gato era tan listo y no podían engañarlo, los ratones decidieron hacer una asamblea. Pasadas varias horas de discusión, sin haber llegado a acuerdo alguno, se levantó uno de los ratones y dijo: “Creo que lo mejor sería atar un cascabel al cuello del gato y así, cada vez que se fuera a acercar a nosotros, le oiríamos y nos daría tiempo a escapar de sus garras. “Los ratones, entusiasmados ante esa idea, la aprobaron unánimemente. Pero el mismo ratón que hizo la propuesta, se levantó, de nuevo y les dijo: “¿Y quién le pone los cascabeles al gato?” Al oír esto, los ratones se fueron yendo y nadie quiso saber nada de nada. Y el gato seguía siendo el terror de los ratones.”
- Nosotros, nuestra sociedad, nuestra Iglesia, necesitamos cambiar y no vale decir: “¿Quién le pone el cascabel al gato?” - Adviento es un tiempo propicio para el cambio al que nos invita Juan el Bautista: “Convertíos… Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas” (Mt.3,2-3); por eso, dice, con toda razón, el escritor uruguayo Eduardo Galeano: “Somos lo que hacemos, pero somos, principalmente, lo que hacemos para cambiar lo que somos.”
(fuente: www.musicaliturgica.com)
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