
Luego de un tiempo de discernimiento hemos organizado el primer encuentro que tendrá por destinatarios tanto a los predicadores como a los delegados que participan de la vivencia.
Requisitos para participar: Una edad mínima de 21 años.
Consideramos que quien ha ingresado a la facultad o ha iniciado una experiencia laboral, han hecho un camino de afianzar su mirada a la realidad del mundo y de la propia. Además, ya no experimenta el fervor de estar finalizando la secundaria, ni la ansiedad y el acelera del ingreso a la facultad. En general, ha esta edad, se experimenta un tiempo de replanteo del sentido de las cosas, lo que llamamos madurez.
Es por eso que, como requisito mínimo, pretendemos que a la hora de elegir quienes participen en el encuentro, tengan un mínimo de madurez afectiva, intelectual, moral y religiosa.
¿Qué es madurez afectiva, intelectual, moral y religiosa?
Es tener la capacidad de trascenderse. Es decir, no sólo saber qué siente; sino también conocerse porqué siento lo que siento y asumirlo. Es hacerse cargo de las consecuencias que desata una relación centrada en el otro. Así por ejemplo, no basta estar temeroso ante una realidad, la persona que se trasciende; se sabe temeroso y descubre las raíces de ese temor, aprender a vivir y decidir con temor. Es quebrar el aislamiento y no actuar sólo para sí mismo sino también para los otros. A esto le llamamos trascenderse.
Del mismo modo pasa en los demás niveles. Intelectualmente, ser maduro es saber y conocer qué pienso y a la vez saber el porqué pienso así. Es darnos cuenta de que el mundo está mediado por los significado y que el mundo no es conocido individualmente por los sentidos, sino por la experiencia de una comunidad que ha elaborado los significados y que continuamente está constituyendo socialmente la realidad por los juicios que hace de ella.
Moralmente, ser maduro es saber qué hago y porqué lo hago. Es el cambio de criterio que la persona utiliza para sus decisiones.
Finalmente, religiosamente, ser maduro es saber qué creo y porqué lo creo. Y es, en este nivel, donde la gracia de Dios tiene un puesto privilegiado, ya que es fruto de su acción donde el acto de fe transforma la vida, nos entregamos a Dios sin reparo y de modo pleno. Es don del Espíritu.
Esta madurez, que también llamamos conversión (nuevo modo de sentir, pensar, hacer y creer), es un proceso que solemos realizarlo durante la dirección espiritual y la vida sacramental. Es fruto del trabajo de la autoconfrontación y de la confrontación comunitaria. Es por eso que el proceso es doble, uno lo realiza a nivel personal, y a la vez en comunidad.
En vista a la conformación de los equipos de predicadora, vemos que es el requisito previo sin el cual crear comunidad será un imposible, o una dificultad.
ENCUENTRO:
LUGAR: Ceferino Las Heras.
FECHA: 8 de julio (21 hs.) y 9 de julio (19 hs.)
COSTOS: $ 15 (traer cena a la canasta)
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