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domingo, 27 de julio de 2008

¿A qué se parece el Reino de los Cielos?

Lectura del santo Evangelio según San Mateo (Mt 13, 44-52)

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo. El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra. También se parece el Reino de los cielos a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?” Ellos le contestaron: "Sí"'. Entonces El les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas".

Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Cuántas veces en el Evangelio Jesús nos habla del “Reino de Dios”, del “Reino de los Cielos”! ¡Y cuántas veces hemos repetido el “venga a nosotros tu Reino” al rezar el Padre Nuestro! Vale la pena preguntarnos, entonces ¿qué es el “Reino de los Cielos”? ¿Por qué es importante entender su significado y sus implicaciones?

Jesucristo nos lo explicó con muchísimas comparaciones y parábolas, de manera que pudiéramos captar la importancia de su Reino y la pre-eminencia y superioridad que debe tener frente a todo lo demás.

Tal es el caso de la Parábola del Tesoro escondido y la de la Perla fina. (Mt. 13, 44- 46). Ambas plantean cuán valioso es el Reino de los Cielos si se compara con otras riquezas. En el primer caso, se trata de un tesoro que alguien encuentra y,“lleno de alegría, vende todo lo que tiene”, para poder comprar ese terreno.

“El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.(Mt. 13, 44- 46).

La segunda parábola cuenta que un comerciante de perlas finas encuentra “una perla muy valiosa” y, entonces, va y vende todo lo que tiene para comprarla.

Como vemos, ambas comparaciones dadas por el Señor nos indican la superioridad que tiene el Reino de los Cielos frente a cualquier otra cosa, y nos hace ver la actitud que tiene quien lo llega a descubrir: se propone adquirirlo a cualquier costo, vende todo lo que tiene, para poder lograr tener lo que verdaderamente vale.

El Reino de los Cielos es, ciertamente, la presencia de Cristo en medio de nosotros y el anuncio de su mensaje de salvación. Pero la salvación que El nos vino a traer se completa en la eternidad cuando lleguemos a participar de la plenitud de la presencia de Dios en el Cielo. Y para llegar allí, para vivir el Reino de los Cielos y para vivir en el Reino de los Cielos, debemos “vender” todo lo demás y “comprar” ese terreno y esa perla que es nuestra salvación, que es el Cielo.

“Allí donde está tu riqueza, allí estará también tu corazón”, nos advirtió el Señor en otra oportunidad (Mt. 6, 21). ¿Y cuál es nuestra riqueza? ¿Qué es lo que consideramos más importante en nuestra vida? Será ... ¿el dinero? ¿la familia? ¿el trabajo? ¿el poder? ¿la recreación? ¿el cuerpo? ¿la salud? ¿la longevidad? ¿el conocimiento? ¿la actividad? ... ¿Cuál es nuestra riqueza? Si es alguna de estas cosas o algo parecido, y no es el Reino de los Cielos, estamos mal, pues tenemos puesto el corazón en lo que no es la riqueza más valiosa, la verdadera riqueza, la única riqueza.

Recordemos que en otro momento nos dijo el Señor, también refiriéndose a su Reino y comparándolo con otras riquezas: “Busquen primero el Reino de Dios y lo demás les vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33). Es decir, adicionalmente se nos darán otras cosas. Pero primero tenemos que buscar lo que es realmente importante: el Reino de Dios, la salvación.

“Busquen primero el Reino de Dios y lo demás les vendrá por añadidura” (Mt. 6, 33).

Un ejemplo elocuente de esta forma de como Dios quiere que seamos lo tenemos en el Rey Salomón, quien pidió a Dios sabiduría para cumplir bien la misión que Dios le había encomendado. Y Dios le dio la Sabiduría y también cosas que no le había pedido. Así contestó Dios la oración de Salomón: “Te voy a conceder, un corazón sabio y prudente como no lo ha habido antes, ni lo habrá después de ti. Y te voy a conceder lo que no me has pedido: tanta gloria y riqueza que no habrá rey que se pueda comparar contigo” (1 Reyes 3, 5-12).

Todas las demás cosas que no son el Reino de los Cielos es la “añadidura”, lo adicional. Eso es lo que hay que vender para comprar lo verdaderamente valioso. Pero si buscamos sólo la “añadidura”, lo secundario, corremos el riesgo de quedarnos sólo con eso y de perder lo que es importante. En cambio, si buscamos lo que verdaderamente vale, el Reino de los Cielos, tendremos eso ... y también lo demás. Buen negocio ¿no?

(fuente: www.homilia.org)

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