¡Vivir, palpitar, morir a los pies de la Cruz o en la Cruz con Cristo! A tus pequeños hijos, a los Hijos de la Divina Providencia, dona, Beatísima Madre, amor, amor; ese amor que no es tierra, que es fuego de caridad y locura de la Cruz.
Amor y veneración al “dulce Cristo en la tierra”, amor y devoción a los Obispos y a la S. Iglesia; amor a la Patria, así como Dios lo quiso; amor purísimo a los niños, huérfanos y abandonados; amor al prójimo, particularmente a los hermanos más pobres y doloridos; amor a los desamparados, a aquellos que son considerados desperdicios, deshechos de la sociedad; amor a los trabajadores más humildes, a los enfermos, a los inhábiles, a los abandonados, a los más infelices, a los olvidados; amor y compasión para todos, a los más lejanos, a los más culpables, a los más adversos, a todos y amor infinito a Cristo.
Danos, María, un ánimo grande, un corazón grande y magnánimo, que llegue a todos los dolores y a todas las lágrimas. Haz que seamos verdaderamente como nos quieres: ¡los padres de los pobres! Que toda nuestra vida sea consagrada a dar a Cristo al pueblo y el pueblo a la Iglesia de Cristo; que ella arda y resplandezca de Cristo; y en Cristo se consuma en una luminosa evangelización de los pobres; que nuestra vida y nuestra muerte sean un cántico dulcísimo de caridad y un holocausto al Señor.
¡Y luego...y luego el Santo Paraíso! Cerca de Ti, María: ¡siempre con Jesús, siempre contigo, sentados a tus pies, oh Madre nuestra, en el Paraíso, en el Paraíso!…“
Amén.
(*) Oración hecha por San Luis Orione
(fuente: http://www.donorione.org.ar/)
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