1. ¿Qué es el pecado original?
El pecado tiene su origen en los primeros seres humanos que existieron, representados en el relato bíblico del Génesis por Adán y Eva quienes, libremente y a instancias de la Serpiente (el diablo), decidieron trasgredir el orden natural creado por Dios y corrompieron el estado de pureza en el que habían sido creados.
Lo grave del pecado es que nos va haciendo perder paulatinamente la libertad.
Al contaminar su propia integridad, de ahí nacieron las demás generaciones humanas con la mancha de ese pecado en el alma, la cual es lavada por el Bautismo.
Es toda falta cometida libre y voluntariamente contra Dios, contra los demás y contra uno mismo que separa a la persona de la amistad de Dios, se pierde la gracia santificante.
Para que un pecado sea considerado grave, sea cual sea, es preciso tener pleno uso de las facultades mentales y querer cometer expresamente determinada acción contraria a la Voluntad de Dios.
No todos los pecados graves tienen el mismo grado de gravedad; el grado lo determina las mismas enseñanzas de la Madre Iglesia.
3. ¿Qué es un pecado venial?
Es una falta que no llega a ser grave y es la que se comete por negligencia, o bien cuando la persona ya no puede uso de su libertad física y mental.
No llega a romper la amistad con Dios, pero la debilita; la sumatoria de pecados veniales de los que no nos hayamos confesado arrepentidos con un sacerdote nos llevará indefectiblemente a cometer pecados mortales.
4. ¿Qué son los pecados capitales?
Son los pecados a los que la naturaleza humana tiende casi "naturalmente" a cometer debido a las consecuencias que todos sufrimos del pecado original. Al respecto, dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1866): "Los vicios pueden ser catalogados según las virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a los pecados capitales que la experiencia cristiana ha distinguido siguiendo a san Juan Casiano y a san Gregorio Magno (mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula, la pereza."
i) Soberbia: ante el deseo de alto honor y gloria
ii) Avaricia: deseo de acaparar riquezas
iii) Lujuria: el apetito sexual fuera del orden natural de Dios
iv) Ira: reacción desordenada ante un daño o dificultad
v) Gula: descontrol propio ante la comida y bebida
vi) Envidia: resiente las cualidades, bienes o logros de otro porque reducen nuestra auto-estima
vii) Pereza: del desgano por obrar en el trabajo o por responder a los bienes espirituales.
5. ¿Qué son las tentaciones? ¿es lo mismo que pecar?
Las tentaciones son todas las ofertas y proposiciones que recibimos a cada instante para que pequemos. Si bien las tentaciones pueden venir de parte de una persona, un programa de televisión, canciones, internet, determinadas conversaciones, entre otras, el origen está, lisa y llanamente en el Demonio.
El Diablo nos conoce a la perfección, es un ser sobrenatural dotado de una inteligencia y poder muy superiores a la de cualquier ser humano. Es por eso que solos es imposible vencerlo: solo en Cristo y con Cristo podemos salir victoriosos de las propuestas demoníacas.
Ser tentado no es pecar; la reacción del cristiano es, ante la tentación, rechazarla abiertamente aferrándose a la mano de Jesús y cobijándose en el manto de María, Nuestra Mamá Celestial.
6. ¿Qué es la culpa?
Es la condición que adquiere quien ha cometido un mal.
Hay culpas que pueden ser destructivas con uno mismo y otras que no. Las destructivas son las que dañan la propia autoestima de la persona y hacen que se aleje más y más del amor de Dios. La culpa que no lo es es aquella que despierta el arrepentimiento y el deseo del pronto regreso a la gracia de Dios.
7. ¿Dios deja de amarme cuando peco?
No. Esa es otra mentira que el Diablo quiere hacernos creer para llenarnos de culpa dañina y no buscar a Dios.
Dios siempre permanece Fiel, siempre ama a cada uno de nosotros por más alejados que estemos. Es uno mismo que, al pecar, decide alejarse de Dios.
Dios nos ama infinitamente y es por eso que nos entregó a Jesús (Dios Hijo) para redimirnos. Él siempre está esperando que volvamos a su Amor y sufre mucho por cada uno de sus hijos que no quiere dejar de vivir en el pecado.
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