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jueves, 17 de enero de 2008

¿Es mejor confesarse directamente con Dios?

El Sacramento de la Reconciliación, popularmente conocido como la "Confesión", ha sido cuestionado desde siempre tanto desde adentro como desde afuera de la Iglesia Católica. Los cuestionamientos no son pocos y, ciertamente, tienen su lógica particular.

Algunos afirman que no necesitan "intermediarios" en su relación personal con Dios, por eso no les hace falta participar en la Iglesia Católica ni, mucho menos, tener que decirle a un cura (tan o más pecador que uno mismo) los pecados cometidos y hablarle de las miserias propias. Dicen no soportar tener que ser juzgados por un sacerdote que no tiene porqué meterse en su vida.

Otros relativizan el concepto de pecado, ya que consideran que determinadas acciones u opciones de vida no son contradictorias con el mensaje de Cristo, por más que el Catecismo de la Iglesia Católica diga lo contrario. Inclusive atacan al catolicismo en general por decir que "nos quieren llenar de culpas".

Hay quienes sienten vergüenza de hablar sobre determinados aspectos de la vida: pensar que el sacerdote se puede escandalizar hasta reírse por los pecados que uno cometió.

No faltan los que dicen que no tiene sentido confesar pecados que muy probablemente se volverán a cometer. Sin darse cuenta, son víctimas de un pesimismo peligroso, ya que dejan de creer en si mismos y en Dios como fuente de salvación.

¿Por qué tengo que confesarme con un cura?

Antes que nada, es necesario confiarse a la Misericordia de Dios que es infinita. Dijo San Pablo una gran verdad: "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". No hay pecado que Dios no pueda perdonarle a un corazón sinceramente arrepentido, sea cual sea la falta cometida. Dios nos conoce totalmente a cada uno de nosotros porque Él nos creo, sabe de cada una de nuestras debilidades y miserias como así también valora más que nadie los dones que depositó con amor en cada uno. El pecado nos daña y Él quiere restaurarnos con su gracia... pero es necesario que uno abra el propio corazón y sea dócil a su Amor para dejarse amar por Dios.

Arrepentirse y pedir perdón a Dios mentalmente por alguna falta cometida es algo válido. Pero es solo el primer paso de un proceso que debe completarse con la Confesión de los Pecados ante un sacerdote.

Primero y principal, porque fue un explícito mandato que el mismo Jesús dejó a sus discípulos: 'A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados' (Jn 20,23). De esta manera, Jesucristo autoriza a sus discípulos a perdonar los pecados de sus semejantes.

Sea como sea, decirle a un hombre los pecados que se han cometidos requiere de un acto de gran humildad. No es lo mismo que saldar deudas con Dios en la propia conciencia.

Ese mandato se hace extensivo para todos aquellos que se hacen sacerdotes: cuando se ordenan, reciben el poder de perdonar los pecados. Todos los sacerdotes son también pecadores, ellos también deben confesarse frecuentemente con otro sacerdote... los demás no debemos preocuparnos en juzgar las fallas humanas de los curas porque para eso existe un Dios que los juzga y a ellos también les pone a disposición el Sacramento de la Reconciliación. No hay que detenerse demasiado en la persona del sacerdote que confiesa, hay que mirar más allá con los ojos de la fe y tener la humildad de reconocer abiertamente las faltas cometidas contra Dios, contra los demás y contra uno mismo.

Cuando uno comete un pecado, por más íntimo que sea, directa o indirectamente, es una falta contra los semejantes; es por ello que el sacerdote representa a la comunidad dañada por los pecados que perdona al pecador arrepentido.

Es importante recalcar que quien en definitiva nos absuelve de los pecados es el mismo Jesús; tengamos en cuenta que el mismo sacerdote que confiesa finaliza diciendo: "Yo te absuelvo de tus pecados en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

Dios siempre se ha servido de personas como intermediarios

Para todos aquellos y aquellas que se ufanan en decir: "CREO EN DIOS PERO NO CREO EN LOS CURAS" ó "CREO EN DIOS PERO NO CREO EN LA IGLESIA" hay que mostrarles que Dios precisa de un "intermediario" para administrar la absolución de los pecados... y no es un caso aislado. Veamos los siguientes ejemplos:

◙ La Biblia misma no ha sido escrita directamente por Dios, sino por seres humanos (pecadores) que han sido inspirados por el Espíritu Santo.

◙ Su Voluntad Divina la dio a conocer a través de profetas elegidos por Él mismo: lo vemos a lo largo del Antiguo Testamento y en la vida de los Santos.

◙ Su Iglesia fue dejada a cargo de un hombre, Pedro, quien fue un hombre con sus defectos y sus pecados además de ser un hombre de una gran fe.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mario
bienvenido, espero que hayas tenido unas bellas vacaciones.
Me gustó mucho este artículo, ya que es claro y consiso sobre un punto bastante trillado de nuestra fe, gracias por darnos cada vez algo que enriquece y alimenta el Alma.
Con E y D
Yeyi

Anónimo dijo...

A todos nos cuesta confesarnos, Yeyi... NO es nada fácil contarle a otra persona de las propias miserias...

Pero, por otro lado, es un gran acto de humildad el hecho de concurrir a un sacerdote para pedirle la absolución de los pecados.

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