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miércoles, 23 de enero de 2008

"Cambiar el Mundo"

Muchas veces hemos escuchado esta frase en la voz de algún cantante popular, algún líder carismático, dirigente político o dirigiente social; hasta alguno de nosotros lo habrá enunciado como uno de sus sueños. "Cambiar el Mundo" son tres palabras con un sonido dulce al ser pronunciadas pero que pueden volverse en una dolorosa quimera a la hora de aterrizar en la realidad nuestra de cada día. Veamos esta noticia.

En San Juan, un lugar de clima seco, cada vez que llueve moderadamente se suscitan problemas de diversa índole en calles y barrios, sobre todos en lugares en donde reside la población de más bajos recursos económicos. Los sanjuaninos lo hemos sufrido en el día de ayer y hoy, sobre todo en los Departamentos de Rawson y Pocito, situados al sur de la Ciudad de San Juan.

En las calles de la Ciudad Capital, como en los alrededores vemos que, cuando las lluvias son copiosas, las calles se transforman casi en ríos debido a la magros sistemas de desagües, ya que las cunetas se encuentran anegadas.

(foto: Diario de Cuyo)

La situación se torna más dramática en las villas periféricas, en donde proliferan asentamientos en donde cada cual levantó su casa con lo que pudo, algunos favorecidos con algunos ladrillos, y otros, muchos, con adobe, palos y nylon.

Con estas lluvias, los medios de comunicación desnudan la realidad que suele quedar oculta en el paisaje urbano: la precariedad y miseria con la que muchas familias viven día a día en la Argentina, la miseria (no solo la material) en la que nacen y crecen miles y miles de niños.

No faltan los periodistas que sacuden su modorra informativa, buscando el impacto social haciéndose eco de reclamos de esa pobre gente por mejoras de infraestructura de parte de los municipios o del Gobierno de la Provincia. Los Estados acuden a estas emergencias con lo que pueden y tienen enviando personal para que preste ayuda inmediata a los damnificados; por ejemplo, con la lluvia de ayer y hoy, el Ministerio de Desarrollo Humano de la Provincia de San Juan envía a sus trabajadores para que brinden asistencia, buscando albergues alternativos para aquellos que ven derrumbarse sus viviendas con las escasas pertenencias que tienen.

Dicen por ahi “Siempre que llovió, paró”. Y es entonces cuando el drama de toda esa gente pasa a formar parte del paisaje cotidiano de nuestra realidad. Vuelven al silencio mediático la falta de educación de esos niños que crecen en esas condiciones denigrantes, con numerosos casos de violencia familiar, abusos sexuales de menores, familias “ensambladas” y, lo que es peor, la escasa o nula esperanza de luchar por un bienestar digno para cada familia.

Muchos jóvenes crecen siendo hijos del pesimismo, del “nada va a cambiar”, del resentimiento contra la marginación social. Ahí cuando el verbo “sobrevivir” (más argentino, sería “zafar”) es el que conjugan día a día cientos de familias desposeídas. Todo esto configura un campo fértil para un sinnúmero de flagelos sociales, como drogas de las más insólitas y dañinas, alcoholismo, delincuencia, aparición de pastores apocalípticos que quieren llevar más agua para su molino que invitar a redimir corazones. El principal fundamento de su subsistencia proviene, en muchas oportunidades, de la caridad de organizaciones humanitarias como también del perverso asistencialismo de muchas administraciones públicas.

Urge tomar medidas de fondo, más que contentarse con parches provisorios.


¿Qué aporte puede hacer cada uno como hijo de Dios, como persona de Iglesia?

Cambiar el mundo es algo muy difícil por dos motivos: uno, porque hemos llegado al mundo con libre albedrío (podemos decidir qué hacer y qué no hacer) aunque no todos los seres humanos pueden ejercer este derecho natural y otro, que es el alto grado de ignorancia, de pobreza espiritual e intelectual que abunda en las masas en todo el mundo el cual es favorecido por los poderosos que quieren tener todo bajo su control.

Lo que nos queda pueden ser muchas cosas por hacer, pero se nos ocurren, básicamente, tres:

1- Cambiar uno mismo. Convertirse. Hacerse persona de fe, portadora de la esperanza, pero sobre todo AMAR. Es una camino personal de nunca acabar, pero muy enriquecedor; de nada sirve clamar por la paz en el mundo si mi propio corazón no está pacificado, de nada sirve hablar de los odios si en mi alma no abunda el Amor.

2- Orar fervientemente. Más de una materialista puede intentar suprimir esta alternativa, ya que no le vé mucho fruto inmediato; los que tenemos fe podemos asegurar que es una herramienta eficaz que nosacerca a propios y a extraños a Dios.

3- Actuar: cada uno de nosotros tiene una misión en esta vida, nadie sobra; entonces, es cuestión de saber descubrir el rol social que nos toca desde el lugar que estamos para ponerlo al servicio de Dios y de los demás; surge también la importancia de asumir apostolados comunitarios de acción social que vaya en búsqueda de soluciones de fondo con Dios como centro.

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