La oración es una manera de relacionarnos con otra persona, o con otras personas, esa es la diferencia fundamental, y efectivamente, por eso la oración presupone la fe en otro, y si la fe es débil o simplemente no existe, la oración termina siendo un simulacro, o un autoengaño. La oración es una conversación, qué puede darse en distintos niveles y con distintos énfasis.
Pensemos en la lectura en que Abraham abiertamente se pone a regatear con Dios la salvación de Sodoma y Gomorra. (Génesis 18, 20-21, 23-32) Esa es una oración, Abraham, en confianza, platicando y negociando con Dios, su certeza es absoluta. Al escuchar la lectura uno no piensa que Abraham está haciendo oración de intercesión, no, uno simplemente escucha el cuidadoso diálogo de Abraham usando todas sus habilidades de mercader, para tratar de salvar a las ciudades por medio de los justos. Eso es una oración que parte de la certeza del diálogo con otra persona, con Dios Padre.
Jesús enseña a orar a los discípulos con el Padre Nuestro, (Lucas 11, 1-13) nuevamente, el presupuesto es creer en y dirigirse a su Padre Dios, de otra manera NO tiene sentido rezar el Padre Nuestro. Luego Cristo explica como el Padre escucha la oración insistente –como la de Abraham-, y nos asegura que el Padre siempre nos da cosas buenas. El problema pues, está en creer que existe el Padre, para que tenga sentido el que nosotros conversemos con esa Persona de la Santísima Trinidad.
Y lo mismo podríamos decir de la presencia de Cristo en la Eucaristía mediante la acción del Espíritu Santo. Si de verdad creemos en estas otras dos Personas de la Divina Trinidad, entonces tiene sentido nuestro diálogo eucarístico, donde nos ofrecemos a Dios Padre y al mismo tiempo le pedimos nos transforme, pero si no creemos, difícilmente seremos transformados.
Y así podemos continuar, ¿cómo aceptar el reto que nos plantea el Papa Francisco de llevar el Evangelio a las periferias existenciales, a los pobres, a los más alejados de la Iglesia, si no creemos en la Persona del Espíritu Santo? ¿Si no creemos que Dios nos dará a través de esa Persona la gracia necesaria para hacer milagros y dar testimonio cristiano?
Desear buena vibra, es una manera muy informal de relacionarnos con los demás y además sin compromiso. Si de verdad queremos comprometernos con los demás, hay que echar mano de nuestro poder de ser Hijos de Dios, pedir a las tres Divinas Personas su intercesión, con confianza, seriedad e intensidad.
Sabemos que los problemas del mundo rebasan nuestras fuerzas. Si creemos en la comunión de los santos, pidamos ayuda en serio a los amigos de Dios, a su Madre para involucrarlos en las realidades que día a día afrontamos.
La clave de la oración está en fortalecer la relación con las Personas en quién decimos creer, pero que muchas veces relegamos, al grado de convertirlos en simples figuras de barro ante quién nos postramos, en lugar de hablarles y tratarlos como las Personas vivas que son.
escrito por Oscar Ibáñez
(fuente: www.encuentra.com)
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