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domingo, 11 de agosto de 2013

Estén preparados porque no saben a qué hora va a venir el Hijo del Hombre

Lectura del Santo Evangelio según San Lucas
(Lc 12, 32-48)
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No temas, rebañito mío, porque tu Padre ha tenido a bien darte el Reino. Vendan sus bienes y den limosnas. Consíganse unas bolsas que no se destruyan y acumulen en el cielo un tesoro que no se acaba, allá donde no llega el ladrón, ni carcome la polilla. Porque donde está su tesoro, ahí estará su corazón. Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos. Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, se estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre".

Entonces Pedro le preguntó a Jesús: "¿Dices esta parábola sólo por nosotros o por todos?" El Señor le respondió: "Supongan que un administrador, puesto por su amo al frente de la servidumbre, con el encargo de repartirles a su tiempo los alimentos, se porta con fidelidad y prudencia. Dichoso este siervo, si el amo, a su llegada, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que lo pondrá al frente de todo lo que tiene. Pero si este siervo piensa: 'Mi amo tardará en llegar' y empieza a maltratar a los criados y a las criadas, a comer, a beber y a embriagarse, el día menos pensado y a la hora más inesperada, llegará su amo y lo castigará severamente y le hará correr la misma suerte que a los hombres desleales. El servidor que, conociendo la voluntad de su amo, no haya preparado ni hecho lo que debía, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, haya hecho algo digno de castigo, recibirá pocos. Al que mucho se le da, se le exigirá mucho, y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más".


Palabra del Señor.
Gloria a ti Señor Jesús.

Se reúnen en este texto varias parábolas que exhortan a los creyentes a permanecer vigilantes en la espera de la venida del Señor. Más que poner el interés en las posesiones, el discípulo de Jesús debe estar esperando su venida. Este es el tema que desarrolla la primera parábola (Lc 12 35-38). Probablemente en la predicación de Jesús se relacionaba con la venida del reino, pero Lucas la lee a la luz de la venida del Hijo del hombre e incluso introduce, con respecto al texto similar de Mt 25 1-13, algún rasgo que personaliza más la espera (Lc 12 37b). La segunda parábola (Lc 12 39-40) apunta a la incertidumbre de la hora de la venida del Señor (Lc 17 24; 21 34-35; 1 Tes 5 2). Lo que se quiere inculcar no es tanto la vigilancia como el estar preparados, pues el que viene es el Hijo del hombre que se manifiesta como juez.

La tercera parábola (Lc 12 41-48) parece dirigirse, así se deduciría de la pregunta de Pedro, a los responsables de la Iglesia, aunque en la predicación de Jesús debía ser una crítica de los jefes del pueblo de Israel. El ministro prudente debe permanecer fiel a su tarea hasta que el Señor venga. Si descuida su servicio para con los demás, será castigado en el momento del juicio. La comunidad cristiana tiene en realidad una sola cabeza y un solo Señor. Jesús resucitado (Mt 23, 8-10). Todos los demás, aunque ocupen puestos de responsabilidad, son servidores y hermanos. El presidir la comunidad de los discípulos de Jesús no se puede nunca transformar en poder o autoridad.

La conclusión nos viene dada en los dos últimos versículos en los que se diversifica el castigo según que la desobediencia haya sido intencionada o no. Los primeros serán castigados más severamente. En cualquier caso estas líneas subrayan la mayor responsabilidad que en la Iglesia tienen aquellos que podemos llamar sus líderes. Es algo que el pueblo de Israel había experimentado previamente: la elección no es un privilegio sino una responsabilidad acrecentada (Jr 2 19; Am 3 2; Os 4 4-11). Y así debemos vivirla todos los creyentes que formamos parte del nuevo pueblo de Dios.

El Mensaje del Nuevo Testamento 
Luis F. García-Viana 
Casa de la Biblia


Resuena la Palabra

Las tres breves parábolas sobre la vigilancia que nos presenta el texto, nos alertan a revisar nuestras actitudes como "administradores" de lo que somos:

Somos "ciudadanos" miembros del Reino; "no temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha querido daros el reino" (v.32). El temor, la desesperanza e inquietud se nos instalan cuando tenemos las alforjas repletas de otros valores que son ajenos a ese reino.

"Dad limosna... Haceos bolsas que no se gastan..., tesoros inagotables..." (v.33). Nos está invitando a cultivar otros valores como la amistad de los menesterosos, la elección de lo simple..., la relación gratuita, el desapego a toda materialidad y acumulación; un "bien inagotable" es aquel que tiene la cualidad de lo gratuito: cuanto más se da, más se reproduce.

"Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón" (v.34). Nos está invitando a un "viaje" hacia la hondura, hacia lo esencial; un viaje al centro de nuestra vida: ¿cómo miramos lo que nos rodea y a quien nos rodea?

"Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas" (v.35). Tengamos una mentalidad de "desinstalados", de caminantes, de nómadas...; esto supone vivir centrados en lo esencial y sin grandes equipajes..., con sólo la riqueza del Reino que nuestro Padre ha querido darnos como el regalo más valioso, donde los pobres, los afligidos y misericordiosos son los preferidos.

Se nos ha dado en abundancia la máxima riqueza: el Reino; no nos preocupemos de conservar, acumular, tener... que nos empobrecemos.


Para la reflexión y la vivencia

¿Tengo una atención vigilante para ver qué se instala en mi corazón?
¿Cómo administro lo que me llega?
¿Cómo administro lo que soy, cuantos valores me habitan?

¿Dónde tengo puesto el corazón? ¿Quién es el amo?, ¿en qué invierto mi fuerza? ¿Quiénes son los preferidos en el amor?

¿Qué es para ti un "tesoro inagotable"?


Para el diálogo y la experiencia

Desentrañemos la siguiente frase del texto: "A quien se le dio mucho, se le podrá exigir mucho; y a quien se le confió mucho, se le podrá pedir más. " (v.48).

Observa las parejas de verbos: dio mucho - exigir mucho; confió - pedir. ¿Qué nos han dado a nosotros?, ¿qué se nos puede exigir? ¿Qué o quién se nos ha confiado? ¿Qué se nos pide hoy?


Terminamos orando con el Salmo 32 del Diurnal

Aclamad, justos, al Señor,
que merece la alabanza de los buenos.

Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones:

que la palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano.

Tema al Señor la tierra entera,
tiemblen ante él los habitantes del orbe:
porque él lo dijo, y existió,
él lo mandó, y surgió.

El Señor deshace los planes de las naciones,
frustra los proyectos de los pueblos;
pero el plan del Señor subsiste por siempre,
los proyectos de su corazón, de edad en edad.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.

El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres;
desde su morada observa
a todos los habitantes de la tierra: él modeló cada corazón,
y comprende todas sus acciones.

No vence el rey por su gran ejército,
no escapa el soldado por su mucha fuerza,
nada valen sus caballos para la victoria,
ni por su gran ejército se salva.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

(fuente: www.siervas-seglares.org)

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