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miércoles, 14 de agosto de 2013

Don Bosco en las cárceles: adultos, niños y piojos

Don Bosco no se dedicó plenamente al ministerio una vez ordenado sacerdote. Los primeros dos años los pasó mezclando el estudio y el conocimiento de la realidad de los y las jóvenes de Turín.

El formador que lo guió, Don Cafasso, para que nuestro santo entendiera hasta el fondo la realidad de los jóvenes, lo invitó a acompañarlo a las prisiones. Desde su primera visita nunca dejó de acudir a ellas para hacerse amigo de los jóvenes y, posteriormente, para invitarlos al Oratorio una vez obtenida la libertad.

Antes de su primera visita a la cárcel, Don Bosco, conoce a los chiquillos de Turín que luchan por vivir: jóvenes albañiles, obreros y aprendices, niños que limpiaban las chimeneas y muchos chiquillos que buscan trabajo. No conoce todavía a aquellos que fracasaron terminando en la cárcel que hasta 1845 mezcla a adultos y jóvenes.

Al entrar en las cárceles Don Bosco se conmueve por la oscuridad de los pasillos, la humedad de las paredes y, sobre todo, por el aspecto triste y escuálido de los detenidos, amontonados en barracones. Experimenta repugnancia y ahogo. Así escribe en sus memorias, “hay un gran número de jovencitos de 12 a 18 años, todos sanos, robustos, de inteligencia despierta. Verles allí inactivos, comidos por los insectos, faltos de pan espiritual y material, fue algo que me hizo espantar”.

Vuelve a las cárceles para aprovechar la oportunidad del catecismo vigilado por un guardia pero, sobre todo, para establecer contactos personales, de tú a tú, cosa que no le resulta fácil por la historia de traición que muchos de ellos han sufrido. Sin embargo, los jóvenes poco a poco se muestran menos desconfiados y le abren su corazón de amigo a amigo.

Al conocer sus historias de rabia, hambre y explotación (muchos de ellos eran enviados a robar por adultos que se apropian de lo robado), la suciedad y los piojos que a él mismo le acompañan llega a la siguiente conclusión: “Estos chiquillos deberían encontrar fuera un amigo que los cuide, los asista, los instruya y los lleve a la Iglesia en los días de fiesta. Entonces quizás no volverían a caer”.

Su conclusión la hace oración, la comparte con Don Cafasso, su formador, y le pide al Señor que le indique cómo hacer para llevarla a la práctica porque sabía que, sin Dios, los esfuerzos no fructifican.


Para meditar

• ¿Qué situaciones de la realidad de los jóvenes más pobres te “hacen espantar” en la actualidad?
• ¿Qué le pides al Señor y cómo lo concretas a partir de lo que ves?

(fuente: www.fundaciondonbosco.cl)

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