Palabras del papa Francisco en la audiencia de hoy:
¡Vayan, salgan de ustedes mismos para llevar la luz y el amor del Evangelio a todos, hasta los extremos periféricos de la existencia!'
Ciudad del Vaticano, 04 de septiembre de 2013 (Zenit.org)
Este miércoles, ante una Plaza de San Pedro abarrotada de fieles, el santo padre centró su catequesis en las implicancias que tuvo su reciente viaje a Brasil, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud.
A continuación la enseñanza del papa.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Continuamos nuestro camino de las catequesis después de las vacaciones de agosto, y hoy quiero contarles acerca de mi viaje a Brasil, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud. Ha pasado más de un mes, pero creo que es importante volver sobre este evento, que a la distancia del tiempo permite captar mejor el sentido.
En primer lugar quiero dar gracias al Señor, porque es Él quien ha guiado todo con su Providencia. Para mí , que provengo de las Américas, ¡fue un bonito regalo! Y por esto agradezco también a Nuestra Señora de Aparecida, que acompañó todo este viaje: hice la peregrinación al gran santuario nacional del Brasil, y su venerada imagen estaba siempre presente en el escenario de la Jornada Mundial de la Juventud.
Yo estaba muy feliz por eso, porque Nuestra Señora de Aparecida es muy importante para la historia de la Iglesia en Brasil, pero también para toda la América Latina; en Aparecida los obispos latinoamericanos y del Caribe tuvieron una Asamblea General, con el papa Benedicto: una etapa muy importante del camino pastoral en esa parte del mundo, donde vive la mayor parte de la Iglesia Católica.
Aunque ya lo he hecho, quiero renovar el agradecimiento a todas las autoridades civiles y eclesiásticas, a los voluntarios, a la seguridad, a las comunidades parroquiales de Río de Janeiro y de otras ciudades del Brasil, donde los peregrinos fueron recibidos con gran fraternidad. De hecho, la recepción dada por las familias brasileñas y las parroquias fue una de las cosas más bellas de esta Jornada Mundial de la Juventud. Gente buena estos brasileños... ¡Buena gente! Tienen realmente un corazón muy grande.
La peregrinación siempre implica malestar, pero la acogida ayuda a superarlos y, de hecho, lo transforma en ocasión para el conocimiento y la amistad. Nacen lazos que luego se mantienen, sobre todo en la oración. También así crece la Iglesia en todo el mundo, como una red de verdadera amistad en Jesucristo, una red que a la vez que te toma, te libera. Por lo tanto, acogida: esta es la primera palabra que surge de la experiencia del viaje a Brasil. ¡Acogida!
Otra palabra resumen puede ser fiesta. La Jornada Mundial de la Juventud es siempre una fiesta, porque cuando una ciudad se llena de muchachos y muchachas que van por las calles con banderas de todo el mundo, saludándose, abrazándose, esto es una verdadera fiesta. Es una señal para todos, no solo para los creyentes. Y después está la celebración más grande que es la fiesta de la fe, cuando se alaba juntos al Señor, se canta, se escucha la Palabra de Dios, se permanece en una silenciosa adoración: todo esto es el culmen de la Jornada Mundial de la Juventud, es el verdadero propósito de esta gran peregrinación, y se vive de una manera particular en la gran Vigilia del sábado por la noche y en la Misa final. He aquí la gran fiesta, la fiesta de la fe y de la fraternidad, que se inicia en este mundo y no tendrá fin. ¡Pero esto solo es posible con el Señor! ¡Sin el amor de Dios no hay verdadera fiesta para el hombre!
Acogida, fiesta. Pero no puede faltar un tercer elemento: la misión. Esta Jornada Mundial de la Juventud se caracterizó por un tema misionero: "Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones". Hemos escuchado la palabra de Jesús: ¡es la misión que Él le da a todos! Este es el mandato de Cristo resucitado a sus discípulos: ¡"Vayan", salgan de ustedes mismos, de cada cerrazón para llevar la luz y el amor del Evangelio a todos, hasta los extremos periféricos de la existencia! Y fue este mandato de Jesús lo que les he confiado a los jóvenes que llenaban completamente la playa de Copacabana. Un lugar simbólico, a la orilla del mar, que hacía pensar en la orilla del lago de Galilea. Sí, porque aún hoy en día el Señor repite: " “Vayan…" y agrega: "Yo estoy con ustedes, todos los días...". ¡Esto es fundamental! Solo con Cristo podemos llevar el Evangelio. Sin Él no podemos hacer nada --nos lo ha dicho él mismo (cf. Jn. 15,5) . Con él, sin embargo, unidos a él, podemos hacer mucho. Incluso un niño, una niña, que a los ojos del mundo cuenta poco o nada a los ojos de Dios es un apóstol del Reino, ¡es una esperanza para Dios!
A todos los jóvenes quisiera preguntarles en voz alta: pero no sé si hay gente joven hoy en la Plaza: ¿hay jóvenes en la Plaza? ¡Hay algunos! Me gustaría, a todos ustedes, preguntarles en voz alta:¿quieren ser una esperanza para Dios? [Jóvenes: “¡Si!”] ¿Quieren ser una esperanza para la Iglesia? [Jóvenes: “¡Si!”] Un corazón joven que acoge el amor de Cristo, se convierte en esperanza para otros. ¡Es una fuerza inmensa! Pero ustedes, chicos y chicas, todos los jóvenes, ¡ustedes tienen que transformarnos y transformarse en esperanza! Abrir las puertas a un nuevo mundo de esperanza. Esta es su tarea. ¿Quieren ser la esperanza para todos nosotros? [Jóvenes: "¡Sí!"]. Pensemos en lo que significa aquella multitud de jóvenes que han encontrado a Cristo resucitado en Río de Janeiro, y llevan su amor en la vida de cada día, lo viven, lo comunican. No terminan en los periódicos, porque no cometen actos violentos; no hacen escándalos, y por lo tanto no son noticia. Pero si permanecen unidos a Jesús, construyen su reino, construyen fraternidad, el compartir, obras de misericordia, son una fuerza poderosa para que el mundo sea más justo y más hermoso, ¡para transformarlo! Pido ahora a los niños y niñas que están aquí en la Plaza: ¿tienen el coraje de asumir este reto? [Jóvenes: "¡Sí!"] ¿Tienen el coraje, o no? No he escuchado bien… [Jóvenes: "¡Sí!"]. ¿Se animan a ser esta fuerza de amor y de misericordia que tiene el coraje de querer cambiar el mundo? [Jóvenes: "¡Sí!"].
Queridos amigos, la experiencia de la Jornada Mundial de la Juventud nos recuerda la verdadera gran noticia de la historia, la Buena Noticia, a pesar de que no aparece en los periódicos ni en la televisión: somos amados por Dios, que es nuestro Padre y que envió a su Hijo Jesús para hacerse cercano a cada uno de nosotros y salvarnos. Ha enviado a Jesús a salvarnos, a perdonarnos todo, porque Él siempre perdona: Él siempre perdona, porque es bueno y misericordioso. Recuérdenlo: acogida, fiesta y misión. Tres palabras: acogida, fiesta y misión. Que estas palabras no sean solo un recuerdo de lo que sucedió en Río, sino que sean el alma de nuestra vida y de la vida de nuestras comunidades. ¡Gracias!
Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.
(04 de septiembre de 2013) © Innovative Media Inc.
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