Intentaré explicarme: la reducción de la religión al ámbito privado puede haber provocado por un lado el ateismo contemporáneo, y como fruto de la consiguiente destrucción de la unidad de la persona, una separación entre fe y vida, y por tanto nada tiene de extraño que proliferen en nuestra época los fundamentalismos; e incluso las conversiones al islamismo, pero serían debido –aporta un estudio de “Alfa y Omega”- como que “el vacío de verdad y de sentido, propio de la mentalidad escéptica difundida en Europa, es rellenado de un modo ventajoso por una religión que pide sólo un acto de fe en Dios y parece no poseer dogmas, misterios, estructuras jerárquicas, ritos sacramentales”.
En una sociedad que desea ser pluricultural y plurireligiosa, ¿por qué este diálogo con el Islam es difícil? Por una parte, -dijo el cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI-, observamos que en los musulmanes no hay una ortodoxia ordenada y común a todos sus pueblos. En una palabra, encontramos un islam noble y otro terrorista, y no sería justo identificarlos. En cualquier caso, hay algunos factores que dificultan el diálogo pues las divergencias a veces son profundas: ahí la Iglesia y Estado van juntos, no pueden separarse. "El Corán marca a la sociedad dede el principio hasta el final". Además, hay un sometimiento de la mujer al hombre, y muchas cosas de derecho penal que se contraponen a la sociedad moderna. Ellos responden diciendo: "sí, nosotros somos la fuerza esencial de la religión". Y esto incluso fascina a muchos, les da un momento de vivencia especial.
La diferenciación doctrinal es muy grande. Los musulmanes consideran a Jesús como el último de los profetas y muchos pasajes del Evangelio están recogidos en el Corán. Por ejemplo, el nacimiento virginal de Jesús o la santidad y virtud de María. Pero la revelación islámica culmina en Mahoma, que explica el pacto que Dios comenzó en Abraham. Sin embargo, parece como si al desgajarse del torrente de vida cristiana, pierde aspectos sustanciales. Concretamente, quería detenerme en que no nos presenta un Dios cercano sino lejano, pues subraya la trascendencia de Dios. No es una religión de conocer a Dios sino una religión de salvación. Como la providencia divina lo guía todo, hay una tendencia entre libertad y predestinación que lleva tanto al fatalismo como al goce de disfrutar de los bienes de cada día. Dios está siempre fuera del mundo, se pierde el mensaje revelado de Emmanuel, Dios-con-nosotros. Es siempre Majestad que infunde respeto.
Sin duda, su religiosidad es modélica en un mundo secularizado: La oración es vital en el Islam, pero es oración de asombro, alabanza y sumisión, no conoce la relación fundamental de la religión cristiana: hijo-padre (la relación del creyente con Dios no trasciende la de criatura-creador o la de esclavo-amo). Dios perdona siempre que haya fe, que no haya incredulidad o apostasía; pero no es un perdón en el sentido cristiano y de ahí su fatalismo (no se conoce la redención de Dios a través de su Hijo). Cristo nos dice que pidamos perdón a Dios como un hijo a su padre, pues lo propio de Dios es ser misericordioso: es un padre que tiene entrañas de misericordia y no puede no perdonar y acoger amorosamente al hijo que vuelve a casa.
La vida ascética musulmana, por contraste, consiste en sucesivas conversiones mediante la petición de perdón por los pecados, ayuno y obras de misericordia. El aspecto sacrificial, expresado en el sacrificio de animales, es signo de la ofrenda a Dios del corazón.
Es una religión que se basa en la confianza de que quien cree en Dios (en las palabras divinas recogidas el Corán), y en Mahoma: quien es fiel a esta palabra divina se salvará. Pero esta confianza no es algo sentimental como parecen entender los que se “cambian” de religión para acoger el Islam: implica vivir cuanto dice el Corán, que es una ley más bien dura para lo que muchos occidentales están acostumbrados, pues abarca todos los momentos de la vida desde los alimentos que hay que tomar y qué vestidos deben usarse.
Dentro de esta salvación de la que habla el Corán, hay una “simpatía” para los parientes próximos que son los judíos y cristianos, pues estos se salvarán después del purgatorio (si son fieles, y no han apostatado).
El respeto habría de ayudarnos a ir conviviendo con los que van siendo cada día más en nuestra sociedad. Ellos tendrán que conocernos mejor a nosotros, que tenemos una profunda separación entre religión y Estado. Nosotros a ellos. Ellos ven que muchos que se dicen cristianos no viven como tales. Nosotros vemos que la mujer está discriminada, y que el Islam nos habla de una salvación basada en la fidelidad, en la que ¿cómo vamos a estar seguros de ser fieles y cumplir tantas leyes? “Sin embargo -como indicó Juan Pablo II en “Cruzando el umbral de la esperanza”- la religiosidad de los musulmanes merece respeto. No se puede dejar de admirar, por ejemplo, su fidelidad a la oración. La imagen del creyente en Alá que, sin preocuparse ni del tiempo ni del sitio, se postra de rodillas y se sume en oración, es un modelo para los confesores del verdadero Dios, en particular para aquellos cristianos que, desertando de sus maravillosas catedrales, rezan poco o no rezan en absoluto”.
Muchas cosas buenas que ya se han hecho en este campo de la convivencia y el diálogo. En Francia, donde la “minoría” musulmana es de más de cuatro millones de los cuales dos millones tienen ya pasaporte francés, se ve que hay padres de religión musulmana que prefieren enviar a sus hijos a las escuelas católicas, “por ser más tolerantes que las instituciones estatales”, dice un informe. “Los valores espirituales, el respeto a Dios y a los demás, son cosas que no encontramos en las escuelas públicas”, comenta un padre musulmán que lleva a sus hijos a una escuela católica de Marsella. “Prefiero que mis hijos vayan a una escuela católica que a una escuela coránica. En una escuela católica, los chicos tienen una posibilidad mayor de integrarse. Además —afirma este padre—, ¿no es verdad que musulmanes y cristianos creen en un único Dios "que ha creado el mundo y conduce a sus criaturas a la perfección"?
escrito por Llucià Pou Sabaté
(fuente: es.catholic.net)
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