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lunes, 19 de mayo de 2008

Acerca de SACERDOTISAS EN LA IGLESIA CATÓLICA

Cada tanto, surgen entre los católicos el debate acerca de que si conviene o no que se inicie con la ordenación de mujeres como sacerdotisas. Las motivaciones son varias pero, principalmente, prevalece la idea de que Nuestra Madre Iglesia sería una institución machista y, por ende, discriminatoria en donde las mujeres serían (cruelmente) relegadas; en menor medida, se dice que la ordenación de sacerdotisas ayudaría a paliar el doloroso déficit de sacerdotes en nuestra Iglesia.

En otras Iglesias, como la Anglicana, hacen unas décadas se decidió admitir la ordenación de sacerdotisas. Y en muchas sectas evangélicas existen las "pastoras".

Nuestra Madre Iglesia se ha mantenido firme en la postura de no conferir el sacerdocio a mujeres a lo largo de toda su historia. Esta decisión estuvo siempre más allá de las modas y se sostiene en citas bíblicas, en documentos y en la Tradición. Veamos a continuación algunas de las razones del porqué nuestra Iglesia no ordena a mujeres como sacerdotisas:


1) Jesús llamó a hombres como sus apóstoles

Este es uno de los principales fundamentos. El Señor solo llamó a hombres, si Él lo hubiera querido, podría haber llamado a mujeres. Es cierto que en el tiempo de Jesús las mujeres tenían un rol muy pasivo en la sociedad ya que carecían de todo derecho, pero si se tiene en cuenta que Jesús tuvo actitudes "revolucionarias" en el aspecto social (hablar con extranjeros, hablar con pecadores, etc.), si Él lo hubiera creído conveniente y necesario, habría llamado también a mujeres para que sean parte de los 12 apóstoles. Lejos de ser Nuestro Señor "un machista" y a pesar de que las mujeres eran política, social y religiosamente ignorada, Jesús tuvo actitudes muy buenas para con mujeres, a saber:

◙ conversa públicamente con la samaritana (cf. Jn 4,27)
◙ no toma en cuenta la impureza legal de la hemorroísa (cf. Mt 9,20-22)
◙ deja que una pecadora se le acerque en casa de Simón el fariseo e incluso que lo toque para lavarle sus pies (cf. Lc 7,37)
◙ perdona a la adultera, mostrando de este modo que no se puede ser más severo con el pecado de la mujer que con el del hombre (cf. Jn 8,11)
◙ toma distancia de la ley mosaica para afirmar la igualdad de derechos y deberes del hombre y la mujer respecto del vínculo matrimonial (cf. Mt 19,3-9; Mc 10,2-11).
◙ se hace acompañar y sostener en su ministerio itinerante por mujeres (cf. Lc 8,2-3)
◙ les encarga el primer mensaje pascual, incluso avisa a los Once su Resurrección por medio de ellas (cf. Mt 28,7-10 y paralelos).


2) Actitud de los Apóstoles

Los apóstoles siguieron la praxis de Jesús respecto del ministerio sacerdotal, llamando a él sólo a varones. Y esto a pesar de que María Santísima ocupaba un lugar central en la comunidad de los primeros discípulos (cf. Act 1,14). Cuando tienen que cubrir el lugar de Judas, eligen entre dos varones.
Algunos dirán que los Apóstoles solo actuaban según los usos y costumbres de su época. Aunque la objeción tiene menos valor que en el caso anterior, porque apenas los Apóstoles y San Pablo salieron del mundo judío, se vieron obligados a romper con las prácticas mosaicas, como se ve en las discusiones paulinas con los judíos. Ahora bien, a menos que tuvieran en claro la voluntad de Cristo, el ambiente nuevo en que comenzaron a moverse los tendría que haber inducido al sacerdocio femenino, pues en el mundo helenístico muchos cultos paganos estaban confiados a sacerdotisas.

Su actitud tampoco puede deberse a desconfianzas o menosprecio de la mujer, pues los Hechos apostólicos demuestran con cuanta confianza San Pablo pide, acepta y agradece la colaboración de notables mujeres:

◙ Las saluda con gratitud y elogia su coraje y piedad (cf. Rom 16,3-12; Fil 4,3)
Priscila completa la formación de Apolo (cf. Act 18,26)
Febe está al servicio de la iglesia de Cencre (cf. Rom 16,1)
◙ Otras son mencionadas con admiración como Lidia, etc.

Pero San Pablo hace una distinción en el mismo lenguaje:
◙ cuando se refiere a hombres y mujeres indistintamente, los llama 'mis colaboradores' (cf. Rom 16,3; Fil 4,2-3)
◙ cuando habla de Apolo, Timoteo y él mismo, habla de 'cooperadores de Dios' (cf. 1 Cor 3,9; 1 Tes 3,2).

Las disposiciones apostólicas y especialmente paulinas son claras, pero se trata de disposiciones que ya han caducado, como han caducado otras, por ejemplo: la obligación para las mujeres de llevar el velo sobre la cabeza (cf. 1 Cor 11,2-6), de no hablar en la asamblea (cf. 1 Cor 14,34-35; 1 Tim 2,12), etc.

Como es evidente, el primer caso (el velo femenino) se trata de prácticas disciplinares de escasa importancia, mientras que la admisión al sacerdocio ministerial no puede ponerse en la misma categoría. En el segundo ejemplo, no se trata de 'hablar' de cualquier modo, porque el mismo San Pablo reconoce a la mujer el don de profetizar en la asamblea (cf. 1 Cor 11,5); la prohibición respecta a la 'función oficial de enseñar en la asamblea cristiana', lo cual no ha cambiado, porque en cuanto tal sólo toca al Obispo.


3) Actitud de los Padres, la Liturgia y del Magisterio.

Cuando algunas sectas gnósticas heréticas de los primeros siglos quisieron confiar el ministerio sacerdotal a las mujeres, los Santos Padres juzgaron tal actitud inaceptable en la Iglesia. Especialmente en los documentos canónicos de la tradición antioquena y egipcia, esta actitud viene señalada como una obligación de permanecer fiel al ministerio ordenado por Cristo y escrupulosamente conservado por los apóstoles.


Cristo, Sumo Sacerdote

El sacerdocio ministerial es signo sacramental de Cristo Sacerdote. El sacerdote ministerial, especialmente en su acto central que es el Sacrificio Eucarístico, es signo de Cristo Sacerdote y Víctima. Ahora bien, la mujer no es signo adecuado de Cristo Sacerdote y Víctima, por eso no puede ser sacerdote ministerial.

De hecho, la Encarnación del Verbo ha tenido lugar según el sexo masculino. Es una cuestión de hecho que tiene relación con toda la teología de la creación en el Génesis (la relación entre Adán y Eva; Cristo como nuevo Adán, etc.) y que, si alguien no está de acuerdo con ella o con su interpretación, de todos modos se enfrenta con el hecho innegable de la masculinidad del Verbo encarnado. Si se quiere, por tanto, tendrá que discutirse el por qué Dios se encarna en un varón y no en una mujer; pero partiendo del hecho de que así fue, no puede discutirse que sólo un varón representa adecuadamente a Cristo-varón.

Cristo es presentado en la Sagrada Escritura como el Esposo de la Iglesia. De hecho en Él se plenifican todas las imágenes nupciales del Antiguo Testamento que se refieren a Dios como Esposo de su Pueblo Israel (cf. Os 1-3; Jer 2, etc.). Esta caracterización es constante en el Nuevo Testamento:
◙ en San Pablo: 2 Cor 11,2; Ef 5,22-33
◙ en San Juan: Jn 3,29; Ap 19,7.9
◙ en los Sinópticos: Mc 2,19; Mt 22,1-14
Ahora bien, esto resalta la función masculina de Cristo respecto de la función femenina de la Iglesia en general. Por tanto, para que en el simbolismo sacramental el sujeto que hace de materia del sacramento del Orden (que representa a Cristo), y luego el sujeto que hace de ministro de la Eucaristía (que obra 'in persona Christi') sea un signo adecuado, tiene que ser un varón.

Sea como fuere, si alguna vez la Iglesia Católica Apostólica Romana se plantee seriamente la necesidad de ordenar sacerdotisas, esto debe responder a inspiración del Espíritu Santo, quien en definitiva es quien guía a la Iglesia y no debe responder a modas.
María, Nuestra Mamá, es el modelo de Mujer, la Nueva Eva. Es ella el verdadero modelo de mujer dócil a Dios y con una personalidad firme para permanecer fiel a lo que el Espíritu le pida, más allá de lo que el mundo diga.

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