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lunes, 5 de mayo de 2008

¿Y quién es Domingo Savio?

Un santo muy especial, el santo más joven de la Iglesia (no mártir), alumno del fundador de los Salesianos, San Juan Bosco. Un modelo para todos los niños, adolescentes y jóvenes. Un modelo para vos.

Si querés, te invitamos a descubrir algunas facetas de su vida. Antes que nada… ¿Qué significa Domingo? Pues algo precioso: "el que está consagrado al Señor".

Nació el pequeño Domingo en Riva del Piamonte, Italia, concretamente, en 1842. Su Padre se llamaba Carlos y era campesino. Desde niño ya dijo que quería ser sacerdote. Cuando Don Bosco empezó a preparar a algunos jóvenes para el sacerdocio, con la ilusión de que le ayudaran en su trabajo en favor de los niños abandonados de Turín, el párroco de Domingo le presentó a Domingo. San Juan Bosco, en el primer encuentro que tuvieron los dos, se sintió muy impresionado. En pocos segundos se dio cuenta de que era un chico ejemplar, alegre y muy unido al Señor. Con tan solo 12 años, ya se quedó en el oratorio con Don Bosco, en octubre de 1854.

Uno de los recuerdos imborrables que dejó Domingo en el Oratorio fue el grupo que él organizó. Se llamaba la Compañía de la Inmaculada. Sin contar todo lo que rezaban, el grupo ayudó a Don Bosco todo lo que necesitaba, hasta en el cuidado de los niños más difíciles. En 1859, cuando Don Bosco decidió fundar la Congregación de los Salesianos, organizó una reunión; entre los veintidós presentes estaban todos los que empezaron en la Compañía de la Inmaculada, excepto Domingo Savio, que ya estaba con el Señor en el cielo desde dos años antes.

Poco después de su llegada al Oratorio, Domingo fue capaz de impedir que dos chicos se peleasen a pedradas. Presentándoles su pequeño crucifijo, les dijo: "Antes de empezar, miren a Cristo y digan: ‘Jesucristo, que era inocente, murió perdonando a sus verdugos; yo soy un pecador y voy a ofender a Cristo tratando de vengarme deliberadamente’. Después pueden empezar arrojando su primera piedra contra mí". Los dos muchachos quedaron avergonzados.

Domingo Savio junto a San Juan Bosco

Domingo dejaba encantados a sus compañeros siempre que se ponía a contar cuentos; esto le daba gran autoridad con sus compañeros, todos lo respetaban muchísimo, sobre todo con los más jóvenes.

Don Bosco alentaba su alegría, su estricto cumplimiento del deber de cada día y le impulsaba a participar en los juegos de los demás niños. Así, Santo Domingo podía decir con verdad: "No puedo hacer grandes cosas. Lo que quiero es hacer aun las más pequeñas para la mayor gloria de Dios."

"La religión debe ser como el aire que respiramos; no hay que cansar a los niños con demasiadas reglas y ejercicios de devoción" -solía decir Don Bosco-. Fiel a sus principios, prohibió a Domingo que hiciese cosas raras como meterse piedras en los zapatos, o garbanzos debajo de las sábanas de dormir, diciéndole: "La penitencia que Dios quiere es la obediencia”. Cada día se presentan mil oportunidades de sacrificarse alegremente: el calor, el frío, la enfermedad, el mal carácter de los otros. La vida de escuela constituye una mortificación suficiente para un niño".

Una noche fría de invierno Don Bosco encontró a Domingo temblando de frío en la cama, sin más cobertor que una sábana. "¿Te has vuelto loco? - le preguntó- Vas a agarrarte una pulmonía." Domingo respondió: "No lo creo. Nuestro Señor no se agarró ninguna pulmonía en el establo de Belén."

Lo que nos cuenta Don Bosco

En cierta ocasión, Domingo desapareció durante toda la mañana hasta después de la comida. Don Bosco lo encontró en la iglesia, como si estuviera en otra dimensión, en profunda oración, con una postura muy poco confortable; aunque había pasado seis horas en aquel sitio, Domingo creía que aún no había terminado la primera misa de la mañana. Domingo llamaba a esas horas de oración intensa "mis distracciones": "Siento como si el cielo se abriera sobre mi cabeza. Tengo que hacer o decir algo que haga reír a los otros."

San Juan Bosco relata que las necesidades de Inglaterra ocupaban un lugar muy especial en las oraciones de Domingo y cuenta que en "una violenta distracción", Domingo vio sobre una llanura cubierta de niebla a una multitud que avanzaba a tientas; entonces se acercó un hombre cubierto con una capa pontificia y llevando en la mano una antorcha que iluminó toda la llanura, en tanto que una voz decía: "Esta antorcha es la fe católica, que iluminará a Inglaterra." A instancias de Domingo, Don Bosco relató el incidente al Papa Pío IX, quien declaró que eso le confirmaba en su resolución de prestar especial atención a Inglaterra.

La muerte de Domingo

La delicada salud de Domingo empezó a debilitarse y en 1857, Don Bosco lo envió a Mondonio, con sus padres, para cambiar de aire. Los médicos diagnosticaron que padecía de una inflamación en los pulmones, lo que nosotros llamamos; una pulmonía. Y decidieron sangrarlo, según se acostumbraba en aquella época. El tratamiento no hizo más que precipitar el desenlace. Domingo recibió los últimos sacramentos y, al anochecer del 9 de marzo, rogó a su padre que recitara las oraciones por los agonizantes. Ya hacia el fin, trató de incorporarse y murmuró: "Adiós, papá ... El padre me dijo una cosa ... pero no puedo recordarla . . ." De repente su rostro se transfiguró con una sonrisa de gozo, y exclamó: "¡Estoy viendo cosas maravillosas!" Esas fueron sus últimas palabras.

La causa de beatificación de Domingo se introdujo en 1914. Al principio despertó cierta oposición, por razón de la corta edad del santo. Pero el Papa Pío X consideró, por el contrario, que eso constituía un argumento en su favor y su punto de vista se impuso. Sin embargo, la beatificación no se llevó a cabo sino hasta 1950, dieciséis años después de la de Don Bosco.

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