Y, como era de esperarse, ha sido recibido en medio de un gran ambiente de fiesta, alegría, emoción y expectativa. Fieles de todo el mundo han llegado hasta este lugar ubicado a 160 kilómetros de Sao Paulo para escuchar al Papa y rezar con él.
El Papa, que en medio de la gente está “en su elemento” ha respondido con todo el cariño al que ya nos tiene acostumbrado.
Francisco también ha dicho que se ha sentido muy contento y edificado por el testimonio de los jóvenes que, ayer por la noche en la playa de Copacabana, participaron en la Misa inaugural de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro. Unas 600 mil almas asistieron a esta Eucaristía que presidió el Arzobispo de esta ciudad, Mons. Orani Joao Tempesta.
El ambiente de Copacabana era algo especial, digno de verse. Los cientos de miles de muchachos de todo el mundo han cantado, han bailado y han rezado juntos. Como dijo ayer el Obispo Auxiliar de Santiago de Chile, Mons. Cristián Contreras Villarroel, “han superado las barreras del idioma” y llegados desde lugares tan diversos “se han visto unidos por la fe”.
En efecto, los grupos de jóvenes caminaban por la arena de la playa y por la avenida Atlántica entre cantos, lemas y vivas, compartiendo con otras delegaciones como si fueran amigos de toda la vida.
Era común ver a los brasileños, la delegación más grande por ser la anfitriona, dando vivas al país con el que se encontraban. Y era curioso y llamativo, por decir lo menos, ver delegaciones tan “inusuales” o “dispares” como la de Corea del Sur, Nigeria o la Noruega, compartiendo, riendo, venciendo los problemas del idioma y “hablando” juntos el idioma de la alegría de la fe.
Río es una fiesta, sigue de fiesta y tendrá fiesta para rato. La vitalidad de estos días, la fuerza de los jóvenes, las multitudes felices por el Papa y especialmente él, nuestro Santo Padre están dejando una huella indeleble en la historia de esta ciudad, en el corazón del Brasil.
Tengo aún en la memoria la llegada del Papa Francisco a la Base aérea de Galeao. Fue simplemente impresionante ver bajar del avión a este hombre sencillo, bonachón, abierto y amable con todos.
Me llamó más la atención verlo conversar con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, como si fuera la amiga de toda la vida, como si fuera la vecina con quien ha compartido buena parte de la vida, o incluso como si fuera la “nuera” o un familiar querido al que, aunque haya dejado de ver por un tiempo, los unen el cariño y la amistad.
Y en el corazón se me ha quedado el recuerdo del niño de nueve años que le obsequió las flores al Papa en el aeropuerto y cómo no fue capaz de comentarme mucho porque la emoción de revivir ese momento lo llenó de emoción y no pudo decir más.
No sabemos que más va a decir el Santo Padre en estos días. Seguramente serán discursos sencillos e intensos, profundos, de esos que calan en los “huesos” del alma, pero estoy seguro que, como dijo ayer el Cardenal Scherer, el Arzobispo de Sao Paulo, harán que los jóvenes entiendan que un día “serán responsables de la fe y ese día no está lejano”.
(fuente: www.aciprensa.com)
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