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sábado, 27 de julio de 2013

Francisco, en la favela Varginha: "No están solos, el Papa está con ustedes"

Jueves 25 Jul 2013 Río de Janeiro (Brasil) (AICA) En el mediodía de hoy, jueves 25 de julio, recibido con grandes muestras de afecto de la población de uno de los asentamientos más peligrosos y empobrecidos del Brasil, el papa Francisco visitó y dio un discurso ante una multitud en la favela Varginha, en el norte de Río de Janeiro.

El Papa se trasladó a Varginha, una favela gris y plana del Complejo de Manguinhos en la zona norte de Río de Janeiro, que fue por décadas muy violenta. Hace menos de un año fue "pacificada", o sea, reconquistada por la policía.

Una multitud aplaudió y celebró las palabras de Francisco, luego de que el Pontífice recorriera sus calles internas e incluso ingresara a un hogar, donde estuvo a solas casi cinco minutos con la familia que la habita.

En este lugar, el papa argentino bendijo el nuevo altar de la iglesia San Jerónimo, aún sin terminar, regaló un cáliz, y caminó y bendijo a cientos de personas que se acercaron a saludarlo.

"Mi deseo era visitar todos los barrios del Brasil, pero este país es muy grande y no fue posible. Elegí esta comunidad porque representa a todos los barrios", introdujo Francisco.

El Papa agradeció el recibimiento que le dieron los brasileños y desde ese epicentro de la pobreza dijo que no se puede ser "insensible a la desigualdad".

"No se cansen de trabajar por un mundo más justo y solidario, no se puede permanecer insensible ante las desigualdades del mundo; en la medida de sus propias posibilidades, den su contribución para terminar con las injusticias sociales", reiteró.

El Pontífice aseguró que la verdadera riqueza está en el corazón de las personas e incluso los más humildes pueden dar al mundo una gran lección de solidaridad, ya sea con un abrazo, un pedazo de pan, un vaso de agua o una palabra.

"No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura de lo descartable porque somos hermanos; no somos descartables. La grandeza de una sociedad está dada por cómo se trata a los más necesitados", resaltó y añadió que "no hay bien común si se ignoran pilares como la vida, la familia, educación, salud, seguridad".

Finalmente elevó un mensaje para los jóvenes que muchas veces se desilusionan ante los actos de corrupción de quienes sólo procuran tener más riqueza: "¡Nunca se desanimen, no pierdan la confianza y no dejen que se apague la esperanza; la realidad se puede cambiar!".

"No están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes", enfatizó el Santo Padre.


Palabras del papa Francisco 
a los habitantes de la Comunidad de Varginha 
(25 de julio de 2013)

Queridos hermanos y hermanas

Es bello estar aquí con ustedes. Ya desde el principio, al programar la visita a Brasil, mi deseo era poder visitar todos los barrios de esta nación. Habría querido llamar a cada puerta, decir «buenos días», pedir un vaso de agua fresca, tomar un «cafezinho», no un vasito de cachaça, hablar como amigo de casa, escuchar el corazón de cada uno, de los padres, los hijos, los abuelos... Pero Brasil, ¡es tan grande! Y no se puede llamar a todas las puertas. Así que elegí venir aquí, a visitar vuestra Comunidad, que hoy representa a todos los barrios de Brasil. ¡Qué hermoso es ser recibidos con amor, con generosidad, con alegría! Basta ver cómo habéis decorado las calles de la Comunidad; también esto es un signo de afecto, nace del corazón, del corazón de los brasileños, que está de fiesta. Muchas gracias a todos por la calurosa bienvenida. Agradezco a los esposos Rangler y Joana sus cálidas palabras.

1. Desde el primer momento en que he tocado el suelo brasileño, y también aquí, entre vosotros, me siento acogido. Y es importante saber acoger; es todavía más bello que cualquier adorno. Digo esto porque, cuando somos generosos en acoger a una persona y compartimos algo con ella —algo de comer, un lugar en nuestra casa, nuestro tiempo— no nos hacemos más pobres, sino que nos enriquecemos. Ya sé que, cuando alguien que necesita comer llama a su puerta, siempre encuentran ustedes un modo de compartir la comida; como dice el proverbio, siempre se puede «añadir más agua a los frijoles». ¿Se puede añadir más agua a los frijoles? ¡Siempre!

Siempre!Y lo hacen con amor, mostrando que la verdadera riqueza no está en las cosas, sino en el corazón.

Y el pueblo brasileño, especialmente las personas más sencillas, pueden dar al mundo una valiosa lección de solidaridad, una palabra a menudo olvidada u omitida, porque es incomoda. Me gustaría hacer un llamamiento a quienes tienen más recursos, a los poderes públicos y a todos los hombres de buena voluntad comprometidos en la justicia social: que no se cansen de trabajar por un mundo más justo y más solidario. Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo. Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales. No es la cultura del egoísmo, del individualismo, que muchas veces regula nuestra sociedad, la que construye y lleva a un mundo más habitable, sino la cultura de la solidaridad; no ver en el otro un competidor o un número, sino un hermano.

Deseo alentar los esfuerzos que la sociedad brasileña está haciendo para integrar todas las partes de su cuerpo, incluidas las que más sufren o están necesitadas, a través de la lucha contra el hambre y la miseria. Ningún esfuerzo de «pacificación» será duradero, ni habrá armonía y felicidad para una sociedad que ignora, que margina y abandona en la periferia una parte de sí misma. Una sociedad así, simplemente se empobrece a sí misma; más aún, pierde algo que es esencial para ella. No dejemos entrar en nuestro corazón la cultura de lo descartable, porque somos hermanos y ninguno es descartable. Recordémoslo siempre: sólo cuando se es capaz de compartir, llega la verdadera riqueza; todo lo que se comparte se multiplica. Pensemos en la multiplicación de los panes de Jesús. La medida de la grandeza de una sociedad está determinada por la forma en que trata a quien está más necesitado, a quien no tiene más que su pobreza.

2. También quisiera decir que la Iglesia, «abogada de la justicia y defensora de los pobres ante intolerables desigualdades sociales y económicas, que claman al cielo» (Documento de Aparecida, 395), desea ofrecer su colaboración a toda iniciativa que pueda significar un verdadero desarrollo de cada hombre y de todo el hombre. Queridos amigos, ciertamente es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia. Pero hay también un hambre más profunda, el hambre de una felicidad que sólo Dios puede saciar. Hambre de dignidad. No hay una verdadera promoción del bien común, ni un verdadero desarrollo del hombre, cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales: la vida, que es un don de Dios, un valor que siempre se ha de tutelar y promover; la familia, fundamento de la convivencia y remedio contra la desintegración social; la educación integral, que no se reduce a una simple transmisión de información con el objetivo de producir ganancias; la salud, que debe buscar el bienestar integral de la persona, incluyendo la dimensión espiritual, esencial para el equilibrio humano y una sana convivencia; la seguridad, en la convicción de que la violencia sólo se puede vencer partiendo del cambio del corazón humano.

3. Quisiera decir una última cosa. Aquí, como en todo Brasil, hay muchos jóvenes. Queridos jóvenes, ustedes tienen una especial sensibilidad ante la injusticia, pero a menudo se sienten defraudados por los casos de corrupción, por las personas que, en lugar de buscar el bien común, persiguen su propio interés. A ustedes y a todos les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar, el hombre puede cambiar. Sean los primeros en tratar de hacer el bien, de no habituarse al mal, sino a vencerlo. La Iglesia los acompaña ofreciéndoles el don precioso de la fe, de Jesucristo, que ha «venido para que tengan vida y la tengan abundante» (Jn 10,10).

Hoy digo a todos ustedes, y en particular a los habitantes de esta Comunidad de Varginha: No están solos, la Iglesia está con ustedes, el Papa está con ustedes. Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón y hago mías las intenciones que albergan en lo más íntimo: la gratitud por las alegrías, las peticiones de ayuda en las dificultades, el deseo de consuelo en los momentos de dolor y sufrimiento. Todo lo encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora de Aparecida, la Madre de todos los pobres del Brasil, y con gran afecto les imparto mi Bendición, gracias!

Franscisco+

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