A BORDO DEL VUELO PAPAL.- Autenticidad, cercanía, simpatía, humildad, humanidad , humor. Todo esto demostró ayer Francisco al compartir exactamente una hora, de pie, en la parte trasera del avión, con los 71 periodistas que lo acompañaban en el vuelo AZ 4000 de Alitalia rumbo a Río. A todos saludó, uno por uno, durante varios minutos, charló, hizo chistes, bendijo fotos y objetos, recibió obsequios y regaló sonrisas, besos y abrazos.
Eran las 10.29 de la mañana (hora italiana). El Airbus 330 de Alitalia había despegado desde el aeropuerto de Fiumicino poco más de una hora y media antes. Estaba sobrevolando, a más de 10.000 metros de altura, el desierto africano. Las azafatas estaban terminando de retirar las bandejas del desayuno -que incluía una deliciosa tortilla de zucchini, panceta y tomatitos cherry- cuando entre la fauna periodística comenzó a haber un frenesí de trípodes, cables, cámaras, tabletas: " ¡Está llegando el Papa!".Acompañado por el padre Federico Lombardi, vocero de la Santa Sede, con cara un tanto asustada, tímida, en la parte trasera del avión, donde estábamos los periodistas, apareció él, Francisco.
Valentina Alazraki, veterana corresponsal mexicana de Televisa, que hizo más de 100 vuelos papales -el primero de ellos, con Juan Pablo II, en 1979-, en nombre de los demás periodistas, le dio la bienvenida.
"Sabemos que los periodistas no son santos de su devoción, igual piensa que el padre Lombardi lo ha lanzado a la jaula de los leones, pero verá que no somos tan fieros", le dijo Alazraki, que le obsequió una imagen de la Virgen de Guadalupe, patrona de México, pero también "emperatriz" de América, según destacó. El Papa agradeció saludándola, sin ningún resquemor, con dos besos, como siempre informal y ajeno a cualquier rigidez protocolar.
Acto seguido, no bien tomó el micrófono y empezó a hablar en su italiano con acento argentino, Francisco se soltó.
"¡Buen día!", arrancó. "Me dijeron cosas un poco raras, que no son santos de mi devoción, que yo estoy aquí entre leones, pero no tan feroces. Gracias. En serio, yo no doy entrevistas, porque, no sé, no puedo, para mí es un poco difícil, pero agradezco esta compañía", dijo. Después de hablar de su primer viaje internacional a Río para la Jornada Mundial de la Juventud y de prometer que responderá preguntas "a la vuelta", en el viaje de regreso a Roma, el domingo que viene, saludó, uno por uno y con gran calidez, a los 71 periodistas del vuelo. Entonces, siendo él mismo, espontáneo, auténtico, disponible para cualquier pedido, dejó a muchos con las piernas temblando y lágrimas en los ojos.
Alexei Bukalov, veterano periodista de la agencia rusa Itar-Tass, le regaló un libro que él mismo escribió sobre Alexander Pushkin, autor que el Papa citó una vez. "Él es un apasionado de la poesía y me dijo: «Yo admiro a Pushkin, pero mi maestro es Dostoievski»."
Franca Giansoldati, vaticanista de Il Messaggero de Roma, le regaló otro libro de un autor italiano ya fallecido, Carlo Bo, titulado Si llegara San Francisco. "Es una profecía sobre el retorno de un verdadero heredero de San Francisco, como él, y él me dijo: «¡Gracias, lo voy a leer»."
Sergio Rubín, de Clarín, aprovechó para regalarle un iPad de parte de TN. La tableta incluía una grabación de mensajes cortos y emotivos de parte de Toto de Vedia, cura villero, de tres mujeres salvadas de la trata de personas por el grupo La Alameda, de futbolistas de San Lorenzo, de algunos goles del club de sus amores y de un tango compuesto en su honor.
Javier Martínez Brocal, español de Rome Reports, no podía ocultar su alegría. "El Papa bendijo en silencio, poniéndole la mano encima, una foto de mi hermano Pablo, que está sin trabajo desde hace siete meses", contó.
Hubo abrazo, dos besos y el mismo afecto de siempre cuando me llegó el turno: "¿Los chicos están bien?", me preguntó Francisco. Enseguida le presenté a mi amiga Irene Hernández Velasco, corresponsal de El Mundo y parte de esos periodistas escépticos que el Papa ha conquistado con sus cuatro meses de pontificado revolucionario. Francisco no sólo le bendijo doce rosarios, sino que, tal como le había pedido un joven amigo cura, accedió a intercambiar el solideo.
"Santidad, gracias por empezar a hacer realidad el milagro que tantos esperábamos, el de una Iglesia limpia", le dijo Irene, entre lágrimas. Francisco contestó: "Esto recién empieza, recen por mí".
Después de saludar a todos, Francisco volvió a tomar el micrófono. "Agradezco y les pido ayudarme y colaborar en este viaje, por el bien de la sociedad, el bien de los jóvenes, el bien de los ancianos, los dos juntos, no se olviden. Me quedo como el profeta Daniel, un poco triste porque vi que los leones no eran tan feroces, un abrazo a todos, gracias."
(fuente: www.lanacion.com.ar)
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