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lunes, 29 de julio de 2013

El papa en el Ángelus: "Lleven la alegría de Cristo a sus familiares, compañeros y amigos"

Lima, 28 de julio de 2013 (Zenit.org) Terminada la misa que dio fin a la Jornada Mundial de la Juventud de Río 2013 en las playas de Copacabana, y ante una multitud que algunos estiman en cuatro millones de jóvenes y peregrinos, el papa Francisco rezó con los fieles el Ángelus, antes del cual reconoció el trabajo del arzobispo de Río de Janeiro, monseñor Orani Tempesta y del cardenal Stanisław Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos que lo precedieron en la palabra.

Dirigiéndose a los jóvenes, les aseguró: "llevo a cada uno en mi corazón", a la vez que les agradecía por "todas las alegrías que me han dado en estos días".

Los invitó a dirigir la mirada a María, como Madre del Cielo. Y destacó que en estos días se ha sentido fuerte "la llamada de Cristo a ser sus discípulos misioneros", lo que ha causado en muchísimos sentimientos de alegría, ternura y preguntas sinceras para comprender "que el evangelio es la respuesta al deseo de una vida todavía más plena".


María medianera

Les recordó también que la Virgen Inmaculada "intercede por nosotros en el Cielo como una buena madre que cuida de sus hijos (y) nos enseña con su vida qué significa ser discípulo misionero".

Recomendó que al rezar el Ángelus se recuerde "el evento que ha cambiado para siempre la historia de los hombres", pero que, al igual que María, no hay que "quedarse" con aquel regalo como fue el anuncio salvífico. Sino que se debe ser como Ella, quien "se sintió responsable y marchó, salió de su casa y se fue rápidamente a ayudar a su pariente Isabel, que tenía necesidad de ayuda (..) fue un gesto de amor, de caridad y de servicio concreto, llevando a Jesús en su seno".

Quiso Francisco presentar a María como modelo de los jóvenes, quien "se pone en camino para servir y llevar a Jesús". Y de este modo comprometió a una juventud que lo escuchaba emocionada, a "llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos".

Y los alentó a no tener miedo de ser generosos con Cristo: "Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que todos los hombres y mujeres encuentren al Señor. ¡Vale la pena!", les dijo, también él emocionado.

Estas son las palabras que el papa Francisco ha dirigido a los presentes antes de rezar el Ángelus.

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Queridos hermanos y hermanas,

Al final de esta celebración eucarística, con la que hemos elevado a Dios nuestro canto de alabanza y gratitud por cada gracia recibida durante esta Jornada Mundial de la Juventud, quisiera agradecer de nuevo a monseñor Orani Tempesta y al cardenal Rylko las palabras que me han dirigido. Les agradezco también a ustedes, queridos jóvenes, todas las alegrías que me han dado en estos días. ¡Gracias! Llevo a cada uno de ustedes en mi corazón. Ahora dirigimos nuestra mirada a la Madre del cielo, la Virgen María. En estos días, Jesús les ha repetido con insistencia la invitación a ser sus discípulos misioneros; han escuchado la voz del Buen Pastor que les ha llamado por su nombre y han reconocido la voz que les llamaba (cf. Jn 10,4). ¿No es verdad que, en esta voz que ha resonado en sus corazones, han sentido la ternura del amor de Dios? ¿Han percibido la belleza de seguir a Cristo, juntos, en la Iglesia? ¿Han comprendido mejor que el evangelio es la respuesta al deseo de una vida todavía más plena? (cf. Jn 10,10).

La Virgen Inmaculada intercede por nosotros en el Cielo como una buena madre que cuida de sus hijos. Que María nos enseñe con su vida qué significa ser discípulo misionero. Cada vez que rezamos el Ángelus, recordamos el evento que ha cambiado para siempre la historia de los hombres. Cuando el ángel Gabriel anunció a María que iba a ser la Madre de Jesús, del Salvador, ella, aun sin comprender del todo el significado de aquella llamada, se fió de Dios y respondió: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Pero, ¿qué hizo inmediatamente después? Después de recibir la gracia de ser la Madre del Verbo encarnado, no se quedó con aquel regalo; se sintió responsable y marchó, salió de su casa y se fue rápidamente a ayudar a su pariente Isabel, que tenía necesidad de ayuda (cf. Lc 1,38-39); realizó un gesto de amor, de caridad y de servicio concreto, llevando a Jesús en su seno. Y este gesto lo hizo diligentemente.

Queridos amigos, éste es nuestro modelo. La que ha recibido el don más precioso de parte de Dios, como primer gesto de respuesta se pone en camino para servir y llevar a Jesús. Pidamos a la Virgen que nos ayude también a nosotros a llevar la alegría de Cristo a nuestros familiares, compañeros, amigos, a todos. No tengan nunca miedo de ser generosos con Cristo. ¡Vale la pena! Salgan y vayan con valentía y generosidad, para que todos los hombres y mujeres encuentren al Señor.

Queridos jóvenes, tenemos una cita en la próxima Jornada Mundial de la Juventud, en 2016, en Cracovia, Polonia. Pidamos, por la intercesión materna de María, la luz del Espíritu Santo para el camino que nos llevará a esta nueva etapa de gozosa celebración de la fe y del amor de Cristo.

Ahora recemos juntos…

(28 de julio de 2013) © Innovative Media Inc.

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