Es probablemente también (no lo sabemos a ciencia cierta) la primera encíclica “a cuatro manos” que se conoce en la historia de la Iglesia. Y el mismo Papa Francisco ha agradecido profundamente su aporte en el texto a Benedicto XVI, su predecesor.
La encíclica, como dijo Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares (España), deja ver “la mano del Papa Francisco” a lo largo de todo el documento en el que casi no se distingue qué ha sido escrito por él y qué ha sido escrito o perfilado por Benedicto XVI.
La encíclica cierra una trilogía iniciada por Benedicto XVI, quien había decidido escribir una encíclica sobre cada una de las virtudes teologales: la fe, la esperanza (Spe Salvi) y la caridad (Deus caritas est).
Ahora nos toca a todos los católicos leer esta magnífica encíclica y ponerla por obra, pero este no es el asunto de este comentario.
Lo que quisiera destacar aquí son todas las circunstancias que rodean a la publicación de la encíclica del Papa Francisco y que ya han sido comentadas por Giovanni Maria Vian, el director del diario del Vaticano L’Osservatore Romano (LOR).
Francisco decidió firmar la encíclica el 29 de junio, Solemnidad de los Santos Pedro (el primer Papa) y Pablo (el Apóstol de Gentes).
El 5 de julio, día en el que se publicó la encíclica, el Santo Padre aprobó la canonización de dos grandes Papas Beatos del siglo XX: Juan Pablo II –que tal vez será Juan Pablo Magno luego de la canonización– y Juan XXIII.
Las razones de esta decisión las explicó luego en LOR, el Cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Entre otras razones, dijo, ambos Pontífices tienen un estrecho vínculo con el Concilio Vaticano II. El Papa bueno lo convocó y Juan Pablo II asistió como experto. Luego como Pontífice lo difundió, lo aplicó y animó a toda la Iglesia a conocerlo y promoverlo cada vez más durante sus más de 26 años de pontificado.
El mismo viernes 5 de julio, además de dar a conocer la encíclica, el Papa Francisco consagró el Estado de la Ciudad del Vaticano a San José y al arcángel San Miguel… y lo hizo acompañado de Benedicto XVI, otro gran defensor y promotor del Concilio Vaticano II. Concilio, cuyo 50 aniversario motivó en él decretar el Año de la Fe, marco de la Lumen Fidei.
El Año de la Fe más reciente y anterior a éste, en el que nos encontramos ahora, fue el que decretó el Papa Pablo VI, quien además ha sido el Pontífice que tuvo la misión de proseguir el Concilio Vaticano II convocado por Juan XXIII.
El 19 de diciembre de 2009, el entonces Papa Benedicto XVI aprobó el decreto de las virtudes heroicas (lo que prueba sin lugar a dudas la vida de santidad, concretamente que la fe, la esperanza y la caridad se han vivido en grado heroico) de los Papas Juan Pablo II y Pío XII, este último considerado como el que puso las bases para el Concilio Vaticano II.
El Concilio Vaticano II, que congregó a cientos de obispos entre 1962 y 1965 es uno de los acontecimientos eclesiales más importantes de la historia contemporánea. Presidido sucesivamente por los Papas Juan XXIII y Pablo VI, produjo un cuerpo de doctrina que busca promover la fe católica en el mundo, renovar la vida cristiana de los fieles adaptar la liturgia y alentar la presencia activa de los laicos en la vida de la Iglesia.
En la introducción de la encíclica Lumen Fidei y tras agradecer a Benedicto XVI, el Papa Francisco escribe: “el Sucesor de Pedro, ayer, hoy y siempre, está llamado a ‘confirmar a sus hermanos’ en el inconmensurable tesoro de la fe, que Dios da como luz sobre el camino de todo hombre”.
Y ese ha sido el mensaje que el Santo Padre casi “ha gritado” a los cuatro vientos: el Papa, sin importar, quien sea, es el Sucesor de Pedro “ayer, hoy y siempre”.
De paso –y sin mencionarlos en lo absoluto– el Pontífice ha dado este mensaje también a los lefebvristas y cismáticos de la Fraternidad San Pío X, quienes días antes publicaron un comunicado en el que cerraron todo diálogo posible con la Iglesia Católica. Una de las marcas de este grupo es su oposición, a rajatabla… del Concilio Vaticano II.
Ahora, en unos días, se viene la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro (Brasil) en donde se esperan más de dos millones y medio de jóvenes… y las expectativas están al tope, rebalsando los corazones de todos.
(fuente: www.aciprensa.com)
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