1. Porque tenemos sed de felicidad
Como sacerdote escucho y acompaño a muchas personas. Cada una tiene sus luchas, pero hay un factor común: la sed de Dios es inmensa.
Una y otra vez te plantean preguntas existenciales: cómo alcanzar la verdadera felicidad, qué sentido tiene el sufrimiento, dónde está la verdad, cómo lograr la libertad y la paz interior, por qué nada te satisface por completo, cómo saber si Dios te ama, cómo saber si es su voz la que escuchas, cómo compaginar una vida ajetreada con la necesidad de más soledad e intimidad con Él, cómo conciliar los deberes familiares, laborales y de apóstol sin caer en el activismo, cómo confirmar mi fe en medio de tantos problemas que tiene la Iglesia, etc.
Hay una sed de Dios no abstracta, sino muy concreta: ¿qué tiene que ver Dios con mi día a día? ¿De verdad puede formar parte real de mi vida ordinaria y de mis sueños? ¿Puede acompañarme en esta peregrinación que es la vida? ¿Es posible? ¿Cómo?
Lo que pasa es que a veces se piensa que la vida de oración es una actividad religiosa reservada a no sé qué tipo de personas especiales. O que consiste en ritos huecos, fórmulas rutinarias y veneración de objetos misteriosos. Cuando orar es estar con Dios, experimentar su abrazo de Padre y Hermano, y decirle que tú también lo amas. ¡Experiencia grande y simple a la vez!
2. Porque es hermosa la vida cuando se experimenta el amor
Cuando Dios me dio la existencia, sembró algo en mi interior que sigue vibrando como un eco, una nostalgia de eternidad. Jesucristo me salió al encuentro y es ahora mi pasión. Cada vez me gusta más y necesito con mayor urgencia la vida de oración: estar con Él, recibir amor de mi Padre y corresponderlo.
Experimentar el amor de Dios es lo mejor que te puede pasar en la vida y creo que vale la pena compartirlo. «El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel». Mt. 13, 44.
En este último tiempo he sentido con mayor fuerza el reclamo de que efectivamente la vida de oración sea para mí “la mejor parte”. Comencé pidiendo mucho a Dios que me concediera la gracia de crecer en mi amistad con Él. Luego me vino el deseo de compartirlo y comencé a ofrecer algunos cursos-talleres de oración especialmente para formadores. Esto me ha ayudado enormemente en mi vida personal.
En los cursos he visto que es bueno compartir la inquietud de la búsqueda y gozar juntos la paz del encuentro.
No soy ningún experto en la materia, no poseo doctorado en teología o espiritualidad, ni nada de eso. “Sólo quiero ser un sacerdote que ora”, como dijo San Pío de Pietralcina, y responder a esa voz que escucho con bastante nitidez en lo más profundo de mi ser: "Permaneced en mí, como yo en vosotros" (Jn 15, 4 a) "Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él". (1 Jn 4, 16 b)
3. Porque el detonador está por dentro
El Papa Benedicto XVI anunció el sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización. Pienso que la nueva evangelización comienza por formar hombres y mujeres de oración. Es decir, personas que anhelan vivir en plenitud, que buscan a Dios en su vida diaria, que quieren estar en su presencia, hacerle un compañero de camino, pedirle que responda a sus interrogantes, tratar de ser coherentes y compartir la grandeza de esa amistad. Apóstoles que son testigos de un encuentro personal con el Resucitado.
El "detonador" del apóstol está por dentro. Sólo a partir de la propia experiencia de Dios podremos ayudar a otros a hacer amistad con Cristo y permear la cultura de valores cristianos.
Nadie da lo que no tiene.
Normalmente quienes nos dedicamos a la evangelización, tenemos un fuerte sentido de misión, pero frecuentemente percibimos un reclamo interior: ¡necesitas orar más y mejor! ¡Necesitas a Dios, necesitas escucharlo y llenarte de su amor! ¿Con qué aliviarás la sed de las almas, si tu fuente se seca? Moisés se encontraba cara a cara con Dios, y lo traslucía. El pueblo veía su rostro radiante y creía en Dios por él. Hace falta reforzar la dimensión contemplativa del apóstol para que todo el dinamismo misionero halle su punto de partida en el encuentro con Cristo vivo.
4. Porque la renovación debe ser profunda
Soy sacerdote, la tormenta que estamos atravesando es muy dura, la herida en el corazón de tantas personas y de la Iglesia es profunda. Pero la infinita misericordia de Dios se ha volcado, no nos ha abandonado, sino que nos ha tomado de la mano y ha demostrado, una vez más, Su amor de Padre. Sin duda la Providencia quiere valerse de todo -incluso de las crisis- para impulsarnos con su fuerza vivificadora a buscar la santidad. “En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman.” (Rom. 8,28)
Hay sufrimientos que nos vienen sin esperarlos ni comprenderlos. Otros son fruto de nuestras culpas y de nuestros errores. Pero aún en medio del dolor la vida es bella, porque Dios nos la ha regalado y la ha hecho hermosa. Creo que si queremos perseverar en la lucha y en la renovación personal y comunitaria, ésta tiene que partir del encuentro confiado, cara a cara, con Cristo. En ese clima se puede hacer un buen examen de conciencia, se dispone el corazón para escuchar al Espíritu Santo y se encuentra fortaleza para realizar Sus planes.
¿Hay alguna otra razón para orar que tú veas en el fondo de tu corazón?
escrito por P. Evaristo Sada
(fuente www.la-oracion.com)
No hay comentarios:
Publicar un comentario