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sábado, 8 de agosto de 2015

El Señor todo lo recibe: qué es la oración de ofrecimiento

Hay situaciones personales, familiares o comunitarias que uno no puede cambiar porque no dependen de la propia voluntad. A veces estas situaciones nos crean grandes sufrimientos porque nos crean heridas muy íntimas y nos encontramos como impotentes para modificar esa determinada situación. Podemos pedir al Señor que la cambie, podemos pedir fuerza para llevarla con paciencia pero también podemos ofrecerla al Señor. Esta oración de ofrecimiento es de gran valor y libera el alma de muchas inquietudes. No es simplemente una oración de resignación, porque creemos siempre que la omnipotencia divina puede cambiar lo que quiera según su voluntad. Es más bien un acto de aceptación del querer de Dios que se manifiesta en algunas circunstancias y en modos muy misteriosos para nuestra inteligencia limitada.


Reconocer nuestra pequeñez

El ofrecer lo que nos crea sufrimiento, dolor, abnegación, lo que nos molesta, sea de los demás que de nosotros mismos, puede ser muy meritorio porque recocemos delante del Señor nuestra pequeñez y confiamos que Él tendrá una solución en aquello que nosotros no podemos alcanzar por nosotros mismos. Así vemos que muchas personas ofrecen sus dolores, las penas de su familia y las problemas del mundo con gran fe y confianza a Dios. Y vemos que son personas santas y humildes a las que el Señor escucha sus plegarias y las llena de dones espirituales.

Claro está que si podemos hacer algo práctico por desenlazar los nudos de estas situaciones, lo debemos hacer con prudencia y con valor, si fuera necesario. Pero a veces los nudos son demasiado complicados para poderlo desatar nosotros. Y ofrecer al Señor con humildad las molestias que nos causa tales situaciones y al mismo tiempo con confianza pedirle que, si es su voluntad, sea Él quien con su poder desate los nudos que el pecado o egoísmo humanos han realizado, es un acto de santificación que nos llena de una gran paz en medio del dolor.

Una tal actitud y oración de ofrecimiento la vemos en María sobre todo cuando Ella, al pie de la cruz, ofrece su Corazón Inmaculado al Padre, uniéndolo al de Su Hijo. Nosotros podemos ofrecer también los pequeños sufrimientos de cada día como oración al Padre, unidos a Jesús y a María. No temamos en ofrecer incluso "pajitas" como decía Santa Teresa, que hablaba del ofrecimiento de pequeñas cosas al Señor, porque, decía ella: "yo no soy para más" y el Señor "todo lo recibe" (Libro de la Vida, 31, 23). Sí, el Señor todo lo recibe. También las pequeñas pajitas de nuestros sufrimientos, que ponemos en el fuego de su Amor como ofrenda de amor nuestro.

Aprendamos a ofrecer al Señor todo, incluyendo la propia miseria. Ofrezcámosle a Él sobre todo esas situaciones nuestras, de parientes, de amigos, de nuestra comunidad, de nuestra patria que, por lo complejas que son, no pueden ser cambiadas de un momento a otro, pero que siempre están bajo el poder y la providencia divinos. El Señor todo lo recibe, también nuestros más pequeños ofrecimientos de amor que se convierten así en una oración sencilla y sincera.

escrito por P. Pedro Barrajón, L.C. 
(fuente: www.la-oracion.com)

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