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lunes, 31 de agosto de 2015

Tengo un hijo muy envidioso, ¿qué hago con él?

Preguntas y respuestas breves

La envidia en los hijos se puede convertir en algo como un virus, que poco a poco y sin darse cuenta, se va introduciendo en su educación, si es fomentada o permitida.

Los hijos no nacen envidiosos, se hacen envidiosos, normalmente por el mal ejemplo que les dan los padres o por la mala educación que reciben, al no corregirles sus primeros síntomas, que manifiestan tendencias hacia la envidia.

Los padres envidiosos producen hijos envidiosos. Si quieren salir de ese círculo vicioso generacional, que les puede llegar a consumir su vida, tienen que examinar la forma en la que practican las virtudes y valores humanos, antagónicos del vicio de la envidia como: la caridad, la conformidad, la generosidad, la magnanimidad, la esplendidez, etc. Demostrar envidia hacia terceros o fomentarla en los hijos, no es el camino correcto para motivarles a que se superen e imiten a los demás triunfadores.

Los padres tienen que enseñar a los hijos, a que sean conscientes de lo que es prioritario en sus vidas, a valorar justamente las cualidades y circunstancias propias y ajenas, a tolerar los defectos de los demás, a descubrir, controlar y asumir los problemas pendientes y las soluciones para eliminarlos.

Los padres en presencia de los hijos, nunca deben hacer comparaciones envidiosas sobre sus parientes, amigos, compañeros de trabajo, lideres sociales, religiosos o políticos o sobre personas, que tengan mejores posiciones económicas o intelectuales. Estos comentarios envidiosos, trascienden a los hijos y les crean el campo propicio, para que ellos sientan también envidia de las mismas personas por las que tienen sus padres, a sus familiares, amigos o que estén en el círculo de sus relaciones. Si ven a los padres que envidian a otros, ¿Cómo no van ellos a continuar envidiando a los demás?

Los padres tienen que estar muy vigilantes a las reacciones de sus hijos, ante las diferencias que pudiera haber con sus hermanos, parientes o amigos. Enseguida verán si quieren quietarles los juguetes a los otros o si cogen rabietas o berrinches, por no hacer o poseer lo mismo que los otros, o si tienen celos. Los celos suele ser un reflejo de una envidia incipiente. Si los padres observan en sus hijos que tienen ansias, celos, pelusa, rivalidad desmedida, rencor, resentimiento, codicia, apetencia incontrolada, etc. suelen ser los primeros síntomas de que terminaran teniendo una envidia incontrolada.

Los padres deben estar muy atentos a los signos externos que producen esas actitudes, por muy pequeños que sean los hijos, entonces podrán mucho más fácil hacer las correcciones que sean necesarias, para que no vayan aumentando y mejore su calidad moral.

Los padres deben inculcar en sus hijos que si bien la conformidad y la resignación paciente ante las adversidades, son lo contrario de la envidia y son virtudes que deben practicarse, hay muchas ocasiones que opacan el verdadero y necesario deseo de superación, que los hijos deben tener, para sobreponerse ante los infortunios, reveses o contrariedades de la vida. Por lo tanto deben fomentar en los hijos que emulen, pero que no envidien a los que sobresalen, en la práctica de las virtudes y valores humanos. Hay personas que por sus actitudes, se les puede denominar envidiables, en el buen sentido de la palabra, porque pueden ser un buen ejemplo a seguir.

Los padres tienen que enseñarles a compartir y a controlar sus conductas impulsivas, para que sepan respetar y valorar las diferencias y cualidades de sus hermanos, familiares y amigos. Si los hijos mantienen una envidia constante hacia sus hermanos, familiares y amigos, suele ser debido a que sus padres no les han prestado la suficiente atención, para erradicar ese mal, el cual se consolidará e irá en aumento al llegar a la edad adulta.

Los padres tienen que tener muy claro y estar continuamente precavidos, para que cuando expliquen y animen a fomentar el espíritu de superación en los hijos, que no caigan en lo que es una envidia disfrazada, pues esta puede conllevar una gran connotación de soberbia, al pensar que pueden hacerlo mejor que otros, para así humillarles. Piensan que los otros son inferiores, y que por lo tanto, ellos se pueden elevar por encima de sus posibilidades para ser envidiados.

Los padres tienen que inculcar a los hijos las virtudes de la sana admiración, emulación y apetencia de imitación a las innumerables y magníficas personas, organizaciones e instituciones, porque eso les ayudará a superarse y a crecer en otras virtudes y valores humanos, pero siempre, midiendo donde está la raya entre lo que es virtud y lo que es envidia.

La envidia en los hijos se puede convertir en algo como un virus, que poco a poco y sin darse cuenta, se va introduciendo en su educación, si es fomentada o permitida. No hay mejor vacuna contra ese virus que, según sus edades, enseñarles y practicar junto a ellos las virtudes y valores humanos contrapuestos y eliminatorios de ese virus de la envidia, para que los hijos puedan llevar una vida alegre, armónica y productiva, que les permita madurar y luchar contra las frustraciones y vergüenzas mal entendidas, que fomentan la envidia. Este virus no trae nada bueno, pues no ayuda en nada y solamente perjudica al envidioso y al envidiado.

Los padres tienen que dar a sus hijos envidiosos, constantes y extraordinarias muestras de cariño y apoyo, valorar sus cualidades, hacer que reconozcan sus defectos y errores, proponerles según sus edades, un plan de vida con prioridades y objetivos bien claros, alejados de comparaciones odiosas con sus hermanos, familiares y amigos, pero sin ocultarlas ni exagerarlas y siempre estando debidamente valoradas.

Cuando los niños tienen envidia de sus hermanos, familiares o amigos, también les produce el efecto de los celos, hacia lo que hacen o dejan de hacer, quemándoles en su interior. Si los padres de hijos envidiosos, no calman la ansiedad que manifiestan constantemente, estarán produciendo en los hijos sentimientos de frustración y de vacío, lo que les llevará a ser de mayores, mucho más envidiosos y contaminados por el rencor hacia los éxitos ajenos.

La envidia empieza a surgir en los primeros años de vida, cuando el niño comienza a relacionarse con el grupo familiar y su entorno social. Si el niño se siente amenazado en su terreno y en lo que más quiere o tiene, se le produce un enorme sentimiento de vacío, lo que conlleva el desear mantener a toda costa lo que posee y conseguir por encima de todo lo que cree que debe tener. Esta envidia la manifiesta con pataletas, rabietas, etc. Es necesario calmar esos disgustos, con explicaciones lógicas y enseñándole a dar, para que con ello vaya aprendiendo a tolerar sus frustraciones y controlar las conductas impulsivas, así pues, de esa forma, aprenderá a respetar las diferencias y valorar sus propias cualidades, es decir en definitiva empezará a madurar.


17 Principales banderas rojas que avisan cuando los hijos son envidiosos

1. Cuando acusan continuamente de las faltas o supuestas faltas, de sus hermanos, familiares o amigos, con el fin de destruir su fama.
2. Cuando claramente se alegran del mal o se entristecen e ignoran los éxitos ajenos.
3. Cuando comienzan a aparecer signos externos de: Soberbia, avaricia, ira, lujuria, gula, pereza, etc.
4. Cuando demuestran complejos de inferioridad, que los emplean para sutilmente aparecer más débiles y poder expresar mejor su envidia hacia otros, al pasar más desapercibido.
5. Cuando demuestran pesimismo, amargura, confusión, desorden y desprecio.
6. Cuando emplean la ironía y el sarcasmo, para referirse a otros de forma que se entrevean posibles defectos.
7. Cuando emplean verdades o mentiras, expresadas a medias para destruir la fama ajena.
8. Cuando enaltecen sus propios actos, imagen, éxitos, etc.
9. Cuando hablan de los fracasos y defectos ajenos.
10. Cuando hablan mal intentando destruir la fama de otros, con criticas retorcidas y constantes.
11. Cuando intentan destruir los logros de otros, para que no trasciendan, o se niegan a colaborar consiguiendo que otros no puedan triunfar.
12. Cuando interpretan las cosas aparentemente positivas de otras personas, siempre en clave de crítica.
13. Cuando quieren modificar su cuerpo con cirugías y tratamientos, porque otros lo tienen mejor.
14. Cuando se ponen furiosos debido a que otros han ganado o son mejores que ellos, en determinadas situación. Es decir cuando no saben perder.
15. Cuando siempre están conspirando con determinados grupos de personas, que tienen el vicio común de la envidia hacia otros.
16. Cuando tienen cambios sustanciales y continuos en la forma de tratar a los hermanos, familiares y amigos, en función de que tienen mejores cosas, mayores éxitos o mejor imagen.
17. Cuando tienen celos de sus hermanos, familiares y amigos.


¿Qué es la envidia?

La envidia es el deseo desmedido o sentimiento pernicioso por algo ajeno, que otro posee, lo cual produce inferioridad, tristeza o pesar, incluso no buscando que a uno le vaya mejor, sino que al otro le vaya peor. No buscando ser más feliz, sino intentando que el otro caiga en desgracia. No buscando tener más y mejores bienes, sino privar a los demás de los suyos. Es un sentimiento que nunca produce nada positivo en el que lo padece, sino una insalvable amargura que destruye al envidioso, como la carcoma en los ojos, hasta producir la ceguera religiosa, familiar y social.

Tener envidia es muy diferente a querer imitar, emular, copiar, superar o competir honradamente, con alguien que hace o tienen mejores cualidades, dignas de ser deseadas o apetecibles.

La envidia es una falta de aprecio personal, que padecen muchas personas que creen que no valen nada y que los demás valen todo, por eso les tienen esa envidia que les carcome. Es un sentimiento o reacción malsana y negativa, que además de hacer sufrir a las personas, hace que se proyecte a los demás, que no tienen ninguna culpa de que el otro les tenga envidia. Si la envidia no se domina, puede ser altamente autodestructiva para quien la tiene, pues corroe y hace sufrir continuamente.

La envidia es un sentimiento negativo bastante común, que al no poder dominarlo, puede ser altamente autodestructivo para quien la tiene y la práctica. Se habla muy poco de la envidia como vicio, a pesar de que muchas personas la sufren en la vida, en mayor o menor grado. Es un tipo de reacción que puede hacer surgir las mayores aberraciones, tanto en sufrimiento personal como de proyección hacia los demás. El buen comportamiento o metas alcanzadas de algunas personas admiradas, puede provocar en los hijos ganas de superarles, competir o imitarles sanamente, aunque previamente tendrían que comprobar y valorar, si tienen cualidades dignas de ser deseadas o apetecibles y hacer también, una profunda valoración sobre sus propias capacidades y limitaciones.

La envidia se contagia como una enfermedad y su mejor antídoto, es intentar superar las diferencias que haya, con los que se les tiene envidia, haciendo los esfuerzos que sean necesarios, para evitar que se bloquee y atrofiar la mente. La envidia impide ser ecuánime, con las circunstancias ajenas envidiadas y a usar la creatividad, para resolver las situaciones.

La envidia genera ansiedad, tristeza, rencor, aislamiento, incomunicación, etc. Manifestándose en miradas, gestos corporales, frases y acciones inadecuadas, conducentes casi siempre a hacer daño a los envidiados.

La envidia es muy difícil de controlar, sin el deseo firme de querer hacerlo, apoyado por la ayuda de una buena dirección espiritual, proporcionada por los sacerdotes, pastores, rabinos o imanes, que son los que tienen la experiencia de ayudar a suprimir los vicios humanos.

La envidia no se refleja siempre externamente, también se suele esconder detrás de una falsa apariencia amable, que manifiestamente se alegra de los éxitos de las personas envidiadas, pero que internamente, sufre por esos logros y disfruta ocultamente de los fracasos ajenos.

La envidia produce un desgaste enorme de energía, al corroer el interior de los envidiosos, lo que les produce estar más atentos a los éxitos y fracasos de los demás, que a los propios, lo que a su vez les impide tomar las medidas necesarias, para cumplir sus propios objetivos. Hace ver a los envidiosos, que los envidiados consiguen las cosas y triunfan con facilidad y sin esfuerzo, lo que les impide a ellos, el hacer los esfuerzos necesarios para prosperar, ya que se suelen quedar esperando a que las cosas les lleguen, como ellos piensan que les llegan a los envidiados, sin ponerse a pensar en los esfuerzos que han podido tener que realizar para conseguirlas.

La envidia es el origen del resentimiento, el cual no busca el bien propio, sino el mal ajeno. Este resentimiento se pone de manifiesto en la lucha de clases sociales y políticas, donde para algunos tiene más importancia, hacer que los demás fracasen social o políticamente, a que los otros mejores en los mismos aspectos.

La envidia originada por no poseer los bienes materiales que otros tiene, puede convertirse en obsesión, para quietarle al envidiado sus propiedades, incluso hacerlas desaparecer rompiéndolas o quemándolas, aun cuando esto suponga un grave perjuicio para ambos. “Le tenia tanta envidia, que en la pelea no le importó perder sus ojos, con tal de que el otro se quedara ciego”.

La envidia se lleva internamente y pocas veces florece al exterior, lo que impide a la persona envidiada darse cuenta que le envidian y que otro, está esperando a hacerle daño en cuento pueda. Eso suele coger desprevenido a los envidiados, que no esperan actos de agresividad verbal o física, proveniente de envidiosos ocultos o anónimos.


10 Sentencias sobre la envidia

1. El envidioso se lastima a si mismo más que a los demás.
2. La envidia muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.
3. La envidia es el peor adversario de los más afortunados.
4. La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.
5. La envidia se arrastra por el suelo como una serpiente, pues es el más mezquino de los vicios.
6. La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente, por el hecho de perseguir el mismo objeto.
7. Lo bueno que es envidiable no produce envidia, origina emulación.
8. Si la envidia fuera tiña, cuantos tiñosos habría.
9. Una demostración de envidia hacia otro, es un insulto a uno mismo. Virtud envidiada, es dos veces virtud.

escrito por Francisco Gras
(fuentes: Mi cumbre; catholic.net)

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