(ANS – Madrid) –Un grupo de unos 20 jóvenes de edades comprendidas entre 24 y 40 años y una familia con sus hijas, van a viajar a lo largo de estos meses a países como Angola, Benín, Bolivia, Ghana, Ecuador, Guatemala y Méjico. Colaborarán en proyectos muy diversos, dentro de la misión salesiana: niños/as de la calle, centros de acogida, oratorios-centros juveniles, formación de educadores, animadores y catequistas… Pero lo más importante es la capacidad que tenga para absorber y enriquecerse con lo que allí se van a encontrar, compartiendo experiencias que cuestionan el propio modo de entender la vida.
Por Luis Martín Cabello
Los meses de verano son propicios para, además de disfrutar y descansar, dedicar un poco de nuestro tiempo a los demás y realizar algún tipo de voluntariado. Muchos jóvenes participan como voluntarios en campamentos y en diversas actividades de tiempo libre y de servicios sociales que se desarrollan. Y también es una buena época para otro tipo de voluntariado que va más allá de nuestras fronteras.
Algunos voluntarios proceden de obras salesianas (Atocha, Salamanca, Valladolid, Alcalá, Soto del Real, Aranjuez, León…) y otros se acercan por primera vez experimentando (dicho por ellos mismos) una gran acogida, cercanía y sentido de familia.
Todos ellos han seguido un plan de formación inspectorial que comenzó ya en el mes de diciembre del 2014 y que se ha ido desarrollando a lo largo de varios fines de semana en Valladolid, Madrid y La Cabrera (Madrid), concluyendo con un emotivo encuentro “de envío” en Mohernando (Guadalajara) a finales de junio.
La valoración de la formación propuesta es muy positiva, tanto en lo que se refiere a los contenidos como al ambiente de convivencia, de diálogo, de los momentos celebrativos y los momentos de distensión, etc. Un pequeño equipo de personas acompaña esta formación e intentan estar cercanos a las voluntarias y voluntarios, atendiendo las dificultades e imprevistos que en este tipo de experiencias siempre surgen.
Sabemos que estas experiencias de voluntariado no van a resolver los problemas de los lugares a donde van a colaborar, pero creemos en el efecto transformador que pueden provocar, empezando por la persona de los propios voluntarios, continuando por sus lugares de origen (obra salesiana, lugar de trabajo, familia…) y, cómo no, también con la riqueza que aportan a los lugares que les van a recibir.
(fuente: salesianos.es)
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