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lunes, 12 de noviembre de 2007

El proceso de beatificación de Ceferino

La beatificación de Ceferino Namuncurá fue un largo y complejo proceso que debió sortear dificultades, no por las condiciones del candidato, sino por cuestiones procesales que, para los expertos eclesiásticos, contribuyeron a la seriedad del reconocimiento de su ejemplaridad.


El primer escollo fue el hecho de que la causa no se inició dentro de los 30 años posteriores a su muerte. Murió en 1905 y debió ser antes de 1935, pero fue en 1944. Para la Iglesia no debe pasar tanto tiempo por el riesgo de que no queden vivos testigos directos del candidato.

Pero los salesianos, la congregación a la que pertenecía Ceferino, consiguieron una gran nómina.También lograron que entre los testigos figuraran muchos sacerdotes y dirigentes calificados, lo que aportó solidez. Además, consiguieron una gran cantidad de sus escritos, otro requisito valioso. Pero el proceso se volvió a empantanar cuando Roma detectó que en la Patagonia se le estaba rindiendo una especie de culto público previo, algo vedado en la Iglesia en tanto el candidato no sea declarado beato o santo.

Finalmente, en 1973 se dio un paso clave: el papa Paulo VI reconoció, como conclusión de los estudios, que Ceferino había vivido virtudes cristianas en grado heroico y lo declaró "Venerable Siervo de Dios". Sólo faltaba que se estableciera que Dios había obrado un milagro por su intercesión para declararlo beato. Hasta que en mayo último, una junta médica del Vaticano determinó que la total curación de un cáncer de útero de una cordobesa que en 2000 le había rezado a Ceferino no tenía explicación científica y, por tanto, era un milagro.

Si la Iglesia le detecta un segundo milagro, será santo.


El milagro que lo llevó a la beatificación

La curación sin razón médica aparente de una mujer cordobesa de 24 años que padecía cáncer de útero y pudo concebir nuevamente, fue el "milagro" que el Vaticano reconoció por intercesión de Ceferino Namuncurá para que pueda ser declarado beato.

El hecho, inexplicable para la ciencia, ocurrió en 2000 en Bialet Massé, Córdoba, donde Valeria Herrera le rezó -casi a modo de exigencia- al indígena mapuche para que interceda ante Dios por su salud y al mismo tiempo consiga el milagro que se necesitaba para avanzar en el proceso a la santidad.
La mujer, ahora con 31 años, esta casada desde 1998 con Joseph Koua, un muchacho nacido en Costa de Marfil, Africa, en donde ambos habían coincidido en una misión católica. Tres meses después, perdió un embarazo por un aborto espontáneo. Un viernes de octubre de 2000 los médicos le detectaron un tumor maligno en el útero que podía derivar en metástasis en unos pocos días, por lo que debía comenzar el lunes siguiente un tratamiento con quimioterapia."Esa misma noche, mientras lloraba con desesperanza, encontré junto a mi cama una revista con la historia de Ceferino.
Leí que tenía 19 años cuando murió y yo en ese tiempo tenía 24. Que él era indio mientras yo había trabajado entre los indígenas en el norte de mi país y en Africa. Sentí una fuerte identificación y decidí pedirle que me curara", relató Valeria a periodistas de todo el país y el mundo que se encuentran en Chimpay.

La mujer agregó que aquel viernes amargo le rezó a Ceferino, porque "recordaba la imagen de una estampita que tenía mi abuela". El lunes siguiente, al realizarle los estudios previos al tratamiento, los médicos constataron que no había ningún tumor, al punto que le preguntaron repetidas veces si ella había hecho algo para cambiar su estado.

"Tenía escasa posibilidad de cura según los médicos; eso era un viernes y el lunes debía presentarme en un hospital de la ciudad de Córdoba para iniciar un urgente tratamiento de radioterapia", contó Valeria. Menuda y de voz suave, la mujer contó que "siempre admiraba desde chica (a Ceferino) por su rostro de paz".

El caso nunca tuvo explicación para los médicos cordobeses, fue llevado a Roma a la comisión pro beatificación de Ceferino y se lo analizó durante mucho tiempo, hasta que a mediados de 2006 se produjo el dictamen final: para la Iglesia se trató de un milagro. Por eso, el Papa Benedicto XVI firmó el 6 de julio de este año el decreto que declara "beato" a Ceferino, al reconocer ese milagro de curación.
"Al mes ya estaba perfecta", expresó la mujer, siempre tomada de la mano de su esposo Joseph. Actualmente, Valeria tiene tres hijos: Dédi (5 años), el primero de ellos, nació un año y medio después de que le diagnosticaran cáncer. A Dédi le siguieron Muriel (4) y Sessé (2). Hoy, sus hijas -aseguró Herrera- identifican a Ceferino como "el santito que curó a su mamá".

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