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sábado, 17 de noviembre de 2007

Jesús: el Dios Hijo, Dios hecho hombre

La creación del hombre y la rebelión de los ángeles caídos

Al principio, Dios creó los ángeles. Los ángeles son seres llenos de bondad, seres espirituales de gran inteligencia, que gozan de libre albedrío. Uno de todos esos ángeles era Lucifer (significa “el que lleva la luz”), que era el que más brillaba entre los demás ángeles. Luego, Dios creó al hombre y amó mucho a esa criatura, le dotó de una naturaleza física y espiritual pura, tanto que Lucifer, usando su libertad, sintió celos y odió al hombre desde el primer momento.

De inmediato, sabiendo Lucifer que era portador de una inteligencia superior y de una belleza magnífica, pero olvidando que él había sido (y es) obra de su Creador y apenas un reflejo de Él, se rebeló. Este ángel enfrentó a Dios y una tercera parte de los ángeles decidió seguirlo. Todos esos ángeles fueron expulsados del Paraíso y cayeron al infierno, lejos del Amor de Dios por propia decisión. El Diablo (su significado es “calumniador”) creyó que podía ser tan poderoso como el Padre Eterno, por eso su pecado fue la soberbia, el peor de todos.

Fue entonces que el Diablo quiso arrastrar consigo mismo al ser humano. Por eso es que, utilizando su gran inteligencia y poder de seducción, tentó a los primeros hombres para que pecaran contra Dios.

Adán y Eva, al igual que el Diablo, hicieron un mal uso de su propia libertad y corrompieron la relación de Dios con la raza humana. Desde ese momento, la naturaleza humana quedó manchada por el pecado. Las consecuencias más visibles de esa ruptura para los hombres son:

► La concupiscencia: que es la tendencia a caer en el pecado y condenarse;
► La muerte física y espiritual;
► Las enfermedades físicas y espirituales.

Muchas veces nos preguntamos (y hasta nos rebelamos) porqué Dios permite las calamidades, las enfermedades, las miserias y las guerras cuando vemos que, en realidad, todos estos males son frutos de la libertad de acción de los seres humanos para elegir el pecado.

Dios toma la iniciativa: su Plan de Salvación del Hombre

Dios decidió salvar a todos los seres humanos, para que no tengan el mismo destino de Satanás. Para ello, decidió salir en búsqueda del hombre para restaurar su naturaleza y que retorne al estado original de pureza volviendo al seno mismo de Dios. Es por ello que envió a su mismo Hijo para que cumpla tan delicada misión.

A lo largo de la historia, Dios fue preparando a su Pueblo para que reciba a ese Salvador. Fue enviando profetas y pastores para que fueran preparando los corazones humanos para la llegada del Mesías. Todo está relatado en los libros que componen el Antiguo Testamento.

Es importante resaltar que Dios fue, es y será siempre profundamente respetuoso de la libertad humana, es decir, acepta que el hombre elija entre el bien y el mal. Aún así, es inmensamente gozoso cuando una persona elige estar de su lado, como también siente enorme dolor cuando una persona opta por ponerse en su contra o, peor aún, cuando un ser humano vive indiferente a Dios.

Jesucristo: Verdadero Hombre, Verdadero Dios

"Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios. El estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por El, y sin El no se hizo nada de cuanto ha sido hecho" (Jn 1, 1-3).

El Apóstol San Juan inicia su Evangelio con esta afirmación que atestigua que Jesús es Dios. Habla de la íntima unidad entre las personas del Padre y el Hijo, la cual es producto del inmenso Amor que une a esas personas de la Santísima Trinidad. Cuando dice que el Verbo (así le llama al Dios Hijo) estaba al principio en Dios nos enseña que no fue una creación más del Padre.

"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1, 14)

Luego, el Apóstol habla de que el Verbo se hace carne, es decir, toma la naturaleza humana y se hizo uno más entre nosotros.

Jesús: el Redentor, nuestro Salvador

“Mas a quienes le recibieron, les dio el poder de venir a ser hijos de Dios: a aquellos que creen en su nombre; que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad del varón, sino que son nacidos de Dios" (Jn 1, 12).

Dios se hizo totalmente cargo de la salvación eterna de la todos los seres humanos de todos los tiempos. Es por ello que vino a este mundo a través de su Hijo, tomó como propia la condición humana: Dios se hizo hombre.

Por obra del Espíritu Santo, se encarnó en una mujer y nació en el seno de una familia. Vivió en un pueblo como uno más, creció como cualquier niño, vivió su adolescencia y su juventud. Fue desarrollándose en la sabiduría.

Cuando llegó a la edad de treinta años, empezó a realizar su prédica trayendo la Buena Nueva. En su tiempo provocó una revolución con sus enseñanzas: recreó la forma de comunicarse con Dios, mostró la infinita misericordia del Dios Padre, habló del Amor y del Perdón. Vino en búsqueda de todos los pecadores, los miró a los ojos y los invitó a convertirse.

Los milagros realizados como Jesús tuvieron como fin manifestar la Gloria de Dios, y demostrar que Él es Dios.

Jesucristo nos salvó amando y obedeciendo al Padre en todo. Su compromiso lo llevó a entregar su vida por amor: Sufrió y murió en la Cruz por nuestros pecados.

Tal como ocurre en nuestros tiempos, cuando Jesús realizaba su misión, hubieron muchas personas que lo siguieron y también hubieron muchas otras que lo atacaron, trataron de arruinar su tarea y lo persiguieron hasta matarlo.

La Resurrección de Jesús, ¿qué significa para nosotros?

Fue necesario que Jesucristo tomara consigo todos los sufrimientos y dolores que son consecuencia del pecado original para restaurar la naturaleza humana.

Fue necesario que Jesús tuviera que morir para poder vencer la Muerte. Solo Dios podía vencer la Muerte.

Observemos que la Resurrección de Jesús no significa volver a la vida tal como la conocemos, sino que nos abrió las puertas de una Nueva Vida: la Vida Eterna, que solo es posible en Dios. La Resurrección de Jesús atravesó la Muerte.

Los seres humanos ahora tenemos una esperanza, gracias a la Muerte y Resurrección de Jesús. Jesús fue el primero en resucitar de entre los muertos y nos invita a seguir sus pasos de regreso al Origen, de regreso a la inocencia, de regreso a Dios. Nuestra existencia tiene un sentido: volver al Padre.

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