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domingo, 18 de noviembre de 2007

¿Quién es el Espíritu Santo?

La causa de Jesús continúa

Jesús murió y resucitó para no morir más. Cabría esperar que una vez cumplida su en la tierra, todo hubiera concluido.

Pero no. No fue así. "La causa de Jesús continúa", su obra comienza a extenderse, nace una comunidad nueva, que transmitirá lo largo de los siglos la antorcha de una vida nueva, de una luz inextinguible, de una esperanza que ya nadie puede arrebatar.

¿Por qué? ¿Quién es el que promueve todo esto? ¿De dónde proviene esta fuerza y este impulso desconocido? La respuesta es clara: "Del Espíritu Santo”.


El Espíritu Santo y Jesús

En todo lo que hizo Jesús a lo largo de su vida, el Espíritu Santo estaba en Él. Cuando se encarnó, fue por obra y gracia del Espíritu Santo. Jesús obraba siempre movido por la fuerza del Espíritu Santo que tenía dentro de sí.

La vida de Jesús fue una vida de donación y entrega. No ocultó sus dones egoístamente. Ni siquiera su Espíritu.

Por eso hizo durante su vida una gran promesa: "Yo pediré al Padre y El os enviará otro intercesor, para que esté con vosotros eternamente, el Espíritu de la Verdad que el mundo no puede recibir.
... El Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre será quien os lo enseñe todo. Y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho". (Jn. 14, 16-17.26)

¿Cómo es el Espíritu Santo?

Los creyentes del Antiguo Testamento experimentaron la fuerza del Espíritu y lo describieron con imágenes:

♦ Es como el viento: "Oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo le sucede a todo el que ha nacido del Espíritu." (Jn. 3, 8)

♦ Es como el aliento vital: que penetra en la carne. (Gn. 2, 7: Sal. 103, 29-30)

♦ Es como el agua que purifica (Ez. 36, 25-26), que fecunda la tierra reseca (Is. 44, 3-4), que apaga la sed (Jn. 7, 37-39)

♦ Es como el fuego que arrebata a los profetas ( Jer. 20,9), que prende en el leño de la Iglesia (Hch. 2, 3-4. 4, 31)

♦ Es como el aceite, porque suaviza, transforma y cura (Ez. 36,26)


¿Quién es el Espíritu Santo?

Quién revela realmente al Espíritu Santo es Jesús. Los títulos utilizados por Jesús son distintos a los del Antiguo Testamento y se refieren a personas. Se les denomina: Paráclito, Abogado, Defensor, Espíritu de Verdad (Jn. 14, 15 –17; 14, 25 – 26; 16, 12 – 13)

La novedad máxima revelada por Cristo; respecto al Antiguo Testamento, es la dimensión personal del Espíritu Santo. Se habla de Alguien, es una Persona, aunque no tiene rostro humano. Por eso el Espíritu Santo se le descubre en las obras.


El Espíritu Santo es Dios

El Espíritu Santo es el Amor viviente de la Trinidad, que procede del Padre y del Hijo, como resultado de la atracción hacia la divina y perfecta semejanza.
El Espíritu Santo es igual al Padre y al Hijo, en cuanto es Dios, pero no son tres dioses, sino tres personas distintas y un solo Dios verdadero. Esto es un misterio que con nuestra inteligencia pequeña y corta no podemos comprender, pero que confesamos en el “Gloria”, en el “Credo”, en la “Señal de la Cruz”


Qué hace el Espíritu Santo

Al Espíritu Santo por ser espíritu no se lo ve. Pero hemos dicho que el verdadero conocimiento es el que viene de las “obras”.

Al Espíritu Santo se le atribuyen muchas obras: además de las específicas de cada nombre (consolar, defender, abogar, etc.) será nuestra compañía, nos enseñará y recordará todo lo que Jesús nos ha dicho, nos guiará en la verdad.


El Espíritu Santo hace santos

El que posee el Espíritu Santo se siente revestido de una fuerza misteriosa, de un enardecimiento del alma, de un poder transformador que le hace distinto a los demás.

Ya en los primeros tiempos de la Iglesia se hizo sentir esta presencia del Espíritu, esta fuerza invisible, estos efectos: los apóstoles hablaban con tal entusiasmo de Cristo, con tal poder de convencimiento, que las gentes decían que estaban borrachos; pero en realidad estaban animados por el Espíritu Santo.


Las obras del Espíritu Santo

En los textos bíblicos anteriormente citados se asignan al Espíritu una función cuyas obras señala San Pablo contraponiéndolas a las obras de la carne (Rom. 8, 1 – 26).

Por carne se entiende una forma de vivir viciosa, y espíritu, es la forma de vivir en santidad. “Nuestra lucha no es contra el hombre, sino contra los poderes maléficos del mundo, contra las fuerzas de las tinieblas y contra el espíritu del mal que domina el mundo” (Ef. 6,12)

◘ Las obras de la carne: “Yo los exhorto a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por los deseos de la carne. Porque la carne desea contra el espíritu y el espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden hacer todo el bien que quieren. Pero si están animados por el Espíritu, ya no están sometidos a la Ley. Se sabe muy bien cuáles son las obras de la carne:

- fornicación, impureza y libertinaje;
- idolatría y superstición;
- enemistades y peleas,
- rivalidades y violencias,
- ambiciones y discordias,
- sectarismos, disensiones y envidias,
- ebriedades y orgías,
- y todos los excesos de ésta naturaleza.
Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas no poseerán el Reino de Dios.” (Ga 5, 15 – 21)

◘ Las obras del Espíritu: “Por el contrario el fruto del Espíritu es: amor, alegría y paz, paciencia, espíritu de servicio, bondad, confianza en los demás, dulzura, dominio propio... Si vivimos según la vida del Espíritu, actuaremos en la vida según estas obras del Espíritu.” (Ga. 5, 22 – 25)

El Espíritu Santo nos acompaña

La amistad se dá entre personas. El Espíritu Santo es una persona y, por lo tanto, es posible una relación de amistad con Él. El Espíritu Santo es una de las tres personas divinas en quien podemos confiar, es la Fuerza de Dios que nos salva, nos libera y nos ayuda... es Dios mismo que entra en relación con nosotros.

Cristo nos ha enviado el Espíritu Santo como compañía que permanecerá siempre con nosotros. Por eso es posible la comunicación y el diálogo con él por medio de la oración. Por eso es posible la comunicación y el diálogo con Él por medio de la oración. Entre el Espíritu Santo y el hombre caben todas las características de la amistad.

Los cristianos estamos llamados a ser “levadura” en este mundo, ser testimonios vivos del inmenso Amor de Dios. Nuestra felicidad solo está en Dios, para lo cual debemos jugarnos a cada instante de nuestra vida por el Evangelio.

Ahora bien, sabemos también de lo difícil que es vivir siguiendo a Jesucristo debido a las tentaciones y presiones de nuestro medio a las que estamos expuestos. Seguir a Cristo implica, como dijimos anteriormente, hacerse cargo de la propia cruz con todo el dolor que nos signifique.

Por gracia de Dios, no caminamos solos en esta vida. El Señor nos acompaña y fortalece en este camino. Solo es cuestión de recurrir humildemente a ÉL y ser dóciles a Su Voluntad. Dios, respetando la libertad de cada uno de nosotros, desea y puede fortalecernos en esta vida para que podamos cumplir su Voluntad, la que al fin de cuentas es la verdadera felicidad.
Atribuimos al Espíritu Santo las operaciones de gracia y santificación de las almas y en particular, dones y frutos

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