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viernes, 23 de noviembre de 2007

María, Madre de Dios y Madre Nuestra

¿A quién adoramos los católicos?

Los católicos apostólicos romanos adoramos solo a Dios.

Ahora bien, existe el culto de veneración, que es el que se destina a los santos y ángeles. A María le corresponde el culto de hiperdulía (significa “más allá de la veneración"), que es una veneración especialísima, ya que Ella es, después de la Santísima Trinidad, la persona más importante.

Contrariamente a lo que personas que integran otras religiones que critican nuestra fe católica, el amor que los católicos tenemos por María no entra nunca “en competencia” o “en colisión” con el amor que le tenemos a Jesús. Es un absurdo. María es quien es por Cristo. Amarla a Ella halaga a Jesús.
Su infancia y adolescencia en este mundo

El nombre de María, que en hebreo es “Miriam”, significa: Doncella, Señora, Princesa. María fue una persona fundamental en el Plan de Salvación que Dios hizo para toda Humanidad, por lo que fue, es y será la mujer más importante que ha existido. Así como por medio de una mujer, Eva, el pecado entró en la condición humana, fue por otra mujer, María, que entró la Redención para la humanidad entera. María es la hija dilecta del Padre, la madre amorosa del Hijo y la esposa sobrenatural del Espíritu Santo.

Vivían en Jerusalén unos santos esposos, Joaquín y Ana, pero estaban tristes porque se hacían viejos y no tenían hijos. Después de rezar a Dios muchos años, tuvieron a una niña, la criatura más excelsa, hermosa e inmaculada, concebida sin pecado original.

En Nazareth (que quiere decir "ciudad de las flores") brotó la flor más bella y lozana de la tierra. Los ángeles la contemplaban arrobados y mecían su cuna. A los quince años, su padre le puso el nombre de María, que significa "Reina" y "estrella del mar"

A los sesenta y cinco días del nacimiento de la niña (tal como mandaba la Ley), Ana, su madre, fue a purificarse al templo de Jerusalén; y allí, la niña María fue presentada al Señor por Zacarías, que era pariente de sus padres.

A los tres años la volvieron a llevar al Templo sus padres, pero ahora era para entregarla del todo al Señor hasta cumplir los catorce años. Sus padres se volvieron a Nazareth pero murieron poco después.

Allí la niña María servía a Dios rezando y cantando Salmos, hilando y cosiendo, y cuidando del aseo del Templo. Cuando murieron sus padres, María al quedar bajo la tutela de los Doctores del Templo, fue obligada a casarse a pesar de su voto de virginidad.

Cuenta la Tradición que como todos los mozos de Nazareth la pretendían, sólo fue escogido JOSÉ, que fue el único a quien le florecieron por milagro unas azucenas en su vara seca.

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